SIÉNTATE CONMIGO
  Profundas Reflexiones (Jesús Montoro Martínez)
 
 
 
 
  Profundas Reflexiones 
 
  Jesús Montoro Martínez
 
Cierta tarde dos ciegos totales muy espabilados y orientados, acompañaron hasta su domicilio a dos simpáticas chicas con las que se habían divertido toda la mañana tomando unas cañas de cerveza.
Por el camino, en el Pla Del Bon Repos, barrio que entonces se empezaba a construir, las muchachas advirtieron reiteradamente a los dos amigos, que había zanjas muy profundas a ambos lados de las calles y que era muy peligroso, para ellos, aventurarse por aquellos andurriales. Que hicieran el favor de no continuar acompañándolas, puesto que no les pasaría nada, a pleno día y ya cerca de su casa.
Insistieron las damas, tratando de convencer a los dos amigos para que se volvieran, pero éstos se mantuvieron firmes en no despedirse hasta dejarlas en el portal de sus casas, porque eran unos caballeros muy galanes, a quienes ofendía que las chicas pensaran que por ser ciegos eran incapaces de cortejarlas.
Cuando se separaron de las chavalas los dos amigos regresaron al centro de la ciudad manejando sus bastones caminando despacio y tomando las precauciones del caso, sobre todo cuando pisaban tierra suelta.
Qué profundidad tendrán estas zanjas?comentó uno de ellos.  Si encontrásemos una piedra, la arrojaríamos al fondo para calcularla,
pero no hemos tropezado con pedruscos hasta ahora,-respondió el otro.
Pues tira una peseta o un duro -sugirió el que había hablado en primer término.
No estoy tan sobrado de dinero como para gastarlo en estas averiguaciones.
Tira tú una moneda.
-¡Ya encontré la solución! -exclamó el primero-. Tengo ganas de mear y el chorro nos descubrirá la profundidad de la zanja.
Pero te va a ver la gente. No importa. Además si viene alguien a llamarme la atención le diremos que nos saque de esta encerrona y se habrán acabado nuestros miedos.
Pasito a pasito llegaron al borde de una de las zanjas y, quien había tenido tan brillante idea, se puso a orinar tranquilamente, pero como "picha española nunca mea sola", enseguida le imitó el otro. Entonces, desde lo hondo de la zanja una voz gritó:
-¡Trece metros, coño!
 
 
 
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