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  Carta a Louis Braille (Antonio Martín Figueroa)
 

 

 

Carta a Louis Braille

 

Antonio Martín figueroa

Querido Louis: Sí, claro que me acuerdo de ti en el aniversario de tu nacimiento, aunque éstas sean fechas muy señaladas y de mucha celebración.

Olvidarme de ti me resulta imposible, pues siempre estoy como ahora, sirviéndome de tu descubrimiento.

Esta vez deseo poner el acento precisamente ahí; porque quienes leemos o escribimos utilizando tu sistema, no tenemos dudas de encontrar el acento resaltando la vocal correspondiente.

Yo creo que los acentos contribuyen a favorecer lo agradable y estético del texto braille.

Porque las vocales acentuadas requieren mayor espacio y los dedos se acomodan mejor observando los puntos.

Me parece más agradable al tacto leer, por ejemplo, Té, Sí y Tú, que sus vocablos sin acentuar, salvando la necesidad de remarcar sus diferentes funciones.

Además, al utilizar los puntos de la fila inferior, las letras acentuadas adquieren fortaleza, se asientan firmemente sobre dichos puntos.

Ya habrás comprobado, quizá por casualidad, el apellido Vázquez, relativamente frecuente por tierras españolas; a mí me gusta, porque en su estructura semeja una gran construcción. Pero esto último, claro, son boberías que se me ocurren al escribirte ahora.

Las vocales acentuadas que tú nos legaste deberían ser irreemplazables; lo digo por esa manía que hoy prolifera en el idioma español de ir desprendiéndose de la tilde, cuando en realidad marcamos el acento al pronunciar las palabras o las frases.

Se lo han quitado ya a los pronombres demostrativos, y lo dejan al buen criterio en algunos otros vocablos y circunstancias.

¿Te imaginas, ya que andamos en estas celebraciones, la diferencia abismal entre leer y escribir, por ejemplo, el Ángel, Belén, José, María, turrón, Jesús, sin la vocal acentuada? A mí, de verdad, no me gusta; me parece que les han despojado de algo muy importante.

Bueno, pues eso; que el acento que tú tan acertadamente incluiste para diferenciar las vocales, obliga a pronunciarse y utilizarse.

¡Qué monótono resultaría el habla pronunciando todas las palabras con la misma intensidad! Claro, tal vez en el español no estamos muy acostumbrados.

Oye, desde donde estés, mueve a esos que se ufanan de expertos, para que dicten la norma en beneficio de que el acento no desaparezca de la escritura ni de la conversación, a pesar de la invasión brutal de los anglicismos y de las barbaridades gráficas de tantos mensajes cortos difundidos por la tecnología imperante.

Te mereces un aplauso de reconocimiento.

Hasta siempre

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
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