Rememoro imágenes y situaciones, lugares y personas, y todo se confunde en una viscosa niebla metapsíquica que desdibuja su perfil. Solo aparecen ideas, y a ellas se les unen otras ideas que, encadenadas, al fin, y tras dar muchas vueltas, acaban formando una fotografía estática, inmóvil y en blanco y negro, como las fotografías antiguas que tenían el borde oscurecido no se si por las manipulaciones del imaginero sobre el papel, o por el paso de los años.
Una voz, estilete de un son, repetitivo y cansino, dicta un discurso que otorga sentido al fotograma y, dándole cuerpo, adquiere un volumen, un color que deja el negro y pasa al sepia antes de convertirse en arco iris de palabras con significado en una imagen que, como molinos de viento en ojos de Quijote, toma, no se por que, movimiento y vida.
Las etéreas peanas que sustentan a los santos del cielo se convierten en extrañas ojas de acanto que, lánguidas y apergaminadas, vierten la amarga savia del incienso aterciopelado sobre el rostro verde oliva de una virgen gitana. Azúcar y miel ungen los pétreos pechos de blancas estatuas de carrara que, iluminadas por la vidriosa llama de unos ojos adolescentes, enrojecen con inocente vergüenza.
Y poco a poco, todo va incorporándose al eterno balé de colores marcados por la mano del acero forjado en el fuego eterno que, con sus dedos en garra araña los surcos de la tierra que nos da el sustento. Y quiero vivir, sentir y amar como nunca nadie antes lo había hecho.
Desde una lejana y solitaria almena veo como, acurrucado en los cimbreantes acantilados de diamante blanco, el destino abraza el esquivo reflejo de mi sombra desguarnecida del manto protector de la noche oscura y caliente.
Siente el lívido contacto de los húmedos párpados calcáreos deslizarse sobre la faz de una tierra incandescente enchida de gozo y de placer mientras la unión mística de lo que es con lo que será se consuma. Siente el brillo de una pupila cuarteada por las lágrimas ardientes de un llanto sereno y cautivo de una pasión que, antes de consumirse ahogada en un suspiro, reverdecerá en un hálito de dulce y cálida esperanza.