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  Conversaciones de los Sonidos - Hablan los Pájaros (José Molina torres)
 

 

 

CONVERSACIONES DE LOS SONIDOS

HABLAN LOS PÁJAROS

JOSÉ MOLINA TORRES

Después de una larga, calurosa e interminable noche de verano, robándole a la mañana las brisas más frescas del día mientras mis ojos eran deslumbrados por los primeros rayos del sol, como de costumbre paseaba por el campo recibiendo el saludo de los árboles que a uno y otro lado del camino me esperaban para brindarme su cobijo por si lo necesitaba. Tal y como solía ocurrir en la época estival, mientras realizaba mi saludable ejercicio matinal de dar un buen paseo, mis oídos se deleitaban con el dulce y suave piar de los pájaros al despertar y con los cantos y trinos con los que daban la bienvenida al nuevo día. Por un instante, esa mañana llegué a creer que caminaba dormido, porque no era el melodioso y armonioso cantar de los pájaros el que me acompañaba; mis tímpanos percibían unos irreconocibles sonidos que se convirtieron en palabras de una animada conversación que mantenía una bandada de pájaros, que escondidos bajo un árbol y sentado en el suelo escuché y que hoy quiero compartir.

- ¡Buenos días Grulla! ¿Qué tal has pasado la noche? Comenzó diciendo un Gavilán.

- Bien, aunque el calor no me ha dejado dormir.

- Tórtola, te veo esta mañana muy preocupada y asustada., dijo una Paloma.

- ¡Cómo no lo voy a estar! ¿Es que no sabes que en esta época me tengo que pasar todo el día escondido para evitar que un cazador acabe con mi vida de un tiro? Ahora es el tiempo en el que les dan permiso para que disfruten acabando salvajemente con vuestra vida.

- Dentro de lo malo, vosotras solo tenéis que permanecer una pequeña temporada alerta; en cambio nosotros estamos en permanente peligro toda nuestra vida, dijo un cabizbajo y apesadumbrado Gorrión.

- Yo también sufro el mismo calvario que la Tórtola, apuntilló una Codorniz.

- Urraca, te noto muy pensativa esta mañana, dijo un Águila.

- Sí, es que no comprendo por qué tenemos que permanecer resignados ante la crueldad con la que nos tratan los humanos.

- Una Graja exclamó: ¡mirad, por ahí viene un canario despistado y descolorido! Te ocurre algo, Canario?

- No me preguntéis cómo, pero anoche logré escaparme de mi cautiverio, y la verdad, ando muy desorientado.

- ¿Dónde estabas cautivo? Preguntó una Abutarda.

- Me tenían enjaulado en una casa colgado de un gancho en la cocina.

- ¿Y qué hacías? Le preguntó un curioso Mochuelo.

- Al principio comer y beber a regañadientes, cuando comprendí que no tenía escapatoria me dio por cantar todo el día para incordiar a mis captores; pero cuanto más alzaba mi voz y reclamaba la libertad, más cara de tontos y felicidad se les ponía, mientras yo me preguntaba por qué eran incapaces de no entender mi reivindicación.

- ¿Por qué lloras Berberón? Preguntó una Calderilla.

- Porque hace un ratito mientras buscaba alimento, he visto cómo un Jilguero que iba a beber agua en una charca ha caído en una trampa encubierta y ha sido atrapado.

- ¡Qué barbaridad! Dijo una Cogujada.

- También son muy peligrosas y traicioneras las trampas que nos tienden en las copas de los árboles, para que nos quedemos enjaulados al ir a buscar comida, dijo una Lechuza.

-

Una alegre Golondrina se quedó observando a una joven y agotada Perdiz, y le preguntó si le pasaba algo.

 

- Estoy muy cansada, he tenido que correr y volar más que lo que me permitían mis patas y alas, porque unas personas se afanaban en capturarme con vida.

- Eso es para utilizarte como reclamo para matar perdices, le dijo un Ruiseñor.

- Y tu Mirlo, ¿por qué lloras? Preguntó un Tordo.

- Porque cuando he salido a buscar comida para mis hijos recién nacidos, creía que me había perdido al no encontrar el árbol donde está mi morada; pero no me había perdido, un Anda Ríos me ha dicho que ha visto a unos niños como se llevaban a mis hijos en su nido. Un Pastor asombrado, comentaba que al ir a buscar alimento a un árbol se encontró con un vigilante.

 

- Eso no es un Vigilante, le dijo una Burla. Es un espantapájaros que colocan en los lugares donde no quieren que busquemos comida.

 

- Al menos eso no es tan grave, porque lo que persiguen es que no nos comamos los frutos, lo que sí es una maldad y una crueldad son esos cepos que nos ponen cerca de las huertas para que no comamos verdura, repuso una Corza.

 

Un Búho con cara de sueño preguntó:

- ¿Qué pensáis de nuestros compañeros de ahí abajo? Esos que no pueden volar, que aprovechan el cobijo de la noche para terminar con nuestra vida con sus garras y dientes.

- Tenemos que aprender a ser astutos para sobrevivir en este mundo plagado de maldad, carente de sensibilidad y falta de respeto a todos los seres vivos, dijo el Cuco.

- Sí, estoy de acuerdo contigo, dijo un esperanzado Milano, ¿Pero qué hacemos?

- Lo que sabemos hacer cada uno - dijo la Cigüeña-. Trabajar para vivir, cantar para animar a las personas, aprender a cuidar el medio ambiente y utilizar nuestro ingenio y astucia para evitar los peligros que nos acechan. Yo ya me voy, porque aunque dicen que "por San Blas la Cigüeña verás", la verdad es que no paro ni un sólo día del año de trabajar, y hoy tengo que seguir llenando de alegría y felicidad muchos hogares.

 

Al escuchar estas palabras, todos los pájaros lanzaron al aire sus cantos y trinos para que en mis oídos volviera a sonar su dulce y relajante melodía, al tiempo que alzaban su vuelo y yo proseguía con mi paseo asimilando la conversación que acababa de escuchar.

 

 
 
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