Llena es la noche
de divino silencio.
Dormida es la selva
en el fondo del tiempo.
La vida es en ella
jugo profético.
Miles de estrellas
horadan el sueño.
Pero brota el oído
-flor que va hacia el alma-
en los lotos erguido
de la luz sin luz del agua;
y frutece el concierto
en la voz sin voz del viento.
Ya asoman los contactos
de lo eterno con el alba.
Radiante emerge el día
sin dolor multiplicado
en aurora indefinida
y constelada de milagro.
Milagro de seis puntos:
es Luis Braille, rey de zodíacos,
que inaugura alegres rumbos
para mundos elegíacos.
Oh Braille, lluvia infinita
que por el aire de los tactos
a nutrir va sin retardo
la raíz más escondida.
Oh Braille, viento de cifras
que con fresco tino exacto
a orear viene el pantano
donde abreva la sequía.
Oh Braille, oh fuego extraño
oh sol, oh franco río
-oh elixir para ermitaños-
iluminando de rumor
el campo umbrío!
¡Oh primer astro encendido
entre el espacio del recuerdo
y el espacio del olvido!
Oh nuevo Apolo -más que griego-
explorando ya el sentido
de este claro y joven cielo:
extendida ante tus flechas,
por los siglos de los siglos,
sea la tierra de los ciegos!