Un accidente fortuito dejó a oscuras mi vida llenándola de dolor y de rabia. Tenía manos, piernas, brazos, cuerpo..., pero estaba ciego. Nada me servía. Bueno sí, las manos me servían para albergar mis lágrimas que rellenaban la línea de la vida obstruyendo su cauce.
¿Quién las separó de mi cara? ¿Quién dijo basta?
Tú. Sí Luis, tú. Con tu método, con esos mágicos y humildes seis puntos, seis infinitas formas de comunicar mis deseos, de lanzar con el punto uno un grito a la alegría, con solo tres comenzar la palabra libertad y los que con las yemas de mis dedos iban apartando tinieblas hacia una dirección que llena mis días.
La historia destilada en estas líneas de la que soy protagonista es a la vez un intento por conseguir ser útil a la sociedad que se pueda ver identificada con la misma. En sus párrafos y salpicadas reflexiones pretendo evocar la grandeza del ser humano atrapado en una súbita situación que puede llevarle a decaer en su constancia. Mi principal propósito es el de alentar nuestra autoestima con el esfuerzo que sea menester para ello y aceptando como yo hice, la mano que desinteresadamente me tendieron para ayudarme a salir victorioso.
Para conseguir vencer los obstáculos generados por la ceguera, comencé la lucha por recuperar ese optimismo tan necesario para sobrevivir en un mundo ya demasiado complicado sin necesidad de sumarle nuestra desidia.
Debemos enfrentarnos a un mañana distinto con toda la fuerza y valores que las personas mantenemos en muchas ocasiones ocultos por pura falta de atención. Sin esfuerzo nada se consigue y sin positividad frente al desánimo a nada se llega; valorar a tiempo todas las probabilidades de salir adelante es sin duda, el comienzo de creer en nosotros y en el futuro que merecemos.
Leer con un nivel aceptable fue una ardua tarea, un constante: "¡vuélvelo a intentar!" mensaje que me transmitían otras manos, sabedoras de esfuerzos, animándome a salir de la penumbra.
Estas dosis de generosidad llevadas a la práctica, junto al abrigo de las nuevas tecnologías concebidas para favorecer la vida de los discapacitados visuales ha aportado tanta energía a mi hacer diario que ha llegado a desplazar esta minusvalía en mi entorno trayendo confianza a mi familia conocedora de los grandes logros conseguidos.
Hoy quedan lejos esas lágrimas, Braille fugaz, muy frágil, que no han dejado rastro. Los seis puntos me transportan a mundos, a sitios inventados que plasmo en mis poemas. Es que todavía no he dicho que soy poeta, tengo siete libros escritos de los cuales hay dos editados: "El tintero Lleno" y "Señora de piel blanca" también publicados por la once en sistema Daisy. Y, como ya soy un experto, Luis, los estoy pasando a braille con mi Perquins querida, depositando en cada tecla la satisfacción que semejante hazaña me produce. Con el punzón y la regleta, que siempre llevo en mi bolsillo, escribo en cualquier sitio: el tren, el bar, lo que la inspiración me dicta.
No podía imaginar que seis puntos en un espacio tan pequeño me dieran la posibilidad de disfrutar del mundo en las manos y a la vez practicar lo más grato de vivir en sociedad como es la comunicación.
Pero pronto recibí otra muestra de la grandeza de tu método, estimado amigo Braille. el departamento de Cultura de la ONCE programó un concurso en el cual había que redactar una carta a los Reyes Magos. La iniciativa me resultó tentadora y me hizo pensar: ¿sabrían sus Majestades leer braille? Sí. Claro que sus Majestades conocían tu método; llevaban muchos años leyendo las cartas de todos los niños ciegos del mundo. Entonces leerían la mía y así podrían otorgarme alguno de los regalos para los niños ciegos que pedía que ya se comenzaban a agolpar en mi cabeza. Estaba seguro que mis peticiones iban a ser concedidas.
Parecía fácil ¿verdad?, ¡pues no lo fue! Tuve que extremar la prudencia empezando por no olvidar que había que comenzar con los puntos cuatro y seis como se merecían los destinatarios y no olvidar nada de lo estrictamente necesario para que todos los niños ciegos del mundo resultasen obsequiados con todos los sueños que llenaban de puntos con relieves de inocencia e ilusión la totalidad de sus páginas.
Lo gratificante es que, manteniendo la ilusión por saber que los Reyes Magos iban a considerar mi carta accesible a sus enormes posibilidades, gané el concurso, ¡qué feliz me sentí, Luis! y con ello, volví a establecer un nuevo vinculo de complicidad contigo, que eres el verdadero artífice de que la carta llegara a su destino y todos los niños ciegos del mundo recibiesen sus regalos.
Con los éxitos obtenidos nunca podré olvidar en el desván de la memoria algo tan importante como la colaboración desinteresada que la ONCE lleva a cabo no sólo con las personas ciegas, sino con un amplio colectivo de discapacitados.
Son imprevisibles los retos que la vida nos depara y sin embargo tenemos el poder de sabernos capaces de generar la energía positiva necesaria para afrontarlos y convivir con el resto de la sociedad de la que somos parte importante.
Ahora tengo otro nuevo objetivo al que dedicarle parte de mi tiempo, educar en el sistema Braille a mis más allegados, enseñarles lo más básico para que en caso de necesidad, sean capaces de leer un escueto mensaje que les mantenga informados de cualquier cuestión cotidiana que les quiera hacer llegar.
Me entusiasma poder dar muestras de estar integrado con toda normalidad en la sociedad y poner al servicio de la misma mis conocimientos en comunicación entre los cuales se encuentra el método de puntos; lo que creo redundará en beneficio de todos.
Sr. Braille allá donde se encuentre, desde los puntos uno, dos, cuatro y cinco empiezo la palabra gratitud y termino con ¡gracias!, así con ellas darle un onírico abrazo de admiración a su sapiencia por hacerme posible seguir redactando poemas al mundo y lavar mis ojos del llanto.