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  Carta Abierta a Mi Bastón blanco (Alberto Gil)
 

 

 

Carta Abierta a Mi Bastón Blanco

Alberto Gil

Con motivo de celebrarse hoy el Día Internacional del bastón Blanco, por la mucha ayuda que las personas ciegas recibimos de él, he querido componerle esta sencilla carta a modo de homenaje.

 

Madrid, 15 de octubre de 2015

Mi muy querido bastón blanco:

A ti te escribo, como tantas veces escribí, una carta. Sí, como aquellas cartas de niño a los Reyes Magos o ya de mayor a quien tanto debo. Cartas de las que cuentan, como contaban cuando ni había teléfonos móviles ni Watshapp ni correo electrónico. Cartas de aquéllas que se esperaban durante días, incluso meses, aguardando su llegada con la espectación de la enamorada o del que había partido lejos o de quienes se habían quedado en los pueblos de mi Soria natal.

Sí, una carta te escribo para contarte que ahora tú vienes del Canadá para guiarme y no tropezar pero que el primero que conocí de los tuyos ya no recuerdo de dónde era. Hace tantos años... debió de ser allá por noviembre de 1987. Me pusieron en las manos lo que, al principio, me negaba a querer. No, no le quería porque eso significaba que ya estaba ciego y eso no me gustaba.

No, no os quería, quería seguir viendo aunque tropezara con los escalones y los postes y las personas.Quería seguir viendo, quería que no me vieran sin ver y llevaros significaba que ya no sería posible ocultar más la ceguera ni la vergüenza ni el qué dirán.

Pero aprendí a quererte. Me enseñaron que contigo la gente me ayudaría y no se burlaría de mis golpes o tropiezos. Supe que tú, o tus hermanos, serías mi compañero de rutinas y zascandileos mil, que vendrías conmigo al campo y a presentar mis libros y a descubrir lugares nuevos y a tantas y tantas experiencias.

Hoy eres más moderno, más ligero, te doblas y la contera gira. Incluso me enseñaron en una feria que os diseñaban hasta de colores para que hagan juego con los ojos presumidos, aunque no vean, de las chicas guapas, que como tengas que hacer juego con los míos... Aquél de 1987 pesaba y era largo y se enganchaba al deslizarlo por el suelo pero me enseñó que si lo llevaba podía salir a la calle solo, sin necesitar de alguien que me acompañara, y entonces el miedo y la vergüenza y el qué dirán quedaron atrás porque eso de volar solo, bueno solo no, contigo, era muy grande.

Y aquí estamos hoy, dedicándote mi motivo para sonreír del día y escribiéndote esta carta. Hoy, que es un día capicúa, qué bien suena el 15, tan bien suena que hasta le llaman la niña bonita. Y bien está que así sea porque el 15, tu día merece que sea.

Me acuerdo que te llevaba a la facultad y me acuerdo cuando te llevé el otro día al monólogo de Luis Piedrahita, el último sarao. Nos han pasado cosas, como cuando te atropelló, bueno a ti no, a uno de tus otros hermanos que han estado conmigo, aquel coche y le dejó hecho un 4 o el susto que me llevé cuando una anciana se enredó en otro y cayó cual peso muerto sin que me dijera nada ufff, qué susto. ¿Sabes? La buena señora se rompió la cadera.

Cómo lo sentí.

Claro que también me acuerdo, y sonrío, cuando dijeron, al ver tu contera-bola_ que cuántos querrían tenerlas así de gordas, jejejejeje.

Amigo bastón, compañero de viajes y citas. No pienses que porque cuando alguien que ve me ofrece su brazo te guardo en el bolsillo o en la bolsa de viaje o te dejo en casa, no es que me olvide de ti, qué va. Lo que pasa, seguro que me comprendes, es que me gusta que me cuenten lo que se ve y tú, de momento, no has aprendido a hablar. Quizá algún día... y entonces me cotillearás sobre las minifaldas en verano o las muecas del invierno.

Termino ya esta carta. Termino y lo hago dando las gracias a quien quiera que fuera, pensó en que un trozo de metal pintado de blanco sería una buena idea para que la negra noche de los ciegos dejara paso al amanecer de la participación y la autonomía. Sí, gracias a él y a quien te creó a ti que hoy me has llevado al trabajo sin tropezar, a pesar de los cubos de basura y los escalones al Metro y quienes estaban parados, de charleta, parados sí, en medio de la acera.

Y una cosa más, la última, si alguien duda en hacerse con otro bastón como tú, que no lo haga. Merece la pena quereros porque haciéndolo, si ya la señora doña ilustrísima ceguera se ha adueñado de sus ojos, se pueden recorrer muchos caminos.

Hasta ahora, en que volveremos a salir a la calle.

 
 
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