Querido Sistema Braille: Llegó el momento de confesarte mi amor y gratitud públicamente. Déjame contar a los lectores nuestra historia, por favor; tienen que conocerla porque es maravillosa.
Nos presentó una monja, en un colegio de niñas ciegas; muy curioso porque ella sabía que tú y yo nos íbamos a gustar, pero las religiosas no podían hablarnos de amor. Fuiste muy pudoroso, no me dejabas tocarte de una vez, me enseñabas puntito a puntito. Estabas puesto en un papel grueso, y para mi tacto eras al principio algo desagradable. Parecía que pinchabas; sólo querías que te tocara con un dedo: Primero tu cabeza que era el punto 1, luego tu cuello que era el punto 2, después tus brazos que eran el 3 y el 4; luego tus piernas que eran el 5 y el 6. Y ya por último me dejaste tocar todo tu cuerpo formado con esos 6 puntitos que, poco a poco, me iban agradando más al tacto. Así, tocándote un día y otro, aprendí a escucharte, a leer lo que me decías en un alfabeto, en un libro... Pero, ¿cómo te podía yo hablar? ¿Cómo podía yo hablar al mundo a través de ti? Me diste 2 opciones: mediante pauta y punzón; o mediante máquina Perkins. acepté primero la pauta que era la más accesible para mí. Tenía que pinchar en los cuadritos de la rejilla con un punzón y formar las letras del mensaje, con la combinación de todo el puzzle que componía tu cuerpo. Era divertido, pero pronto me resultó pesado y en cuanto pude, cambié pauta por Perkins. Con esta máquina, en un solo golpe de teclas formaba una letra y era mucho más rápido comunicar con la gente. Tú y yo nos hicimos superamigos en el colegio. Pero yo te necesitaba cada vez más: te quería tener en libros, en relojes que me avisaran de las horas de recreo o de estudios... Pasé a otro colegio donde eso se cumplió: nuestra amistad iba creciendo, nunca me fallabas; siempre estabas ahí para ayudarme a estudiar o a jugar con los demás por ejemplo a las cartas. Me ayudaste a conocer a muchos amigos con los que en vacaciones podía comunicar a través de ti. Cuando salí del colegio, ya no nos podíamos separar. Tú y yo nos dimos cuenta de que éramos una pareja indisoluble. Hace 8 años que nos decidimos a vivir juntos para siempre; fue el día que tú me ayudaste a conseguir uno de mis más caros deseos: manejar un ordenador con toda normalidad. Sin ti, mi Braille querido, eso no podría ni soñarlo. Para tener un ordenador, un móvil, te necesito a ti primero sin remedio; así fue como decidimos que yo adquiriese un Braille Lite, para conectarlo al PC y que tú me cuentes cuanto me hable ese ordenador para poder yo actuar en todo momento. Y desde esa decisión mutua, tú y yo vivimos en permanente eucaristía.
Algunos me dicen que tarde o temprano tú me dejarás; que dejarás de existir...; ¡nunca! ¡Me niego a separarme de ti, me niego en redondo! Tú jamás me has abandonado, siempre has estado aquí para darme alegría, caprichos, placer... Todo cuanto sé te lo debo a ti; tu fin sería mi fin, y tú eso no lo querrás, ¿verdad, mi amor? ¡Yo tampoco lo permitiré! Me aferro a ti con todas mis fuerzas y te aseguro que vendrás conmigo hasta el último de mis días.
¡Gracias por serlo todo para mí! ¡Te amo, mi SISTEMA BRAILLE!