Abriendo puertas, dijo una voz mientras esperábamos en el descansillo del hospital.
El ascensor habla? Pregunté a mi marido.
¡Cuántas veces había cogido aquel ascensor y no me había dado cuenta hasta entonces!
Sí, me contestó él.
Al entrar me dijo:
Toca aquí.
Junto a los botones había unos puntitos. No sabía lo que significaba aquello, pero sí conocía que el alfabeto de los ciegos, creado por Louis Braille, estaba formado por puntos.
Toqué esos puntitos que no me decían nada, solo parecían acumularse debajo de mis dedos sin mas y, de repente me dí cuenta....
Tengo que ir a la ONCE! Dije. Esto no es el final de nada, es el principio. Allí me enseñarán a leer con las manos. Louis Braille creó este alfabeto y seguro que es la mejor manera de empezar.
Y, así lo hice. Hacía unos meses, mi vida había cambiado.
Soy maestra, maestra de corazón. Mi profesión es totalmente vocacional y, después de 28 años dando clases, un día como otro cualquiera, me levanté y, mi ojo derecho estaba raro.
Qué podía pasar? Yo nunca había tenído ningún problema con la vista. Eran las 6 de la mañana y, antes de ir al médico, tenía que terminar de preparar lasnotas de Navidad de mis chicos.
Me senté en el salón de casa, terminé mi tarea y..... empecé mi peregrinación por los médicos.
Un herpes se había instalado en mi retina y, sin darme cuenta, antes de que los profesionales tuvieran un diagnóstico claro, me había destrozado esa retina y había empezado con la otra.
¡Qué sorpresas te da la vida! Cómo iba a pensar que aquello me iba a cambiar la vida por completo?
Operación tras operación, meses de incertidumbre y esperanza, siempre piensas que eso no te puede estar pasando a ti, pero si , me estaba pasando y, llegó la última operación. Estábamos muy nerviosos, de aquel momento dependía que todo cambiara completamente o no.
Terminada la operación.... caras tristes, voces apagadas.... Sin preguntar nada, estaba claro,no había salido bien y ya no se podía hacer nada mas.
El corazón se me encogió y por mi cabeza pasaron, atropelladamente, miles de pensamientos, tenía que organizar mi vida.
Con todos esos sentimientos en ebullición, recogimos la habitación y nos dispusimos a ir a casa.
Fue en aquel momento, cuando cogí el ascensor mágico que hablaba como si de una persona se tratase, cuando se me iluminó la cara. Tenía que aprender el sistema Braille. Mi familia no se lo podía creer, era verdad, aquello no era el final de nada. De nuevo la vida nos estaba dando una sorpresa, esta vez mucho mas agradable. Comencé mi andadura con este nuevo sistema. Al principio los puntos se acumulaban bajo las yemas de mis dedos haciendo casi imposible que pudiera diferenciar unos de otros, pero como si de magia se tratara, poco a poco, con mucha paciencia, ilusión y, siguiendo las instrucciones de la profesora que decía: Muchos ratos y poco rato cada vez, esa es la clave.
Así conseguí que el hechizzo se deshiciera y que mis dedos, deslizándose delicadamente por encima de los puntos mágicos, empezaran a leer. Era como la vuelta al colegio solo que ahora, yo era la alumna y no la maestra.
Pasaron los días y llegó el momento, tenía que hacer una visita a mis alumnos, ya estaba preparada. Me había despedido de ellos para 15 días y no había vuelto. Estaba deseando verles y oirles de nuevo. Me armé de valor y recorrí, una vez mas, aquellos pasillos que conocía como la palma de mi mano y llegó el momento. Abrí la puerta de mi clase y se hizo un silencio que atravesaba el alma. En medio de este silencio, sentí algún que otro sollozo y,, con una enorme sonrisa les dije:
No lloréis, hoy es un gran día. He vuelto al cole eso sí, solo de visita, pero soy la misma de antes y aunque no os veo con los ojos de la cara, os veo con los ojos del alma, con mis manos y mis oídos...
Al cabo de un rato, los nervios se calmaron un poco y pudimos charlar. En la conversación les conté que podía leer, que gracias a un señor llamado Louis Braille, que había inventado un sistema de puntos, leía con mis dedos.
Algunos habían oído hablar de ese sistema, otros no lo conocían, pero todos se sorprendieron de que en esta nueva situación, pudiera seguir leyendo y escribiendo.
Al terminar mi visita, llena de satisfación por haber podido compartir con mis chicos esos momentos tan llenos de emoción y cariño, un grupo de alumnos se acercaron a mi y me dijeron:
Lola, sería posible que tú nos enseñaras el alfabeto Braille? Tal vez si aprendemos poco a poco, dentro de un tiempo podremos ayudar a alguien.
Me contaron que sus abuelos, cada día, veían peor. La edad, decían unos, un problema de mácula, decían otros y..... quién sabe, a lo mejor, podemos ayudarles y hacerr que su vida sea algo mas fácil.
Y así empezó una nueva historia. Mis hijos también quisieron aprender y el día que celebré mis bodas de plata, me escribieron una preciosa carta en braille, que releo de vez en cuando y que guardo como uno de mis mejores tesoros.
Verdad, La vida es una caja de sorpresas!!