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  Carta de Un Vendedor a Sus Clientes (Roberto Enjuto)
 

 

 

Carta de Un Vendedor a Sus Clientes

Roberto Enjuto

Queridos clientes y amigos:

Esta, quiere ser una carta de agradecimiento por vuestro inmenso apoyo durante todos estos años. Apoyo, que no sólo ha abarcado el tema laboral, sino que ha servido para que me forme en muchos valores que vosotros habéis encarnado para mí.

Por supuesto, conocí el cupón, cuando todavía estaba en los colegios y por tanto, beneficiándome del trabajo de otros compañeros y de vuestra colaboración con ellos. Sin embargo, fue sólo al empezar a trabajar directamente en la venta, cuando comenzó otro tipo de aprendizaje. A pesar de que como dije antes esta carta es de agradecimiento, no podré al final, evitar un poso de amargura, por cómo están yendo las cosas en la actualidad y por cómo siento que en algunos estamentos, nadie aprendió lo que significó a lo largo de los años, esa relación vuestra con nosotros los ciegos.

Mi actitud al comenzar a vender, era un poco frívola, porque no me había planteado nada en serio este trabajo. Era una manera como otra cualquiera, de ganarme la vida.

Al empezar a conoceros, poco a poco me percaté de que había mucho más que eso. Que estaba rodeado de excelentes personas que me habían acogido con verdadero afecto.

A medida que pasó el tiempo, os sentí a todos, como auténticos padres y madres para mí. No se me olvidan las mañanas durísimas del invierno madrileño. Aunque no os veía, sí sentía que alguno de vosotros miraba el papel y a mí y de pronto, se acercaba y me decía: ¿Esto es lo que te queda? Sí; respondía yo; ¡pero es mucho! Entonces me decía: Dámelo y vete a casa o entra y tómate un café.

Era un sentimiento que todavía lo noto y me siento muy honrado de que me lo hayáis dado. A veces, a mis hermanos ciegos, les molesta mucho la compasión, porque creen que se les está subestimando. Yo no lo veía ni lo veo así. Sentía y siento vuestro cariño y apoyo y de verdad, os estoy muy agradecido.

Con el tiempo sin embargo, fueron ocurriendo cosas que yo creo que a muchos, quizá nos hayan hecho perder la perspectiva de algunas cuestiones importantes.

Recuerdo el primer curso de formación de vendedores que tomé, allá por el 93, y en él, alguien preguntó que cuáles creíamos que eran las motivaciones de los clientes, para comprar nuestros productos. Yo respondí sin dudar, que una de las fundamentales para mí, era el afecto hacia su vendedor y hacia la causa de los ciegos. lamentablemente, mis compañeros de curso se echaron a reír y no hubo nadie que secundara mi idea. Para todos ellos, simplemente se trataba de una transacción comercial en la que el cliente buscaba sólo el premio. Creo de veras, que ese fue el primer veneno que entorpeció seriamente la relación, cliente vendedor y sobre todo, hizo que la casta incipiente de dirigentes privilegiados que ya es un verdadero cáncer, empezara a perder el sentido de la realidad.

A todo esto, todavía seguíamos más o menos bien y antes de continuar, quiero poner de relieve algunos hechos que me hicieron aprender de vosotros lo que es dar algo sin más. Había y sigue habiendo mañanas durísimas de calor veraniego, en las que muchas madres me bajan refrescos y otras delicias. Hay compañeros, a los que les he oído hablar de estas cosas, como si fueran mérito suyo, por su bien hacer. ¡Qué barbaridad! ¡Como puede la gente infatuarse tanto! Esas son las circunstancias que bajo mi punto de vista, nos han hecho perder el enfoque correcto. No quiero dejar sin mencionar, que cuando la calle estaba imposible de obras, algún cliente jubilado, se tomó como tarea propia, el ayudarme a ir a cobrar a los bares y si él no podía, algún otro amigo venía a sustituirle. Estas cosas, queridos clientes, me han hecho aprender una moral muy dulce y por eso os tengo que dar las gracias.

En los últimos tiempos, parece que en mi institución, ya casi sólo empresa, se han olvidado de este tipo de valores y por otro lado, están muy asustados porque parece que las cosas van mal. ¡Cómo no van a ir mal, si estamos negando una y otra vez lo que hemos sido a lo largo del tiempo, y por ende, estamos echando a nuestros clientes! Ahora, os sigo teniendo allí y me seguís honrando con vuestra amistad. Sin embargo, cuando os acercáis a comprar cupón, noto como si no reconocierais aquello a lo que antes ayudabais. Especialmente esos días de doble sorteo, siento que algo en vosotros chirría. A veces, me lo decís. En otras ocasiones, guardáis un expresivo silencio y os retiráis. Quiero deciros, que siento lo mismo que vosotros o incluso más. Entiendo que os sintáis abrumados ante tanto papel, tanta oferta y tanto "profesionalismo" entre comillas. No es lo que era; ya lo sé.

A nosotros, también se nos arrebata a partir de este año, la fecha del 13 de diciembre como nuestro cumpleaños institucional por derecho, en nombre de una supuesta optimización comercial, que por lo que estamos viendo, no optimiza nada salvo pérdidas, eso sí, sin que nadie sea responsable, salvo en alguna declaración de directivos que se creen próceres aunque no sepan lo que quiere decir el palabro y que os achacaron a vosotros, queridos clientes, el no haber sabido entender algunas de las reformas. ¡Como se puede decir esto y quedarse uno tan tranquilo!

Si recordáis, yo siempre podía explicaros cualquier cuestión de mi institución, porque yo mismo entendía lo que pasaba y formaba parte de ella como miembro de pleno derecho. A partir de ahora, tendréis que comprender que no pueda aclararos nada, cuando alguno de vosotros me diga que conoce a alguien que está así, como yo, (todavía os cuesta a algunos decir la palabra ciego) y que no tiene la venta del cupón. puede que lo comparéis con el caso de algún conocido con coche y sin aparente minusvalía, que sí goza del favor de la Once. LO siento; pero no tendré respuestas para vosotros. Creo que formamos parte de un colectivo que está muriendo como tal. Vosotros seguiréis siendo mis queridos clientes y amigos y cuando acabe mi trabajo, seréis mis amigos. El caso es, que yo entré a trabajar en una institución empresa, cuya obra tenía sus fallos; pero todos la queríamos. Ahora, siento la Once, sólo como mi empresa, que no digo yo que esté mal; pero en el camino, nos hemos dejado muchas cosas que merecían la pena. Por tanto, querido cliente, yo estoy muriendo también como el vendedor que era, porque mi empresa no me quiere así. Espero que al faltar pocos años para mi retiro, podamos seguir gozando si quiera un poco, de nuestros orígenes, cliente vendedor.

Le deseo lo mejor a mi empresa, si bien, mi deseo más profundo, es que un día se regenere con un espíritu grande, lo que fue una institución cuya labor tuvo y tendrá poco parangón a lo largo de la historia. Ojalá que se cumpla esto, para bien de otras generaciones.

Ya no me queda mucho más que deciros, queridos clientes.

Mañana seguiremos riendo y charlando y ya sabéis que os tengo aquí dentro de mi corazón.

Un abrazo de Roberto.

 

 

 

 
 
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