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  Carta a David, Protagonista Concierto de San Ovidio (Roberto Enjuto)
 

 

 

Carta a David (Protagonista de "El Concierto de San Ovidio" de Antonio Buero Vallejo)

Roberto Enjuto

Querido David:

Debería haberte escrito hace ya muchos años. Sin embargo, soy de los que piensan que cuanto más tiempo pasemos contemplando y creyendo en la grandeza de alguien, cuanto más tiempo pasemos amando a esa persona, más creceremos nosotros y mejor podremos expresar nuestro cariño.

Hoy he vuelto a escuchar tu vida, a través de la obra de buero Vallejo, El Concierto de San Ovidio. Cada vez que he sabido de ti, has revelado alguna pepita de oro a mi modesto intelecto y sobre todo, cuando he escuchado tu voz, una y otra vez mi corazón ha sentido el dulce bálsamo de la gratitud.

han cambiado mucho las cosas en lo externo para los ciegos. Seguro que desde tu lugar de Luz, nos bendices con las olas de Amor que en su momento querían ser música y que no escuchaban casi nunca tus Hermanos.

En tu sincera descripción del mundo de los ciegos, nos dejaste todo un mapa para recorrer los intrincados senderos del alma y para darnos cuenta de nuestra propia valía. Lamento constatar que todavía hoy, duele a muchos Hermanos la belleza resplandeciente de tu Verdad. No quiero caer en establecer paralelismos entre tu historia y el mundo en el que hoy nos desenvolvemos los ciegos. Sería injusto desde un punto de vista formal y además, mi deseo al escribir este pequeño texto, es abrazarte con todo el corazón, llorar de agradecimiento por ser Hermano de alguien tan grande y constatar ante mí mismo, que aunque percibo no muy buenos tiempos para los ciegos como Hermandad, todavía podemos aferrarnos a seres como tú, que fuiste generoso hasta el límite. ¡Qué digo! ¡Mucho más allá de los límites!

Tu entrega me hace evocar a los ciegos que fueron mis modelos en la infancia. Tuve profesores que me transmitieron al igual que tú, el sentimiento de dignidad. De estar en la ceguera como el que vive en una escuela de aprendizaje. Aún más: me hicieron sentir orgullo de pertenencia a esta hermandad.

Hoy pienso que vivimos horas bajas y que con la excusa de algo que llaman integración, se trata de negar lo que fue nuestro florecimiento y nuestra cultura que desde la diferencia nos concedió el valor como seres necesarios para completar el hermoso universo de nuestro Padre Creador.

Nunca dejaste de soñar con hacer música igual que los videntes. Amaste platónicamente a una ciega a la que no conocías más que de referencias; pero tu ansia de verdad, te hizo entender la nobleza de Adriana, que desde sus limitaciones, (probablemente mayores que las tuyas), trató con sinceridad de ayudaros y te entregó su alma.

Tu generosidad hizo que ella entendiera a través de tus explicaciones transparentes, cuáles son las barreras a las que nos tenemos que enfrentar a diario los ciegos. Tus explicaciones cual espejos limpios y brillantes, me hicieron desde que te conocí, cuando debía tener 13 años, examinar mi vida y tratar de mejorar en la medida de lo posible en la escuela de la ceguera, que guarda lecciones para cada uno de nosotros. Precisamente el reconocimiento de la vulnerabilidad de que tú hablaste a Adriana, me ha hecho más fuerte y creo que gracias a ti, me he aceptado tal y como soy y puedo sentirme libre.

Tu generosidad te hizo recular en tu justa furia, cuando Donato, a quien tomaste por hijo adoptivo, te reclamó parar. Sabías que el recuerdo de su durísima realidad cuando niño, le podría destrozar. Tu protesta no era un movimiento político ni social; sino que quería estar en cada corazón de los Hermanos.

Liberaste a Adriana y a tus compañeros de su yugo. Valendén no era otra cosa que la grotesca prostitución de vuestra dignidad.

Muchos ciegos creen que tu valor radica en que finalmente, los videntes te juzgaron como a un igual y te ejecutaron. Sin embargo, yo opino otra cosa. Me impresionó hasta el llanto, la terrible delación de Donato, tu querido hijo, por la que fuiste arrestado y ahorcado. lo que pone para mí un broche de oro a tu vida, es ese momento en que te van a llevar y le pides a adriana que transmita tu perdón a Donato.

Lo diste todo, querido David, y cada vez que pienso en tu vida, mi corazón se ensancha y creo más en la grandeza del ser humano.

No dejes de hablarnos cada día y si puedes, danos en el hombro cuando veas que nos desviamos del camino del Aprendizaje y del Amor.

Gracias por tu vida.

Recibe el abrazo fuerte y fraternal de Roberto.

 

 

 

 
 
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