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  Desde el Paraíso de los Genios (María Jesús Cañamares Muñoz)
 
 
 
 
  DESDE EL PARAÍSO DE LOS GENIOS
 
  María Jesús Cañamares Muñoz
 
Sobre un cielo exento de nubes, alrededor de la mesa camilla bajo cuyas faldas un brasero calienta la atmósfera,  están sentados cómodamente 3 ilustres personajes convocados por El Ser Supremo. Son Valentin Haüy, Charles Barbier y Lous Braille. Difieren en edad pero les unen la generosidad y el altruismo:  Los tres lucharon contra el analfabetismo y la exclusión social de los ciegos, inventando códigos de lectoescritura táctil. Por eso ganaron la Gloria. El padre los llama hoy  para reflexionar sobre esos sistemas, porque sabe que todos fueron útiles en su momento, pero también ve cómo desde la tierra, las nuevas tecnologías se van imponiendo, aun cuando no son accesibles para todos. 
Van equipados con el material que se usa en  cada código: cartones grandes, papel, pauta, punzón, perkins, tablillas… Y el Todopoderoso toma la palabra:
Hijos: Para mí, sois iguales: habéis hecho grandes méritos sacando a muchas personas de la ignorancia y facilitándoles la independencia, educación y acceso a la información. Pero desde la Tierra no cesan de clamarme y pedir socorro:
--¡Señor, ayúdame: se me ha estropeado el ordenador y no puedo leer ni escribir. NO conozco otro medio de hacerlo.
--¡Padre: no permitas que el Sistema Braille deje de existir, soy pobre y no puedo permitirme lujos como un ordenador al que tengo que adaptarle una línea para poder manejarlo! Me veo condenado a la soledad si no escribo o leo en papel, con mi pauta y mi punzón!
-¡Así día tras día,! Y yo, con mi sapiencia y poder, no soy capaz de ofrecer una eficiente solución. 
¿Qué podríamos hacer?
  --Es difícil satisfacer a todos, -dice Valentin- pero mi sistema es muy barato y accesible, solo necesitan pergaminos grandes y plomo. Las letras se colocan en los pergaminos en relieve y con el tacto se distinguen muy bien.
  --¡Oh, pero eso es muy laborioso y los libros pesan muchísimo –replica Louis echándose las  manos a la cabeza-. ¿Cuántas maletas ha de portar hoy un alumno para llevar al colegio tantísimos textos con las asignaturas que hay? Es imposible, Valentin, reconózcalo. Usted sabe que en cada página solo caben unas pocas líneas porque el tamaño de las letras es considerable.  ¿Cuánto espacio necesitan en un ascensor para imprimir con su invento el número de piso? ¿cómo colocar esas letras tan voluminosas en una caja de medicina?
   --¿y Cómo adquirir  un invidente de países tercermundistas unas máquinas especiales para escribir en su sistema? ¿Cómo va a manejar un sordociego total el ordenador o un teléfono si no ve su pantalla ni oye la síntesis de voz? Tenga en cuenta,  que para este colectivo, más  allá de la yema de sus dedos no hay nada, todo su mundo está ahí, en sus manos, se informan, se comunican a través del tacto…
 Valentin alzaba la voz en cada palabra que pronunciaba y el Padre, haciendo un gesto con la mano, señaló a Charles invitándole a expresar su opinión y así calmar el ánimo de los  dos contertulios.
  --¿Tú no dices nada? ¿NO valdría tu sistema también?
  Charles agachó la cabeza y humildemente respondió:
  --No padre. A estas alturas de la vida, yo me avergüenzo de mi invento, porque en primer lugar, el fin para el que se creó no era nada bueno. Servía para escribir mensajes en la oscuridad entre soldados de un bando e idear acciones  o represalias contra el enemigo… Si también sirvió mi código para los ciegos me congratulo de ello, pero siendo honestos reconozco que el sistema Braille no tiene parangón. Louis ha sabido reducir el tamaño de las celdas, y con solo 6 puntos ha ideado un alfabeto perfecto que puede y debe estar presente en todas partes, incluso en las papeletas electorales que no tienen porqué ser distintas para la gente invidente y la que ve. Bien podrían convivir juntas en la misma papeleta letras en tinta y en Braille para que  el voto fuera totalmente secreto. Si tanto cuesta la impresión en ese sistema, si se quiere ahorrar en papel con el argumento de evitar el talado de árboles, los dispositivos con salida Braille ayudarán al sordociego a usar su ordenador con una línea; eso sí, Padre: has de hacer que estos dispositivos sean más asequibles económicamente.
 
   Todos quedaron pasmados ante tan sensata y humilde reflexión. La pregunta ahora era cómo hacérsela comprender a los fabricantes de máquinas, laboratorios de medicinas, jefes de gobiernos, a los profesionales que trabajan con ciegos y sordociegos, incluso a los niños videntes que tuvieran como compañeros de aula a algún discapacitado visual.
  Tras mucho pensar y debatir, la mente de Louis se volvió a iluminar, y con una sonrisa pícara habló así:
  --Señor, propongo que  convoques en la Tierra un concurso de ideas para superar al Sistema Braille. Para aquél o aquella que encuentre la fórmula mágica de inventar un sustituto a mi código, el premio sería ¡Ganar la gloria!
  Un aplauso estridente sonó en todos los rincones del cielo. Jesucristo, poniéndose en pie y alzando la voz, dijo:
  --¡Se levanta la sesión  y se convoca en la Tierra el primer concurso de ideas para encontrar un sistema de lectura y escritura para invidentes y sordociegos totales, que sustituya “con creces” al Sistema Braille!  La única base o requisito para participar es que su invento sea absolutamente accesible para todos y a todos los niveles. El premio al  ganador o ganadora será alcanzar la Gloria y convivir con estos tres genios. El plazo de admisión de ideas no finalizará jamás, porque estoy seguro de que no habrá quien se atreva a participar en el concurso.
 
 
 
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