CONVERSACIONES DE LOS SONIDOS
EL MARTILLO CABREAO
José Molina Torres
Hoy que tengo la oportunidad de compartir con quien quiera escucharme el calvario que a diario padezco en el ingrato, pero necesario trabajo que desempeño, quiero sacar fuera toda la frustración que me produce la de ser un trabajador desagradable y ruidoso, que por el simple motivo de cumplir con mi obligación laboral soy más odiado que valorado.
Es imposible expresar con palabras la indignación que se apodera de mi, cuando me dispongo a iniciar mi tediosa y monótona rutina diaria, y lo primero que presencio con impotencia es como mi compañero se cubre los oídos con un grueso casco y se maldice por el despreciable compañero que le ha tocado en suerte, me dice que le resulta insoportable permanecer todo el día conmigo aguantando esa insulsa conversación de una sola sílaba que durante todo el día le doy, y es que, el tac, taktaktaktaktaktak....., es todo lo que soy capaz de decirle mientras trabajo. Pero lo que él es incapaz de comprender es que detrás de esa machacante retahíla de una sola sílaba hay una conversación en la que le digo a las personas que yo no tengo la culpa de que reviente una cañería, que se produzca una avería eléctrica, que a alguien se le ocurra poner sin ton ni son unos bolardos o de que con la escusa de mejorar la calidad de los servicios decidan renovar las instalaciones..., y lo que tampoco es capaz de percibir es mi sufrimiento y compasión, cuando por causa de mi ineludible trabajo pasa por mi lado desorientada y aturdida una persona ciega, una madre con el carrito de su bebé que tiene que hacer filigranas para esquivarme al tiempo que el niño o la niña irrumpe a llorar por mi más que elevado tono de voz o el cabreo de los conductores cuando les impido el paso de sus vehículos. Si hay algo que me indigna y me rebelo con una contundente energía y estrépito, es cuando alguien entiende que es imprescindible, que en el más absoluto silencio de la noche debo realizar mi trabajo interrumpiendo el descanso de esas personas que agotadas de un largo día duermen plácidamente.
Sé que aunque proteste, me resulte desagradable y me indigne la suerte que me ha tocado en gracia debo seguir trabajando para arreglar las averías y para cumplir con los caprichos de estética y mejora, pero confío en que después de expresar todo lo que mi corazón siente y padece, cuando me interponga en tu camino no me veas como un martillo cabreao, si no como una herramienta necesaria e imprescindible para hacer más fácil la vida y que confía en que algún día la tecnología sea capaz de hacer más gratificante su trabajo
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