El ilicitano de nacimiento, aunque vivía en la ciudad de Alicante, Tomás Aznar Sánchez perdió la vista en el año 1857 y fue a Barcelona a visitar a un famoso oftalmólogo con la esperanza de que le curase y devolviese su visión; mas el diagnóstico fue desfavorable y el médico sólo le prodigó palabras de consuelo y buenos consejos, entre ellos, que aprovechase su estancia en la ciudad condal para visitar la escuela de Ciegos y Sordomudos que en ella había fundado el Sr. Llorens; esta sugerencia fue bien acogida por el paciente.
Tomás Aznar fue durante varios meses, como alumno, a la institución docente para ciegos y sordomudos, donde aprendió el sistema Llorens y a manejar todo el material pedagógico que allí se utilizaba. Al año siguiente se trasladó a Madrid, donde Juan Manuel Ballesteros, fundador del colegio de ciegos de dicha capital y Francisco Fernández Villabrille, profesor de este centro docente, le enseñaron lo poco que conocían del sistema Braille y el uso de algunos aparatos empleados en la enseñanza de ciegos; aprendió, asimismo, el sistema Abreu, que le fue explicado por su creador el ciego Gabriel Abreu Castaño, que era profesor de música en el colegio de Madrid.
Le indicaron que si quería conocer más a fondo el sistema Braille, fuera a París, donde se estaba difundiendo por aquellos tiempos; allí fue Tomás, comprando el material que le pareció más idóneo del existente en el mercado para la enseñanza de ciegos y trayéndolo a Alicante donde hizo una petición al ayuntamiento para que le dejaran instalar un colegio para ciegos; la concesión se la dan el día 5 de abril de 1862 y comenzó a impartir clases en los bajos de su propio domicilio, sito en la calle del
Pozo nº 7 de esta ciudad, adonde, en principio, acudían cinco jóvenes y algún adulto, que fueron sus primeros alumnos.
En el año 1871 se incorporó a la escuela de ciegos, como profesor auxiliar, Francisco Just y Valentí, cajista de imprenta que acababa de perder la vista y quien, con el tiempo, sería uno de los ciegos españoles de más renombre. Merced a su colaboración pudo Tomás Aznar aumentar hasta 12 el número de sus alumnos y dedicarse más intensamente a la enseñanza musical, en tanto que Francisco Just impartía las lecciones de cultura general y hacía practicar el sistema Braille. (Para un próximo número de esta revista, traeremos la biografía de este ilustre alicantino Francisco Just y Valentí).
Es sorprendente y casi milagroso cómo con donativos, mandas testamentarias y algunas aportaciones voluntarias de algunos alumnos pudo sostenerse esta pequeña escuela de ciegos hasta el año 1878, año en el que la Excelentísima Diputación Provincial de Alicante, comprobada la positiva y eficaz labor que se realizaba en dicho centro, acuerda tomar a éste bajo su patrocinio y reconoce, oficialmente, como director y profesor del mismo, respectivamente, a los señores Aznar y Just, a quienes asigna un sueldo mensual.
La Excma. Diputación empezó a dar una subvención de mil pesetas, con las cuales, tenían que atender el alquiler del piso, que hacía un par de años se había trasladado el colegio a una planta baja de la calle Trafalgar, el arreglo de pianos, varios instrumentos musicales que tenían, así como empezaron un pequeño taller de escobería. Los recursos eran escasos, dada la crisis política y económica que atravesaba España.
En la escuela de ciegos se enseñaban las cuatro operaciones básicas matemáticas, el sistema Braille, los conocimientos fundamentales de la Enseñanza Primaria y, principalmente, a tocar algún instrumento musical con el cual poderse ganar la vida, siendo varios los alumnos que consiguieron colocarse como organistas en algunas iglesias de Alicante y su provincia o de profesores de música en algunas de las escuelas municipales que por aquí proliferaban mucho, de las cuales se nutren las bandas municipales. Muchos ciegos formaron orquestinas y aprovechaban para tocar en bodas, bautizos, etc.
Al cumplir el colegio de ciegos el vigésimo octavo aniversario, la Excelentísima Diputación provincial de Alicante, quiso dotar a la misma de una Biblioteca, para lo cual pidió a Francisco Just que copiara en Braille varios libros, haciéndolo e inaugurando la misma el día 5 de Abril de 1890. De los primeros ocho libros que tuvo dicha biblioteca, fueron cedidos al museo tiflológico de Madrid. Todos los libros que ha dejado escritos el Sr. Just y Valentí, tenían la hoja escrita y las rodeaba siempre con unos dibujos distintos siempre en cada hoja.
En el otoño de 1890 la escuela de ciegos se instala en un almacén de la calle Mayor, propiedad de la familia Just, donde se dispone de espacio suficiente para impartir las clases a una veintena de discípulos y tener Biblioteca y algún cuarto para poder estudiar; el local de la calle del Pozo se dedicó a taller, en el cual se enseñaba escobería, cestería, cordelería y otros trabajos de artesanía, encargándose de estos menesteres una persona ciega cuyo nombre desconocemos. Los aprendices de estos oficios debían pagarse sus herramientas y el taller les proporcionaba, gratuitamente, las materias primas y las lecciones, que eran costeadas por la Excma. Diputación Provincial de Alicante.
En el año 1903 consiguió F. Just constituir un patronato provincial protector de ciegos, integrado por destacadas personalidades de la vida social alicantina, que organizó la rifa de unos boletos numerados, que vendían los invidentes diariamente, y cuya venta se considera como el origen del cupón pro-ciegos en España. Además, este Patronato, que estaba presidido por el Excmo. Sr. Presidente de la diputación provincial, financiaba todos los gastos que comportaba la problemática del taller de invidentes y concedía ayudas a la escuela, poniendo en funcionamiento, un centro instructivo y protector de ciegos, bajo la tutela del abad de la colegiata de San Nicolás.
En las navidades del año 1907 fallece el director de la escuela de ciegos, don Tomás Aznar y Sánchez y unos meses más tarde en febrero de 1908 es nombrado director del centro docente tiflológico Francisco Just y Valentí, instalándose el establecimiento -que en adelante recibirá el nombre de Escuela Provincial de Ciegos- en unas dependencias de la Beneficencia, porque la Excma. Diputación quiere que puedan beneficiarse de las enseñanzas impartidas en el mismo, todos los ciegos de la provincia en edad escolar, para lo cual les ofrece ser internos de este hospicio.
El 29 de febrero de 1908 es nombrado profesor de música el ciego Ricardo Giner Brotons, quien se encarga de impartir las lecciones de solfeo, piano y órgano.
En la Beneficencia se educaban conjuntamente ciegos y sordomudos, hecho que motivaba graves problemas pedagógicos y conflictos en el internado; máxime no existiendo límite de edad para la instrucción de estos disminuidos físicos en ambas escuelas. La situación llegó a ser tan tensa, que la diputación instaló la escuela provincial de ciegos en una planta baja húmeda e insana de la calle de los árboles (Hoy san Vicente), local totalmente inadecuado para el fin al que se le destinaba, y no admitiendo a partir de este momento a alumnos menores de 8 años y a los mayores de 20 cumplidos.
En octubre de 1921 se jubiló Francisco Just y fue nombrado director entonces el músico Ricardo Giner Brotons y se nombró para las clases musicales a Rafael Sempere que era maestro de capilla de la Colegiata de san Nicolás, quien años más tarde también daría clases de mecanografía.
En el año 1924 había en la Escuela provincial de Ciegos veintidós alumnos, de los cuales eran varones quince (10 internos y cinco externos) y siete hembras (cinco internas y dos externas); en la escuela se impartían clases de cultura general o enseñanza primaria, enseñanza musical variada y, en los talleres que se crearon, se les enseñaba encuadernación, rejilla, alpargatería, asientos de sillas de enea, etc.; en aquel año se empezó a dar clases de mecanografía.
Otra curiosidad: en el año 1926 el claustro de dicha escuela lo formaban: Ricardo Giner director y maestro de las primeras letras; Manuel Lanuza Molina, profesor que enseñaba cultura general a los alumnos más avanzados; Félix Martínez Terol, profesor de solfeo, piano e instrumentos de pulso y púa; Manuel Ríos Fuster, profesor de violín; Rafael Sempere, profesor de armonía, harmónium, órgano y mecanografía y Victoria Sesé Cantó, maestra de las niñas en cultura general o enseñanza primaria.
El Patronato provincial protector de ciegos también en el año 1926, lo integraban:
Presidente, Pascual Mas y Mas (presidente de la Excma. Diputación provincial).
Vicepresidente, Augusto Issanjou Rieunier. Tesorero: José Tato Ortega. Vocales: Heliodoro Guillén, León Sanz y Pedro Herrero.
Posteriormente, con los terrenos cedidos por la señora marquesa del Bosch y ciertos ahorros donados por Sor Paulina Campos, se construyó un edificio en la calle Álvarez Sereix frente a la Montanyeta.
En este moderno edificio de la calle Álvarez Sereix Nº 3 con luces en sus cuatro fachadas, que consta de planta baja y dos pisos con una amplia terraza en la parte más superior y un patio central donde hay árboles, se instala en octubre de 1929 la Escuela provincial de ciegos, que desde ese momento se llamará Instituto Provincial de Ciegos. Tiene capacidad para 40 alumnos internos de ambos sexos, entre los cuales se cuentan algunos niños ciegos de la provincia de Alicante, que hasta entonces eran alojados en la casa de Beneficencia y habían de desplazarse diariamente hasta el colegio por la mañana y por la tarde para asistir a las clases. La misión de regir el internado, según lo dispuso la fundadora, la monja Sor Paulina Campos, se encomendó a cinco hermanas de la Caridad, pertenecientes a la rama española de la orden religiosa de San Vicente de Paúl.
En junio de 1929 fue jubilado Ricardo Giner y la dirección del Instituto provincial de Ciegos se confió a un funcionario vidente de la Excma. Diputación, persona que actuaba como administrador, siendo el primero de ellos Don Víctor Viñes, quien desempeñó este cargo hasta agosto de 1936. Durante estos siete años se aumentó la plantilla del profesorado, ingresando como profesora de piano y violín en 1930 Paquita Sánchez Molina, quien en 1932 se encargó de impartir cultura general a las niñas más avanzadas, misión que desempeñó hasta marzo de 1939, que se exilió en Casablanca (Marruecos).
En 1931 es nombrado profesor de cultura general o primaria de los alumnos más adelantados, Roberto Sánchez López. Al año siguiente ingresaron los profesores Rafael Rodríguez Albert y Tomás Aldeguer Lloret, quienes se encargaron, respectivamente, de las clases de piano, armonía e historia de la música y de los instrumentos de arco.
Con la incorporación de estos nuevos profesores el Instituto recibió un vigor y una savia vivificantes que dieron un poderoso impulso a la enseñanza impartida en el Centro, promoviéndose el acceso de los alumnos al conservatorio, facilitándoseles la asistencia a conciertos y participando en la vida cultural alicantina, así como organizando veladas literario-musicales en el centro a las cuales tenían acceso todos los que quisieran asistir.
Al estallar la guerra civil española Víctor Viñes es nombrado director de la prisión provincial de Alicante y le sustituye como administrador Vicente Iborra, quien dimite pronto y se marcha al frente, siendo designado Santiago Arnal como administrador, quien instala a sus alumnos en un grupo escolar del barrio de Carolinas altas y más tarde los traslada a una finca, llamada la "Coronela", en la partida de El Rebolledo, para evitar que los muchos ataques aéreos que sufre la ciudad no alcancen a sus tutelados; la finca "Coronela" está a unos 10Km de Alicante.
Terminada la guerra civil el día 1 de abril de 1939, los alumnos se instalan nuevamente en el inmueble de la calle Álvarez Sereix nº 3, vuelven las hermanas de la Caridad a controlar todos los servicios y es nombrado administrador Manuel Tordera, quien pronto deja el cargo y es designado Ángel Caballero para sucederle, quien en el año 1942 es relevado por Claudio Reig.
En el año 1943 se hizo cargo la Once del Instituto Provincial de Ciegos en Alicante, cuyo edificio compró en el año 1947, llamándose desde entonces este centro docente Colegio nº 3 de la Once, siendo designadas cinco monjas de la Caridad, rama francesa de la orden religiosa de san Vicente de Paúl para controlar todos los servicios y nombrándose a Ezequiel Avia director del establecimiento.
En el año 1947 integraban el claustro:
Director: Ezequiel Avia también daba clase a los mayores; José M.a Bruned Zamora, profesor de los cursos medios; Encarnación Crisenti, Francisca Ruiz Duarte y Mercedes Frases profesoras de las niñas. Manuel Mallol, profesor de medianos; Manuel Lanuza, profesor de párvulos; Félix Martínez, profesor de solfeo, piano y de instrumentos de pulso y púa e Ignacio Malhuenda que era profesor de gimnasia.
Se imparten las enseñanzas oficiales de las escuelas ordinarias más alguna asignatura complementaria como por ejemplo francés, impartida por Antonio Núñez, manualidades, Antonio Bellver.
El colegio por entonces tiene capacidad para unos cien alumnos, setenta varones y treinta hembras, que ingresan a los siete años de edad y terminan su escolaridad a los 18 años, hasta que en el año 1956 dispone la Once que todos los escolares al cumplir los 15 años se trasladen al colegio nº 1 de Madrid; disposición que se mantiene vigente hasta los años setenta aproximadamente, para volver a completar su escolaridad en un mismo centro docente, salvo que haya de cursar estudios superiores o especiales, los cuales se imparten en el de Madrid.
En el año 1966 es reconocido oficialmente por el ministerio de Educación y Ciencia el colegio de Ciegos de Alicante, que, desde 1958, se llama colegio Espíritu Santo de la Once, habiendo aumentado el número de profesores.
En septiembre de 1970 se instaló el colegio Espíritu Santo de la Once en unos pabellones modernos, recién construidos en una finca de 85.000m cuadrados, sita en el Km. 86,400 de la carretera Murcia-Valencia, donde se comenzó a impartir la educación general básica por 36 profesores y unos 230 alumnos de ambos sexos, siendo director Francisco Suárez Fernández, habiendo 10 monjas de san Vicente de Paúl y un total de unos 115 personas subordinadas a sus órdenes.
El día 30 de mayo de 1971 inauguró el colegio Espíritu Santo de la Once, el ministro de Educación y Ciencia, Tomás Garicano Goñi, centro docente que viene¡ manteniendo una línea ascendente en su política educativa, poniendo en práctica cuantas directrices pedagógicas establece el ministerio de Educación para conseguir los objetivos propuestos.