Entorno de la invención del Braille
Cuando en 1825 el joven de dieciséis años Luis Braille presentaba al mundo su código lectoescritor de puntos en relieve, aparecía una herramienta que iba a desempeñar un papel decisivo en la emancipación cultural de las personas ciegas e iba a abrir las puertas de acceso al conocimiento para un sector de personas excluidas muy generalmente de la acción cultural. El invento de ese joven es un eslabón fundamental de una cadena de hechos que cambiaron radicalmente la posición social de las personas ciegas. En 1784 Valentín Haüy pone los fundamentos de lo que habría de ser la primera escuela para niños ciegos. Valentín Haüy experimentó ese deseo urgente de justicia al contemplar en un concierto público el escarnio con que se exhibía a varios músicos ciegos.
En 1812 Luis Braille, que tenía a la sazón tres años, se hirió gravemente en un ojo con una lezna en el taller de su padre, talabartero. Los cuidados que supieron proporcionar entonces al niño Luis no lograron ningún efecto curativo y la herida llegó a causar su pérdida total de visión. Sus padres, su entorno familiar, intentaron brindarle oportunidades de educación e inclusión. Luis acudió a la escuela de su pueblo natal, Coupvray, y, pese a no poder leer ni escribir, puso enseguida de manifiesto unas cualidades humanas poco comunes. El párroco del pueblo hizo buen uso de sus buenas relaciones con un miembro de la nobleza y logró que, con el consentimiento de los padres de Luis, a los diez años de edad él ingresara en el Instituto Real de Jóvenes Ciegos en París. Pese a la modestia de los recursos de 1819 Luis encontró en ese establecimiento educativo algunas condiciones favorables para su proceso educativo. En ese Instituto se empleaba para la lectura de los niños ciegos la reproducción en relieve de las mismas letras y signos que se usaban en la escritura visual y que en los materiales en relieve se pintaban de negro... La naturaleza de esas figuras en relieve, basadas en trazos lineales continuos, resultaba muy tediosa para la percepción táctil. Por otra parte, los niños ciegos no podían aún escribir ellos mismos. Un capitán del ejército francés, Charles Barbier, animado de una gran curiosidad por la comunicación lingüística en general, había inventado un sistema de escritura esencialmente puntiforme para que los soldados se transmitiesen mensajes en la oscuridad. Charles Barbier tuvo la idea correcta de que ese código lector podría ser útil también para las personas ciegas. Su primera aproximación a Sébastien Guillié, director de la escuela de ciegos cuando ingresó en ella Luis Braille, no fue muy satisfactoria, pues esa persona consideraba que esa fórmula no se adecuaba a la deseable estrategia de lectura de las personas ciegas. En cambio, Alexandre-René Pignier, que le substituyó en la dirección del centro, acogió con entusiasmo la idea de Barbier y aplicó una actitud muy loable y positiva. Pensó que eran los propios niños los que debían experimentar y valorar lo que se adaptaba mejor a sus condiciones perceptivas táctiles. Desde muy pronto, Luis vislumbró en la propuesta de Charles Barbier un camino muy significativo para elaborar un código lectoescritor que respondiese bien a las auténticas aspiraciones y posibilidades perceptivas de los ciegos. Lo que Charles Barbier designó como "escritura nocturna" tenía además el mérito nada despreciable de que él había concebido regletas para la escritura de su código. Sus dos defectos fundamentales eran que se basaba en dos columnas de seis puntos, tamaño muy engorroso para la captación por la yema del dedo y se limitaba a reproducir fonemas en lugar de las letras de la escritura ordinaria. Haber pensado en dar a los ciegos la oportunidad de educarse; el desgraciado accidente en el taller de su padre que se convirtió en un hecho milagroso; el ingreso de Luis en la Institución Real de Jóvenes Ciegos, y su interacción con la escritura nocturna de Barbier son factores que jugaron un papel decisivo en esa aventura sencilla pero maravillosa que fue la invención del sistema de puntos en relieve para la lectoescritura de las personas ciegas. Fueron igualmente fenómenos muy positivos el que la familia de Luis Braille le acogiese sin reservas en su seno e intentase darle las mayores oportunidades posible y que el director de la escuela, Alexandre-René Pignier, tuviese la estupenda intuición de dejar que los propios niños ciegos fuesen quienes tuviesen la última palabra en la decisión de lo que sería mejor para ellos. Pignier estableció con Luis Braille una relación de auténticos respeto y valoración.
Luis Braille y su invento
Luis Braille desde los doce años hasta su fallecimiento cuando tenía sólo cuarenta y tres se dedicó enteramente a llevar la idea de Barbier a un estadio realmente útil para los ciegos y a perfeccionar todas sus potencialidades. Luis Braille tuvo plena consciencia de la importancia de la comunicación por escrito con las personas que ven y para posibilitar eso concibió con todo entusiasmo un sistema puntiforme, el decapunto, para la reproducción de las letras ordinarias. Un amigo suyo, Pierre-Franxois-Victor Foucault, ciego de nacimiento y excelente mecánico, ideó una máquina, el rafígrafo, para facilitar la reproducción de materiales en decapunto. El invento de Luis Braille, como todo en la historia humana, utilizó certeramente cosas que lo precedieron. Se dio cuenta de que la propuesta de Barbier incorporaba puntos en lugar de trazos lineales y que el punto se adaptaba mejor a la percepción táctil. De manera natural, él vio que el tamaño de los signos del código de Barbier eran excesivamente grandes para ser captados rápidamente por la yema del dedo. Tras sucesivos experimentos llegó a la conclusión que lo ideal era un conjunto de dos columnas verticales de tres puntos, en total seis puntos en lugar de los doce de Barbier, y propuso que hubiese una distancia discriminable al tacto que diferenciase la distancia entre las dos columnas de un signo y dos signos entre sí. Luis captó inmediatamente que otro mérito considerable que poseía la propuesta de Barbier era consentir también una escritura bastante sencilla de textos. La cavilación constante de Luis se concreta por tanto también en la modificación de las regletas de escritura que se van adaptando a las sucesivas alternativas de tamaño de la celda de un signo. Luis Braille tuvo muy claro que su sistema puntiforme debería ser un medio de inclusión social. Se propuso, pues, elaborar un alfabeto que representase convencionalmente todos los signos de la escritura visual. Los seis puntos del signo generador permiten hacer hasta sesenta y cuatro signos distintos. El Braille tiene en común con la lengua de señas de los sordos el adecuarse muy bien a las características perceptivas peculiares de las personas a que está destinado. El ingenio humano ideó posteriormente estrategias para que la interacción con la escritura entre los que ven y los que no ven resultase plenamente satisfactoria. Actualmente, los ordenadores permiten que saquemos una copia en Braille y otra en escritura ordinaria a partir del mismo fichero madre.
Hacia la universalidad
A los profesionales con vista el Braille les pareció muy segregador entre ciegos y videntes. En cambio, las personas ciegas que tenían la oportunidad de conocerlo y de usarlo lo acogían con entusiasmo. En el Reino Unido el Braille hubo de competir con algunos códigos de lectura para ciegos ideados allí, incluido el Moon, un sistema que representa las letras ordinarias con rasgos lineales simplificados (el Moon aún se usa ahora algo allí); en Austria y Alemania hubo otro código de representación en relieve de las letras ordinarias, el Roman, y el Moon y el Roman también se exportaron a Estados Unidos. En el último cuarto del siglo XIX en Europa el Braille ya había triunfado, pero en Estados Unidos la guerra entre diversos sistemas duró hasta 1917. Primero poco a poco, pero luego con inequívoca rapidez el Braille se fue adaptando a todas las lenguas del mundo a medida que los niños ciegos iban teniendo acceso a la educación. La implantación del Braille resultó más problemática en idiomas, como el japonés y el chino, cuya escritura ordinaria no se basa en un alfabeto sino en caracteres que equivalen a objetos, conceptos, etc, y de los que hay hasta varios millares. En japonés el Braille se aplicó al silabario katakana que se emplea para representar ciertas palabras en la escritura ordinaria y en chino el Braille está basado en una transliteración fonética de ese idioma. El Braille ya el propio Luis lo adaptó a la escritura musical y matemática y en lo sucesivo, a veces utilizando combinaciones de dos o tres signos se empleó para desarrollar signografías en todas las empresas del saber. Ya en los principios de la segunda mitad del siglo XIX en España Gabriel Abreu utilizó un código basado en ocho puntos, dos columnas de cuatro, para la notación musical, y en el siglo XX el sistema de ocho puntos se aplicó en Alemania al código taquigráfico Braille y más tarde a los dispositivos de conexión periférica a ordenador, las denominadas líneas Braille, que van representando sucesivamente en líneas que aparecen y desaparecen el contenido de una pantalla. Los japoneses lo han empleado para idear un código convencional de representación de los caracteres chinos de su escritura visual. No obstante, vale la pena decir que estos códigos de ocho puntos han querido siempre convivir armónicamente con el Braille de seis puntos del que pretenden ser un complemento útil para fines determinados. Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el Braille es verdaderamente universal.
El nombre del sistema
A menudo se destaca el hecho de que el sistema de puntos en relieve ideado por Luis Braille lleva universalmente el nombre de su inventor. Sin embargo, las cosas son un tanto más complejas. Carezco aún de datos exhaustivos en este sentido. Sin embargo, es obvio que el propio Luis Braille utilizó siempre en sus publicaciones de presentación la perífrasis "sistema de puntos en relieve". Los franceses fueron siempre muy aficionados a poner nombres atractivos a las cosas basados en palabras del griego clásico. Así, En Francia este código se denominó a veces "anagliptografía" (escritura en relieve). Sin embargo, en el diccionario de la lengua francesa en 1927 aparece la palabra Braille para designar al sistema puntiforme. Casi todas las lenguas, con sus adaptaciones fonéticas oportunas adoptaron el vocablo Braille. Sin embargo, sé que en chino y en japonés se utiliza para designarlo una palabra que quiere decir escritura de puntos.
El Braille hoy
Nuestro hábito de generalizar todas las realidades que no conocemos en profundidad conduce a que se haga una ecuación entre persona ciega y Braille. Se piensa que todos los ciegos conocen y usan el Braille. Algunas firmas, recuerdo por ejemplo a IBM, cometieron errores de bulto en las ventas de su máquina de escribir con caracteres Braille, pues se valieron en sus estudios de marketing de cifras de incidencia de ceguera. Por desgracia, esto dista mucho de ser real. Debido a la ignorancia de los posibles beneficios del sistema, a causa de dificultades objetivas de sensibilidad táctil, a la no práctica de entrenamiento en el uso del sistema y a la insuficiente presencia del Braille en la rotulación de productos y servicios el porcentaje de usuarios efectivos de Braille dentro de la población global de personas ciegas es bastante bajo. En los últimos años, sin embargo, en el marco de la promoción de la igualdad de oportunidades el Braille va teniendo una presencia creciente en la realidad de todos. Aparte de que algunas firmas etiquetan ya voluntariamente en Braille sus productos, debemos mencionar que en la Unión Europea se han aprobado directivas para hacer obligatorio el señalamiento con Braille de ascensores y de medicamentos. Es oportuno que citemos la utilización del Braille que se hace en las elecciones en España después de marzo de 2008. Más allá de criterios objetivos, a veces personas afectadas, miembros de su entorno familiar e incluso profesionales exhiben un rechazo más o menos patente al Braille al que perciben como la matrícula de una realidad humana que no aceptan.
Es indudable que las nuevas tecnologías han abierto horizontes insospechados para las personas ciegas en el acceso a la información. También en este aspecto, encontramos actitudes erróneas, algunas veces incluso hostiles, respecto al Braille. Las nuevas tecnologías no lo han mandado al trastero de las cosas que ya no sirven y en realidad han abaratado y acelerado su producción. La síntesis de voz, tan común en nuestro uso de ordenadores, no ha de concebirse como algo substitutivo y excluyente del Braille sino como algo que podemos combinar eficazmente con él.
Conclusión
Soy un entusiasta usuario y promotor del Braille, pero quiero evitar posicionamientos fanáticos. Sé que las infinitas posibilidades de la imaginación humana hace que a veces la gente salga adelante en aventuras en las que consideramos que el Braille puede ser muy útil. Sé, por ejemplo, que hay personas ciegas que pronuncian charlas con total eficacia valiéndose de un guión que tienen grabado y siguen mediante un auricular. No obstante, está fuera de toda duda que el Braille es el código de lectoescritura táctil que mejor se adecua para las personas ciegas. Debemos procurar por todos los medios que lo conozcan y lo usen todos aquellos que pueden beneficiarse de él. Se han encontrado estrategias que lo complementan, pero todavía no hay nada que lo haya hecho superfluo.
Si algún día el ingenio humano halla algo que verdaderamente lo mejore, todos sus usuarios tendremos la obligación de alegrarnos.