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  Braille de 8 Puntos y Gabriel Abreu (Pedro Zurita)
 

 

 

Braille de 8 Puntos y Gabriel Abreu

Pedro Zurita

Como en ocasiones anteriores, quiero compartir con vosotros algunas informaciones sobre el Braille de 8 puntos que se utilizó en España desde mediados del siglo XIX. Lo curioso es que en la segunda mitad del siglo XX surgió en Alemania el código de 8 puntos sin que nadie, al parecer supiese que el código ya había sido utilizado en España desde hacía muchísimo tiempo.

Por supuesto, lejos de mí pretender ser el experto en música y musicografía que mi buen amigo Pablo Madrid buscaba. Yo siempre digo que soy una prueba elocuentísima de la falsedad de la ecuación Ceguera=aptitud musical. Por desgracia, soy negadísimo para la música. Sin embargo, tengo las cosas bastante frescas respecto al Abreu, el código de musicografía para ciegos que se usó en España, sobre todo, en Madrid, desde mediados del siglo XIX hasta los primeros cincuenta del siglo XX, pues alguien de Estados Unidos me pidió hace unos meses información sobre esto. Eso me condujo a efectuar exploraciones sobre el tema. Hablé con personas que sí han usado el Abreu, y corroboran la información que yo tenía. Para la musicografía, el código de ocho puntos era muy ventajoso y sus virtudes eran incuestionables en las fases de aprendizaje de las partituras. No obstante, se pensó que era mejor adherirse a la corriente general universal y adoptar inequívocamente la musicografía Braille de seis puntos. Os transcribo a continuación algunos párrafos que entresaqué de un artículo que apareció hace no mucho tiempo en la revista de la ONCE "integración. Hubo una estudiante de biblioteconomía que publicó incluso un libro sobre la musicografía para ciegos en general y el Abreu en particular. He aquí esos fragmentos:

"Gabriel Abreu Castaño (1834-1881), natural de Madrid y ciego prácticamente desde su nacimiento, se educó en el Colegio Nacional de Sordomudos dirigido por el médico y pedagogo Juan Manuel Ballesteros. A la edad de once años se dio por terminada su instrucción musical en el Colegio de Ciegos de Madrid, y acudió entonces al Real Conservatorio Superior de Música de la ciudad para ampliar sus estudios musicales con Antonio Aguado en la enseñanza del solfeo, el piano y la afinación del mismo, José Pinilla y Vicente Galiana para la armonía, e Hilarión Eslava para completar y finalizar la carrera musical. Todos estos grandes maestros, profesionales de la música, enseñaron a Gabriel Abreu de oído pues, en aquel momento, ninguno de ellos conocía método alguno para enseñar al niño ciego.

Durante su etapa de estudiante y antes de inventar su Sistema de escribir la música en puntos de relieve (1856), Abreu construyó un aparato para poder escribir sus trabajos de armonía y composición. Consistía en un tablero de caucho o corcho que representaba el pentagrama. El tablero tenía capacidad para representar hasta 172 compases a cuatro voces. El pentagrama tenía cortes horizontales y paralelos -a modo de compases- y los cinco surcos equivalentes a las líneas de la pauta musical. Para rellenar el pentagrama, diseñó unos tipos metálicos, provistos de pequeños clavos que podían ser colocados en el tablero según iba componiendo, pero dichos tipos no representaban exactamente lo que vería un vidente sin previo conocimiento de su significado; es decir, no era una copia en relieve de las figuras y las notas.

Ballesteros le había enseñado en parte algo del sistema musicográfico braille en su escuela, decidió innovar éste último y darle una mayor aplicación.

El Sistema Abreu -inventado en la década de los años cincuenta- estuvo basado en el Sistema braille, aunque modificado y ampliado a su conveniencia para poder expresar lo más acertadamente posible la música con sus múltiples matices. Gabriel Abreu otorgó a su código un significado exclusivamente musical. Mientras que el código braille se basa en la combinación de seis puntos en relieve discontinuos, dispuestos en dos columnas de tres, Abreu amplió los puntos a ocho disponiéndolos en dos columnas de cuatro. De esta manera multiplicaba enormemente el número de combinaciones posible. El sistema de Braille permitía 63 combinaciones, mientras que el sistema de Abreu conseguía hasta 256 caracteres diferentes, incluido el cajetín en blanco o vacío. Todo ello le permitía escribir todos los signos musicales además de los textos -simultáneamente- si los había. La letra estaría representada en la parte inferior del cajetín mientras que la superior estaría dedicada a los sonidos. Como en la escritura hecha en tinta, cada sílaba iría tras su correspondiente nota, cosa no siempre posible si se hace siguiendo el sistema braille.

Los cuatro puntos superiores servían para representar las notas musicales mientras que los cuatro inferiores representaban los valores, o sea, las duraciones de dichos sonidos. También en este sistema se representaban mediante ocho signos diferentes las octavas de la tesitura, otra gran ventaja con respecto a cómo hacer esto por el sistema braille.

No cabe duda de que el sistema braille era extraordinariamente completo, aunque también complejo, y lo que Abreu quiso lograr fue la simplificación de la representación musical. Según su sistema, todos los signos se podían representar con diversas combinaciones y modificaciones y finalmente había para cada signo su correspondiente combinación, por lo que no era preciso repetir ninguna ni complicar el proceso de interpretación del signo. Cada sonido tenía su signo y no cabía errar en cuanto a su significado. Si hubo algo absolutamente incontestable de este sistema fue su claridad y precisión, aunque hubo voces críticas que argumentaron su lentitud y pesadez a la hora de escribirlo (Osuna, 1932). Músicos ciegos contemporáneos han negado rotundamente esta afirmación, lo que viene a corroborar la vigencia y trascendencia de esta musicografía a lo largo del tiempo.

Para poner el punto final a este sistema musicográfico, nada más halagüeño que su propia supervivencia hasta la década de los años 50 del siglo XX, es decir, cien años después de su invención, lo cual significa un verdadero éxito para el ilustre músico español." Hasta ahí los recortes de ese artículo. por supuesto, ese Antonio Aguado que ahí se cita no tiene nada que ver, que yo sepa, con el profesor que tuvimos en el Colegio Inbmaculada Concepción de la ONCE en Madrid, Antonio Aguado Centenera.

A partir de los años setenta se empezó a promover, sobre todo, en los países de lengua alemana la ampliación del código de seis puntos. Primero, se introdujo un punto siete, y luego los siete y ocho, para la taquigrafía para ciegos. Cuando empezaron a utilizarse los dispositivos de representación Braille sin papel para obtener información del contenido de las pantallas de ordenador, lo que en España llamamos las líneas Braille, se implantó un código de ocho puntos para representar con un único carácter los signos de la tabla ASCII ampliada o la tabla ANSI. De este modo, la presencia del punto siete, del punto ocho e incluso de ambos a la vez sirven para representar valores distintos. Esto sigue totalmente vigente en Europa en la actualidad. En la redacción de estas notas, me estoy valiendo de una de esas líneas Braille. Se procura que la presencia de los puntos siete y ocho no modifiquen las formas de los signos en el Braille de seis puntos. Cada área lingüística europea aplica, por desgracia, códigos específicos.

Los japoneses han utilizado un código de ocho puntos para hacer una representación condicional de los ideogramas chinos que son esenciales en su sistema actual de escritura.

Ya sabéis que soy un ardiente defensor, aunque nada fanático, del valor, hoy por hoy insuperado, del Braille para los ciegos. Es inexacta la incompatibilidad que a veces se exhibe de él con las nuevas tecnologías. Aparte de cuestiones de coste, lo ideal es combinar voz y Braille en el acceso a ordenadores (computadoras).

 
 
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