La gata que campea en el corral
carece para muchos de recato,
porque bebe los vientos por un gato,
que prefiere su cuerpo al natural.
No puede comprender por qué hace mal,
cuando ante la visión de su retrato,
la lengua asoma al borde del regato,
los ojos se convierten en puñal,
la grupa adquiere un aire musical
y el vientre accede al súbito arrebato
de sosegar su entraña por un rato
con la tibia inyección de pedernal.
La gata es simplemente un animal
gozoso de gustar lo que le es grato.