Cuando por vez primera me acompañan a la Delegación Local, a mi manera soy consciente de la necesidad de resolver un dilema que, a la postre, tendría para mí una trascendencia inmediata y definitiva: En mi casa confrontan dos posturas distintas ante la probabilidad de que deban enviarme a estudiar a un lugar muy alejado de los míos. Por lo tanto, del éxito y los resultados de las clases de braille, dependerá el estado de ánimo , incluso la angustia de la familia, al conocer el diagnóstico acerca de mis capacidades para alcanzar los niveles educativos a través de este sistema.
Me distrae un grupito de personas charlando animadamente tras de una ventanilla que hay en la sala donde me encuentro. En ocasiones, mi maestro Don Joaquín se dirige a ellos requiriéndoles algo. En la sala convertida en aula, descansa una amplia mesa de madera y algunas sillas. Sobre la mesa han colocado para mí una tablilla que llaman abecedario.
Paso las yemas de mis dedos y suscita mi atención una buena cantidad de puntos, dispuestos en diferentes combinaciones sobre una fría placa metálica adherida a la tablilla de madera. Debo comenzar a descifrar todo este cúmulo de estímulos.
Mientras, la máquina de escribir del señor Puertas repiquetea incesantemente, liberando de tanto en tanto alguna hoja de papel.
Al acabar la clase, estas dos personas se han de desplazar hasta la Central de Teléfonos y allí atender la llamada de Valladolid. Por aquel entonces, la Provincial comunicaba de este modo el número premiado en el sorteo inmediato. De regreso y tras recibir todos los presentes tal información de viva voz, mi padre y yo nos volvíamos a casa y hasta el siguiente día.
Una vez, no recuerdo si con motivo de mi despedida o por alguna circunstancia diferente, la mano tan hábil con el teclado me pareció también muy entrenada en la interpretación de la guitarra. Supe después que el tema con que nos deleitaba se titula Alma Llanera.
Las clases, iniciadas en otoño y de una hora diaria, se prolongaron hasta comienzos del verano , y durante ese periodo Don Joaquín me enseñó a leer y escribir en braille, a realizar sumas, restas y multiplicaciones. En conclusión, mi familia se atrevió ya de forma unánime a plantearse y afrontar con relativo optimismo mi próxima etapa en el Colegio de Ciegos de Pontevedra, habiendo logrado la certeza de que allí, a mis siete años, estaba yo en disposición de hacer frente a los requerimientos del aula destinada al primer curso.
Eso sí; antes de mi partida mi maestro me proveyó de cuanto la Delegación debía poseer para tales casos: una pauta con rejilla de tres renglones, un punzón de madera y algún ejemplar de la Revista Relieves Braille. Añadió un tomo de la Aritmética de Ezequiel Solana, el libro de Los Siete Infantes de Lara y una Caja de Aritmética que un afiliado me prestaba a fin de practicar las operaciones matemáticas durante el verano.
Ahora que, desde mi ciudad de residencia he conocido la clausura de la Agencia de Medina del Campo, anterior Delegación Local, acuden a mí estas evocadoras nostalgias de la niñez, a finales de los años cincuenta. Visitaba con frecuencia y periódicamente la Delegación, sobre todo al regresar del Colegio como antes de la partida, como me decía mi padre "para saludar al señor Joaquín". Supongo que también para conversar con él sobre mis progresos y dificultades de adaptación.
En la planta baja de un antiguo edificio de la calle Losada, encontraba siempre una prolongación de mi casa y de mi familia. Sucesivas ubicaciones han albergado la Delegación y posterior Agencia; pero es allí donde mi navegador virtual me envía una señal para indicarme que, al menos con el pensamiento y la emoción, haga ademán de detener el paso para recrear vivencias perdurables. Y eso aún cuando mis desplazamientos a Medina, de donde soy natural, son poco frecuentes. Es la expresión de mi gratitud hacia las personas que, en los albores de mi aprendizaje, me prestaron todo el apoyo con los escasos medios, pero con todo el cariño y la ilusión de forjar en mí una personalidad capaz de enfrentarse con una realidad desconocida, apremiante y también llena de emociones y sensaciones por descubrir.
(Este trabajo fue publicado por la revista Así Somos, de la O.N.C.E., correspondiente al mes de Octubre de 2008-10-24