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  Estampas de Madrid, Testimonio Lectobraillístico (Egosan)
 

 

 

Estampas de Madrid

(Testimonio Lectobraillístico)

Egosan

Hoy, día 20 de octubre, después de haber enviado a mi buen amigo Egosan en formato tlo el libro Estampas de Madrid (que dicho sea de paso, ambos en conversaciones mantenidas hace tiempo dábamos por perdido) y al que varios hemos aludido en esta larga longaniza de mensajes en la lista de correos BRAILLEVIVO con el título de Vivencias lectobraillísticas, me ha respondido lo que sigue, que incluyo aquí, en esta mi pobre webecilla, por parecerme realmente interesante.

"No sé por qué tengo la sensación al acercarme de nuevo a la relectura de este libro, este querido libro, en el que se nos presentaba un Madrid distinto, un Madrid de toda la vida, menos de la actual, claro, como si hubiera de encontrarme con un viejo maestro, tan docto como venerable. Un maestro que tantas palabras extrañas incorporó a un vocabulario ahora tan corriente.

Ahí nacieron para mi incipiente léxico de entonces, términos tales como protocolo, raigambre, dársena, prosapia y tantas y tantas con que don Alfonso Inhiesta mantenía nuestra atención, pese al tamaño de la obra y a lo farragosa que pudiera parecer por el exceso de palabras (¡pobres zagalillos!) 'técnicas' que, una de dos, o nos empujaban hacia otros libros más ¿amenos? o nos obligaban a moler a preguntas a nuestros profesores.

Y entre tanta estampa matritense, como el escudo del Oso y el Madroño, el monumento del cerro de Los Ángeles, la plazuela de Antón Martín, la Torre de Los lujanes, los milagros de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, el estadio de Chamartín y un interminable etcétera, yo recuerdo, antes de acometer con una extraña mezcla de inquietud y veneración, después de casi 60 años, el reencuentro con esta obra de unos inspectores de Enseñanza, dos estampas muy particulares, y no precisamente del colegio de Madrid, sino del de Pontevedra.

Una era muy repetitiva: dada la riqueza del lenguaje en que está escrito el libro, algún profesor determinó que era ideal para la escritura al dictado de los alumnos de mecanografía y recuerdo perfectamente cómo dictaba pasajes a los mayores. Luego, sin reparar en el transcurso del tiempo (que entonces era irrelevante), eran los pequeños los que me los dictaban a mí.

La segunda estampa, más pontevedresa, si cabe, se refiere a últimos de junio, primeros de julio de un año, tal vez 1954, que el curso escolar había finalizado y un grupo de 20 compañeros se habían desplazado precisamente a Madrid, al campamento de Santa María del Buen Aire, por los aledaños de El Escorial.

El clima acompañaba y las clases, consistentes en juegos y lecturas, tanto activas como pasivas, se desarrollaban en el campo de fútbol y en el bosque, en las zonas próximas a aquellas entrañables mesas de piedra.

A los alumnos nos correspondía leer, por turnos, algún fragmento de las "Estampas de Madrid", bajo la dirección (sin segundas), de don Fernando que, cuando no le preguntábamos el significado de un vocablo que él consideraba no corriente, nos interpelaba él a nosotros.

Recuerdo que este libro, junto con la sección 'Enriquezca su vocabulario, de las Selecciones del Reader Digest, eran las actividades que a él más le agradaban, aunque a nosotros nos apetecieran más los juegos movidos, tales como "Los remeros", "Recorrer el mundo" u otro, que no acierto a recordar su nombre, que se trataba de, con los ojos tapados, por aquello de que hubiera una igualdad entre choscos y videntillos, de mantener un balón dentro de un corro sin que se parase ni se saliera del círculo humano.

Y entre chut y balonazo, y sin un mal diccionario que llevarse a los dedos, ni que ningún julio Verne nos hubiera hablado de que un día existiría un Google, más de uno íbamos pensando cómo demonios se podría explicar al día siguiente qué era aquello de la competencia ilícita.

Creo que con ese libro algo aprendí, algo comprendí y ahora, cuando me propongo, sin duda con más ilusión que entonces, pues le había perdido la pista por completo, zambullirme de nuevo en sus páginas, estoy convencido de que acaso pueda aprender a comprender la cantidad de cosas que han pasado por nosotros dejándonos indiferentes y la cantidad de ellas que convertidas en recuerdos, tendrán un significado tan distinto.

Muy agradecido de que este libro llegue a mí en el soporte que llega; pero ni es nostalgia ni envejecimiento admitir que lo que me entra por los oídos no sé por dónde sale, pero sí tengo muy claro que lo que ha entrado por mis dedos, eso sí que ha dejado en mí huellas indelebles.

¡Gracias, amigo!"

 

 

 
 
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