El pasado de cada uno de nosotros, lo constituye la suma de nuestras experiencias y vivencias, que es lo que yo he pretendido reflejar en estos apuntes.
Ha sido un período colegial que no se olvida, pues las experiencias vividas han calado muy hondo en los sentimientos de los "habitantes de aquella ciudad", que éramos los ciegos, dicho de forma coloquial, y de ahí que la relación humana entre nosotros fuese muy familiar durante las veinticuatro horas del día.
Hay que tener en cuenta que salvo algunas salidas esporádicas a la ciudad, o por vacaciones permanecíamos dentro de la finca el resto del tiempo, repartido en las clases, así como actividades complementarias formativas, juegos , tertulias entre nosotros intercambiando historias de nuestras vidas particulares; y habrá que sumar a la ocupación de las horas perdidas, también nuestras travesuras e inconveniencias por aquello de que "éramos niños y humanos", etc. Total, que cuando despedíamos el centro, despedíamos tambiénuna parte muy emotiva de los primeros años de nuestra incipiente vida,y que lo aprendido no sólo en lo propiamente docente sino en nuestras relaciones con el mundo externo e interno nos ha servido de mucho para comenzar a patear por el camino de las dificultades e integrarnos en la vida social.
Recordando mis vivencias como alumno residente en el colegio de ciegos de la O.N.C.E. en Pontevedra.
Ingresé en este centro el 14 de febrero de 1946. En este día y acompañado por mi padre me personé en la secretaría que estaba en la primera estancia situada a la izquierda del pasillo de la portería principal. Allífuimos recibidos amablemente por el Director, don Fernando Díez Barandiarán,y después de cumplimentar la documentación con mis datos, etc., me presentaron a varios alumnos, como Arsenio Caneiro o José María Rodil entre otros, ,quienes me mostraron el edificio y me llevaron por la finca, explicando cómo era la vida diaria, en lo referente a normas del internado, tales como horarios de comedor, dormitorios, clases... Estos hábitos los fuiasimilando poco a poco y día a día junto a los demás compañeros. Recuerdo que casi todo me era novedoso,incluido el sonido de lasnotas del piano, que nunca había oído.
Por las mañanas el sereno tocaba el silbato desde el hall donde comenzaban las escaleras y que era el anuncio de la ora de levantarse.
Una hermana de la caridad en la puerta de cada pabellón dirigía el rezo de unasavemarías, para seguidamente vestirnos y asearnos. Y terminado el aseo, formábamos en fila india en la segunda planta, que es donde estaban los dormitorios, para bajar al comedor y hacer el desayuno. Y de forma similar se hacía para el resto de las comidas y la merienda. Antes de sentarnos para tomar los alimentos, se tenía que bendecir la mesa. Durante la comida y la cena, un empleado nos leía libros elegidos al efecto.
Las clases de Enseñanza primaria, cuyo plan constaba de seis cursos, se desarrollaban en horario de mañana en la primera planta. Por las tardes había clases de dibujo y modelado, francés, cantos escolares y solfeo.
Las clases se interrumpían durante varios minutos para el recreo, y que los alumnos aprovechaban también para retirar de la despensa algo de la comida que recibían de sus casas.
La gimnasia la dirigía el médico,don Celso Mariño Ferreira, en un lugar de la finca, y a continuación de haber realizado el desayuno.
Y siguiendo con las experiencias vividas, recuerdo algunos de los materiales utilizados para el aprendizaje de las diferentes materias de enseñanza, como eran la caja de aritmética , con sus números de plomo para la realización de las operaciones de cálculo. Para el aprendizaje del braille teníamos las pautas y regletas con sus punzones. El papel para la escritura era del llamado de "estraza," de mala calidad, pero así era la situación general del país. Teníamos igualmente los mapas de escayola para complementar el estudio de la geografía, etc. Había también las figuras geométricas de madera y un sencillo utensilio del sistema solar para poder apreciarlo al tacto. Tampoco faltaba el esqueleto humano y el "hombre" clástico.
Además de la enseñanza del solfeo y elemental del piano que se venían impartiendo, durante el período de mi estancia se crearon las enseñanzas de instrumentos de pulso y púa, y para lo cual se contrató un profesor de la especialidad de plectro, don Agustín Estévez.
Teníamos salidas al exterior para asistir a conciertos, actos culturales, partidos de fútbol del equipo local, a la playa de cocheras en el buen tiempo coincidente con los domingos, excursiones a los alrededores de la capital, etc.
La misa era celebrada diariamente por el franciscano residente en el colegio, padre Julio, asistiendo a la misma los alumnos de forma voluntaria.
El rezo del Santo Rosario se hacía por la tarde y era obligatoria la asistencia del alumnado.
Diariamente y en horario de tarde nos retirábamos a las clases para aprender las lecciones del siguiente día.
Los fines de semana elegíamos y retirábamos libros de la biblioteca para disfrutar de la lectura y ocupar así el tiempo de ocio que teníamos en estos días de descanso.
Los lunes los devolvíamos a la misma biblioteca, previa anotación y conformidad del empleado encargado de la recepción de los misdmos.
Los domingos y fiestas de guardar, y oída la Santa Misa, teníamos que acudir al paseo de la portería para el acto de izar la bandera, entonando todos juntos el himno nacional. Para terminar con el ¡Viva Franco! ¡Arriba España!
El juego que más se practicaba era el del fútbol, y como pelota se utilizaba un bote de lata, como podía ser un envase de conserva de pescado, etc, y para que el ciego supiera por donde rodaba cuando fuera impulsado por el pie del jugador, se le metían dentro piedras pequeñas para que, a modo de un sonajero, al moverse por el campo, el jugador le siguiese la trayectoria mediante el ruido producido por las piedras en su rodamiento.
Al hilo de esta mención deportiva, reseño la curiosa práctica de una kiniela que hacíamos los alumnos de alguna clase,consistente en rellenar en braille un boleto con los goles de cada equipo de la liga nacional, conforme al calendario oficial, y un compañero se encargaba de custodiar los boletos y la recaudación, y el lunes se hacía el escrutinio, cobrando su importe los ganadores.
Los resultados los conocíamos a última hora de la tarde, y para ello uno de los celadores o el mismo conserje telefoneaban a un café de la ciudad, seguramente el café Blanco y Negro, quien nos facilitaba los resultados.
En el Diario de noche de Radio Nacional de España escuchábamos la breve información deportiva, pero únicamente los chicos autorizados por el padre Julio, que ejercía como jefe de internado en ausencia del Director.
La higiene se cuidaba bastante bien, gracias al buen celo del personal encargado de estos cometidos sanitarios. Teníamos peluquero semanalmente, y cuando el caso lo requería había desinfección de parásitos. La ducha era obligatoria y vigilada en los días señalados. El apartado sanitario igualmente estaba bien atendido con los medios de los que se disponía entonces, principalmente por el médico de plantilla, don Celso Mariño, buen médico y persona muy cuidadosa con los enfermos. La enfermería estaba ubicada en la segunda planta para los enfermos que debían guardar cama, por padecer gripe, paperas, etc. Uno de los celadores (entonces los llamábamos Auxiliares),que estaba diplomado en la especialidad de practicante, era quien nos inyectaba en las ocasiones requeridas,pero durante mi estancia asumió este cometido de practicante, don Manuel Redondo Peleteiro.
Al finalizar cada curso escolar, nos marchábamos para nuestros hogares, excepto algunos alumnos que no podían hacerlo porque sus familias carecían de medios económicos para su alimentación en casa, o bien que eran huérfanos.
Utilizando el medio de transporte más asequible de entoces para la inmensa mayoría de los ciudadanos, la Renfe, el colegio organizaba una expedición para llevar cada alumno a la estación de destino,ruta Madrid y el Norte, donde le esperaba algún familiar, previo aviso telefónico o por telegrama. Al frente de la expedición iban varios celadores, que atendían cualquier emergencia que pudiera surgir. En el mes de septiembre siguiente, se volvía a disponer la expedición de retorno ,para lo cual cada familia recibía en su casa una carta indicándole el día que debería presentar en la estación más cercana a su hijo.
En las vacaciones de Navidad y Semana santa, solamente salían aquellos alumnos que así lo pedían, pero no se organizaba expedición apoyada por celadores, solamente nos acompañaban a la estación de Renfe de Pontevedra o a la de autobuses. Eso sí, se avisaba a las respectivas familias para que nos recogieran en el final del trayecto del viaje.
Estos viajes de navidad y semana santa, a diferencia de los de vacaciones veraniegas, eran por nuestra cuenta, es decir, que la Once no los pagaba.
La ropa y el calzado que traíamos de nuestras casas cuando regresábamos de vacaciones se guardaba en el ropero, usando únicamente tanto a diario como en fechas señaladas la que nos proporcionaba el colegio.
La ropa deteriorada era reparada por las costureras del Centro, y también era repuesta por prendas nuevas cuando procedía. El calzado también era reparado pero lo hacía un profesional externo, y cuando no se estimaba el arreglo las botas se sustituían por otras nuevas.
Por Último me quiero referir a la profesora que me fue asignada en mi primera clase ,doña Mercedes Grases Vidal, natural de Cataluña, que dejó en mí un gran recuerdo porque era muy cariñosa con los alumnos y además enseñaba muy bien. A ella le debo el aprendizaje de la lectura y escritura del braille. También me enseñó cálculo y otras materias elementales. El conocimientno de estas materias me sirvió para aprobar el primer curso de la Enseñanza primaria, y pasar al segundo nivel a comienzo de curso, impartido por don Benito Martínez Losada.
Llegado el momento de los exámenesy con los nervios un poco alterados, el final del curso 1945-1946 lo afronté con ilusión como primeros exámenes que efectuaba en mi vida realizando los ejercicios consistentes en un dictado de escritura braille, cálculo aritmético, y responder oralmente a las preguntas que me hicieron los miembros encargados de calificar dichas pruebas.
Como detalle muy emotivo para mi edad juvenil, el jurado encargado de evaluar estos exámenes estaba formado además del Director del Centro y la Profesora que me dio las clases, por el Jefe Nacional don Javier Gutiérrez,don Juan Muñoz, Jefe de Enseñanza de la ONCE, y un Profesor del colegio dechamartín, don José Plata. Estas jerarquías estaban de visita oficial en el centro, para asistir a los actos de clausura, los cuales se celebraron y vivieron con mucha animación y emoción por parte del alumnado. Finalmente se sirvió una merienda-cena que tuvo lugar en los paseos, para lo cual se colocaron mesas y sillas en la zona de los parrales.
Y con los discursos de las Autoridades largamente aplaudidas por los presentes en este acto festivo, este curso escolar ya formaría parte de la historia de la gran labor docente llevada a cabo por la Institución,realizando un gran esfuerzo económico para la consecución de sus fines educativos.
Yo abandoné el colegio el 8 de julio de 1949, para comenzar el estudio del bachillerato en régimen de enseñanza integrada, y para lo cual la ONCE me había concedido una beca de 2.000 pesetas.
Estos son, a grandes rasgos, mis vivencias durante mi inolvidable estancia en este colegio.
Vigo, diez de enero, 2006.
Blas Vázquez Rodríguez.