Acepté sin pensarlo mucho el reto que me lanzaban hace unos meses los organizadores para hablar acerca de Zamenhof y Braille en unas jornadas que iban a celebrarse en Madrid los días 25 y 26 de abril, en el año en que conmemoramos el sesquicentenario del nacimiento de Zamenhof, el iniciador del esperanto, y el bicentenario del nacimiento de Luis Braille. Tengo hacia estas dos personalidades un respeto y admiración profundísimos.
Cuando el 17 de mayo de 2008 la ONCE emitía un cupón con la figura de Lázaro Ludovico Zamenhof como motivo, yo sugería como lema: el iniciador del esperanto, pionero en la creación de un mundo para todos. Esa característica constituye un precioso paralelismo con la figura de Luis Braille, que con su invento del código de lectoescritura táctil de seis puntos para ciegos contribuyó de manera decisiva a abrir las puertas del conocimiento a un grupo socialmente marginado, excluido.
Lo esencial del esperanto
Zamenhof vivió en carne propia las barreras casi infranqueables que pueden generar las identidades étnicas, la separación entre grupos en los que hablar una lengua determinada constituye un rasgo diferenciador, que, mal manejado, puede llegar a ser un muro separador. Cuando Zamenhof crecía y se formaba, lo hacía en un entorno en el que estaban presentes rusos, polacos, lituanos, alemanes, judíos... Y todos ellos estaban equipados con su lengua propia que les distinguía bien de los demás. El joven Lázaro Ludovico Zamenhof fijó en su mente enseguida su convicción firme de que los seres humanos somos esencialmente iguales. Se propuso aportar un grano de arena de positividad al acercamiento e interacción entre personas con lenguas maternas diferentes mediante la propuesta de un idioma de aprendizaje sencillo con posibilidades ilimitadas de expresividad y en la que las ambigüedades de significado se reducen casi a cero. La lengua que nos legó, el esperanto (el que espera), se basa en la existencia de un número reducido pero suficiente de reglas sin excepciones y de una serie de afijos que con un núcleo de palabras base permiten la expresión de pensamientos y sentimientos y la designación de objetos con alcance suficiente. El esperanto respeta la tendencia a la regularidad observable en cualquier niño que va adquiriendo una lengua materna determinada. Es indudable que el esperanto es una creación cultural europea, pero los que la asimilan desde lenguas no europeas, el chino y el japonés, por ejemplo, valoran en mucho sus características regulares y de expresividad libre infinita.
Sin embargo, Zamenhof era muy consciente de que la lengua era únicamente un elemento, aunque fuese importantísimo, en ese nuevo mundo de interrelaciones humanas por el que valdría la pena luchar sin descanso. Respeto mucho la pluralidad de motivaciones que pueden llevar a uno a acercarse al esperanto, a aprenderlo y usarlo, pero estimo que tiene un gran valor en ese proceso abrazar con convicción los factores identificables dentro de lo que muchos llaman la "interna ideo" (idea interna), el humanismo universal.
El himno del movimiento esperantista, La Espero (la esperanza), que escribió el propio Zamenhof, resume de manera muy elocuente la filosofía superadora que lo anima:
- dirigirse a toda la humanidad, sin segregaciones ni exclusiones de ningún tipo;
- difundir la nueva idea por medios inequívocamente pacíficos, regidos por la perspectiva de la conquista de una armonía plena;
- proponerse el abatimiento de muros físicos y mentales separadores de grupos;
- practicar una comunicación basada en el respeto a la lengua de cada uno y evitar el privilegiar la de un grupo sobre la de otro;
- procurar que esta lengua fomente una auténtica comprensión mutua;
- guiarse por la perspectiva de constituir una gran familia humana universal;
- tener la consciencia de que la consecución de esas metas ideales ha de ser una motivación permanente en nuestras vidas.
Las personas ciegas en la sociedad
Muy probablemente debido al hecho de que la ceguera constituye una realidad humana que todos creemos poder vivenciar al encontrarnos en la obscuridad y que, consecuentemente, nos asusta mucho, hay una tendencia universal manifestada en grados distintos a excluir a las personas afectadas por ella y a percibirlas como algo insuperablemente diferente. A las indudables dificultades objetivas que entraña el no ver nada o el ver muy poco, se conjuga la presencia casi inevitable de prejuicios y concepciones erróneas. La consecución de una inclusión social plena es un objetivo irrenunciable de todos los movimientos de ayuda mutua nacionales e internacionales. De todos modos, hemos de fijarnos como meta la de ser hombres entre hombres y no sencillamente el llegar a ser un grupo con éxito pero de alguna manera "guetizado".
El paso de la prehistoria a la historia: la creación del código Braille
Es muy comprensible que en todo el mundo el año 2009 tenga un significado extraordinario y se celebren actos conmemorativos del cumplimiento del bicentenario de Luis Braille en Coupvray, pequeña localidad no muy lejos de París. Aparte de las celebraciones que se hacen a nivel local, en Francia, el país natal de Luis Braille, habrá dos encuentros internacionales muy importantes: el coloquio que tuvo lugar en París en la sede de la UNESCO del 5 al 7 de enero, y el encuentro que se celebrará en Coupvray, la población donde Luis Braille nació, del 18 al 20 de junio. El de enero se dedicó al código Braille en el mundo y el de junio tendrá como tema central la posición de los ciegos en el mundo contemporáneo.
Luis Braille presenta públicamente su código de lectoescritura en relieve en 1825, cuando él sólo tenía dieciséis años. Su invento se vio favorecido por algunos hechos transcendentales:
- la creación en parís por Valentín Haüy de la primera escuela para ciegos del mundo;
- el accidente que el pequeño Luis sufrió en el taller de talabartero de su padre y que terminó por causarle una ceguera total en ambos ojos;
- su ingreso en el Instituto Real de Jóvenes Ciegos de París cuando él tenía diez años;
- su interacción con el capitán de artillería Charles Barbier, que había inventado un código de lectoescritura en relieve basado en puntos pero con un tamaño de los signos inadecuado para la percepción táctil y pensando en una reproducción de sonidos en lugar de letras;
- el que el director durante aquellos años de la escuela, Alexandre-René Pignier, practicara la genial estrategia de que fuesen los propios alumnos ciegos los que tuviesen la palabra decisiva en definir el código de lectoescritura que se adecuase bien a las capacidades y características perceptivas del tacto.
Rasgos definitorios del Braille
Luis Braille, ese niño excepcional que nos entregó una llave preciosa para abrir las puertas del conocimiento, aportó rasgos geniales a la propuesta de Barbier: darse cuenta de que el punto se adecuaba mejor que la línea continua a la percepción táctil y fijar un tamaño del signo que estuviese bien acorde con la capacidad perceptiva de la yema de los dedos y concebir un código que representase convencionalmente todos los signos de la escritura de todos. El braille, pues, no es como dicen algunos la lengua de los ciegos sino un sistema de puntos en relieve que representa convencionalmente los signos de los códigos visuales de escritura. Es sumamente sencillo y se basa en la ausencia o presencia de puntos en un signo generador de seis constituido por dos columnas verticales de tres puntos cada una. Esos seis puntos permiten la realización de 64 combinaciones diferentes, incluida la ausencia total de puntos. Los signos pueden multiplicarse mediante la consideración como un símbolo de dos elementos e incluso tres.
Con el tiempo, el braille llegó a propagarse y aplicarse en todo el mundo, y hoy podemos afirmar con verdad absoluta que el braille constituye el código universal de lectoescritura para ciegos. Sucesivamente han ido creándose signografías braille para todas las ramas del saber y de la actividad humanos: Música, Matemáticas, Física y Química, Fonética, Ajedrez, etc.
Por motivos objetivos, y debido a algunas actitudes irracionales, no todas las personas que no ven se sirven del sistema Braille. En algunos casos, existen problemas de sensibilidad táctil que hacen la lectura en braille poco cómoda y eficaz, pero debe hacerse todo lo posible para que lo conozcan, lo aprendan y lo usen sus potenciales usuarios.
Las personas ciegas, el Braille y el esperanto
En efecto, el braille supuso un sostén valiosísimo a la generalización de la educación de los niños y adultos ciegos. Las personas que no ven inquietas por ampliar sus horizontes culturales percibieron el esperanto muy pronto como una herramienta estupenda.
En 1904, el destacado pionero del movimiento esperantista, el francés Théophile Cart, fundó Esperanta Ligilo (vínculo del esperanto), la primera revista internacional en Braille para Ciegos, que se sigue publicando ahora, transcurrido más de un siglo desde su primera aparición. El código braille se adaptó para el alfabeto del esperanto con todas sus letras dotadas de signos diacríticos, y los ciegos esperantistas diseñaron enseguida una tabla de signos prefijo que se anteponen a todas las letras con diacríticos en las diversas lenguas europeas. Así, es reconocible la forma real de ese signo.
Algunas personas ciegas asistieron muy pronto a encuentros internacionales de personas que hablaban esperanto, y en 1923 fundaron la UABE, Asociación Universal de Esperantistas Ciegos, que cambiaría la última letra "E" por una "O" para que se formase en 1931 la Unión Universal de Organizaciones de Ciegos. Las vicisitudes de aquella época en Europa hicieron que esa prometedora utopía celebrase su último congreso en Varsovia en 1937. Es innegable que los esperantistas ciegos fueron los primeros en fomentar contactos internacionales, pues ellos tenían la convicción de que la ceguera aconsejaba la puesta en marcha de un entorno transfronterizo de comunicación. La unidad de esfuerzos y el intercambio de experiencias e información servirían para abatir la opresión de los prejuicios que se esforzaban por obstaculizar su auténtica inclusión social.
En 1949 los angloamericanos promovieron la celebración de una reunión en Oxford que tras sucesivos cambios se transformó en 1984 en la Unión Mundial de Ciegos. Hoy día los ciegos esperantistas a través de sus organizaciones ya no desempeñan un papel preponderante en las entidades mundiales de personas ciegas, pero es conveniente que se conozca que los ciegos esperantistas fueron los primeros que promovieron un auténtico movimiento internacional de ayuda mutua. Actualmente las circunstancias son distintas y pienso que la Liga Internacional de Esperantistas Ciegos (LIBE), la agrupación actual de los ciegos esperantistas, debe procurar contribuir a facilitar la participación de las personas ciegas en la actividad de las organizaciones esperantistas de carácter general.
Conclusión
La familia mundial armónica usuaria de una lengua neutral en sus contactos internacionales es aún una realidad lejana, pero las causas que impulsaron a Zamenhof a crear el esperanto continúan vigentes.
En tiempos de Braille la marginación y la mendicidad entre las personas ciegas era el fenómeno más común. Hoy día, hay personas que no ven que son ministros, parlamentarios, diplomáticos, profesores en todos los niveles, informáticos, empleados administrativos, practicantes de terapias físicas, músicos, telefonistas, trabajadores en la industria, agricultores y ganaderos... No obstante, sería ingenuo pensar que el prejuicio y la discriminación sociales han desaparecido en todas partes y en todas sus manifestaciones.
Tenemos que seguir uniendo nuestras manos para lograr un mundo en el que cada uno tenga oportunidades iguales y plenas para autodesarrollarse en la sociedad y para que dispongamos de una herramienta neutral de comunicación en un entorno de mundialización que abarque a todos los campos.