Eran las ocho de la mañana cuando runruneó el despertador anunciando de esta manera la preparación física y mental que tenía que realizar en un día esperado desde que nos invitaron a esa carrera.
-¿Le llamo ya a Urtatx o esperamos a que desayunes? -dictaba a viva voz mi hermana Udiarraga.
-Déjale que siga jugando, ya tendrá tiempo de acompañarme y aburrirse de mí -le contesté seguidamente.
De esta manera saltaba de la cama y conseguía mi primer golpe, y la caja de juguetes de Axular el objetivo topado en medio de la habitación.
-¿Qué ha sido ese ruido, eres tú otra vez Koldo?
-Sí ama, empiezo bien la jornada, creía que cuando llegara a mayor esto no me pasaría, pero qué quieres que te diga, es una desgracia y bastante tengo yo.
-Ahora, voy a acompañarte a vestirte y te plancho el dorsal, que ayer se sentó Urtatx encima de él cuando estabais jugando en la calle y lo aplastó -apostilló ama Pili.
Con esta actividad comenzaba un ajetreado día en el que tenía muchas ilusiones depositadas, llevaba pensando en la carrera toda la semana, había convencido a mis amigos para que viniesen a Portugalete e incluso varios de ellos me habían prometido correr, aunque eso de taparse los ojos les tenía ciegos.
Cincuenta minutos después de darme el primer tropezón, encontré el segundo obstáculo en forma de balde de comida de Urtatx que lo había movido, sabedor de mi pasaje por ese pasillo tras vestirme, Dios quiso que quedara en otro de los golpes que acostumbro.
Montamos en el coche familiar que tiene Tebi, siempre llega diez minutos antes a recogerme, y además, es el único de los amigos que dispone de vehículo motriz, hace un año que tiene carnet y su aita le ha regalado un mondeo azul oscuro de segunda mano, de esa manera podemos acomodarle mejor a Urtatx y así nos acompaña siempre.
Desde Larreineta hasta la plaza del Ayuntamiento de Portugalete nos vamos imaginando que entraremos de los primeros en línea de meta, que repetiremos como en las dos últimas carreras, aunque nos da mucha pena dejarle a Urtatx sin correr, porque nos han dicho que en esta carrera no van a dejar el acompañamiento de perros.
-Koldo, ¿a cuántas carreras de cascabel hemos ido ya? -me pregunta Tebi.
-Pues yo creo que a más de seis, si contamos la exhibición que hicimos en el Ibilaldi del año pasado, que por cierto, este año se va a celebrar en Getxo y nos han dicho que volvamos a repetir, incluido el correr por el Puente.
-¿Será ese día el que tendremos que subir a la pasarela por los ascensores, tal y como nos comentaron?
-Seguramente que si, ya sabes que en las exhibiciones nos llevan por los lugares más difíciles, con lo que nos gusta a nosotros, ¿verdad?
Llegamos y aparcamos en la villa Jarrillera, nos ponemos los dorsales con los imperdibles que siempre llevamos, también negociamos con Udiarraga para que cuando hayamos rebasado el espigón, en la primera vuelta, le suelte un poco a Urtatx y nos siga, ladrando, con lo bien que lo hace, nos da mucha moral.
Entramos en la plaza en olor de multitudes, todos nos aplauden, gritan bonitas frases; ¡Txapeldunak! ¡Hoy también vais a ganar! ¡Que se repita lo del mes pasado en Ugao!
Por megafonía anuncian que en breves momentos va a darse la salida, recuerdan que no es competición, que todos llevamos un dorsal y que con el número de identificación, tras la llegada, se sortearán premios y regalos.
La misma voz que desde el templete de músicos está anunciando la salida dice que tenemos que esperar a que la barquilla descargue a todos los viajeros y tome rumbo a Las Arenas, para que no entorpezcamos el tráfico.
Tanto es así que, sin darnos cuenta, parte la barquilla y tocan el pitido de salida, arrancando de esta manera la PRIMERA CARRERA DE CASCABELES DE PORTUGALETE.
Cogemos una estupenda posición de salida y agarrados al testigo de cuerda que me regalaron en el primer cursillo de la O.N.C.E. al que asistí, mantenemos un lugar privilegiado en toda la carrera, rebasándonos sólo tres corredores en la recta final, justo bajo el Puente, a escasos trescientos metros del Ayuntamiento, de donde partimos y llegamos.
Siempre que acudo a estas carreras me pregunto si todos los que nos aplauden tienen conciencia real de lo que nos pasa, de la mala suerte que tuvimos al nacer con una deficiencia visual, que como en mi caso, no me permite ver nada y nunca. Los aplausos terminan y regresas a casa y te vuelves a caer, cada dos días me hago de sangrar, aunque lo cierto es que todos los que me rodean me trasladan mucho cariño y me ayudan constantemente, es una pena no poder valerme por mí mismo.
Regresando a casa, en una de las últimas curvas del puerto llegando a Larreineta, con la panorámica de toda la margen izquierda a nuestros pies, le digo a Tebi que pare un poco el coche porque quiero ver los montes y la ría.
-Tebi, ¿qué grande es Bizkaia, verdad?
-Claro, como su gente, somos personas que siempre hemos destacado por nuestra grandeza humana.
-No, me refería a sus pueblos, a lo inmenso de su campo, a la maravilla de su geografía.
-Koldo, siempre que estamos llegando a casa me dices lo mismo, paramos aquí y terminas llorando. Si eso te tranquiliza dímelo, a mí también me tranquilizaría saberlo.
-Tebi, tus ojos son los míos, cuéntame de nuevo lo que ayer me dijiste que cuando empezó a llover tuvimos que ir pitando a casa, entonces me describías Santurtzi y me recreaba con su puerto y con la Virgen del Carmen, que dicen es como todas, de estilo Andra Mari.
Aquella jornada deportiva había terminado y ahora comenzaba de nuevo la lucha personal contra todos los obstáculos que nos pone la vida, que para los que tenemos discapacidad visual son todos, vamos que los ciegos no vemos nada, qué tenemos que imaginarnos todo y que necesitamos siempre de ayuda.
Si acaso estas carreras sirvieran para que la gente tomase mayor conciencia y ayudase más a los ciegos, todos habríamos ganado la carrera. En cualquier caso me quedo con el esfuerzo de superación que diariamente tenemos que hacer. Ello nos hace fuertes, cada día es un obstáculo superado, una barrera rota.
La tarde la paso escribiendo y jugando con Urtatx qué está muy revoltoso desde que le he echado la bronca a la mañana por ponerme una barrera. Estoy ya en la página trece de mi relato, qué contento estaría si pudiera ver igual que Tebi, entonces ganaría todas las carreras, Suena el teléfono y grita ama desde la cocina,
-¡Koldo, cógelo que será para ti!
Respondo, no sin tropezarme antes con el sillón, que ya me gustaría saber quién lo ha movido.
-¡Dígame!
-Koldo, soy Tebi.
-Ah, ¿qué mosca te ha picado?
-Que al mediodía se te ha olvidado decirme cuál es el título que has puesto a tu relato.
-El Puente como testigo.
-¿Y eso qué tiene que ver con lo que me contaste de las brujas de Urdazubi y Zugarramurdi?
-Nada, pero cuando entrábamos en meta me ha susurrado el Puente Colgante que ha sido testigo mudo de 109 años de historia y yo soy ciego y sólo tengo 19 años. Aunque no tiene nada que ver, ha querido guardar el recuerdo de la carrera y tu compañía, titulando así mi relato.