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  Un Sueño Hecho Realidad (Alberto Gil)
 

 

 

Un Sueño Hecho Realidad

 

Alberto Gil

Mi historia es la de un viaje, uno de esos periplos que, a las personas que ven se les queda impreso en su retina, y a quienes como yo, están privadas de visión, permanece en los pliegues de la memoria de forma imborrable.

Se trataba de homenajear a Louis Braille, el inventor del código de lectura y escritura en puntos salientes para ciegos, con motivo del bicentenario de su nacimiento en 2009, gracias al cual alguien como yo puede disfrutar de la luz del conocimiento y la cultura.

Además de visitar los territorios en los que él vivió y desarrolló sus actividades (su casa natal, su pequeño pueblo, el colegio donde estudió, el lugar de su enterramiento), lo que me llevó a ese viaje fue el aspirar a sentirme más cerca del genio, una persona humilde, acosada por la enfermedad desde niño y que, sin embargo, fue capaz de sobreponerse a ella y dejarnos una lección de vida que en su sencillez encierra la grandeza de lo legado.

Querría ser capaz de transmitir la emoción que uno siente al estar allí: percibir los sonidos de la naturaleza que le rodearon, tocar las tablillas con tachuelas que su padre le construyó con letras mayúsculas en relieve para que aprendiese, estar a los pies de su humilde sepultura, pasear por donde él paseó.

Cuando a mí la ceguera me llevó a no poder leer durante un tiempo y descubrí que podía hacerlo a través de unos puntitos mágicos, el mundo volvió a abrirse de nuevo. Recuerdo el esfuerzo que me supuso adiestrar el tacto, pero cuando, ya instruido en braille, comencé la novela de Julio Verne }Miguel Strogoff} sentí que volvía a ver. Y todo gracias a un señor del que entonces no conocía nada, pero que soñé con que un día me acercaría a él y a su universo.

La tenacidad, la sencillez, el sobreponerse a la discapacidad, el deseo de ir más allá fueron algunas de sus cualidades y yo quise hacerlas mías.

Os lo afirmo: se puede, merece la pena. Estoy seguro de que lo poco que yo pueda aportar servirá para dejar una huella que otros puedan seguir. Éste será mi mayor reconocimiento, no sólo a Louis Braille, sino a mis padres que me educaron en la constancia, el esfuerzo y el mirar hacia adelante con ilusión y confianza.

No os negaré que no resulte fácil, que a veces el desaliento quiere adueñarse de mí, pero tengo presente al joven Louis y el saber que si otros se superan, hacen cosas, yo también puedo hacerlas. Es muy hermoso pensar que me puedo valer, con la ayuda de muchas gentes buenas, con mi bastón blanco, con nuevos dispositivos, comprender que soy valorado por las pequeñas cosas que consigo.

¿Y la recompensa, el premio? El tener una vida como la de cualquier otro ciudadano, participar de actividades y sentirse querido, a veces, incluso admirado. ¿Qué más puede uno pedir?

Louis Braille nos señaló el camino; nosotros, simplemente, debemos transitar por él.

 

 

 
 
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