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  2ª Carta a Antonio Almaza, Julio-Agosto 2001 (Fermín Tamayo)
 

 

 

Carta a Antonio Almaza

Fermín Tamayo

Madrid, domingo, 15 de julio de 2001.

Queridos don Antonio & Cía. familiar:

Hace cosa de un año, más o menos, que os envié la otra carta, la primera. Como largas y pródigas han sido nuestras conversaciones telefónicas, no es esta la ocasión para contaros cosas que ya sabéis de mi existencia, sino algo más lejano y general, que nos despierte el morbo del recuerdo.

Y así, por abandono de la carta hasta mejor momento, hemos llegado a la otrora emblemática efemérides del 18 de julio, festividad de Santa Marina. Pero a mí, que soy un empedernido ferrocarrilómano, tal fecha me recuerda la inauguración, el año 28 del pasado siglo, del "Canfranc", el tren que atravesaba la frontera hispano-gala por el Pirineo aragonés.

Dentro de tres días salimos para Cádiz, como ya te dije, donde estaremos una semanita. Eso quiere decir que esta carta saldrá cuando Dios quiera; pero como querrá, saldrá seguro. Puede que la recibas en septiembre, mas nunca es tarde si la dicha es buena. En ella te mando fotocopia de los Carmina Burana, cuyo texto completo, en su versión bilingüe, comprende unas cien páginas. A lo mejor aprovecho para incluirte en el envío un CD con música del camarada Clemente Janequin, con algo más que complete el disco, como esa interpretación, por Dinu Lipatti, del coral de la cantata 147 del divinamente humano Juan Sebastián Arroyo. Pero para eso, si antes no me procuro la infraestructura grabatriz, dependo de que vuelva de sus vacances el colega Dongui Etorri, es decir, Don Guillermo López, alias la Cabra (con perdón). Cuando los folículos pilosos arraigados en el masetéreo inferior de tu prójimo afín observes rasurar, anega los a ti supeditados a efectos de maceración; lo que, traducido al esperanto, significa..., ya sabes, ¿no? Lo decía a propósito del cierre del cole pontevedrino, el centro donde yo ingresé de alumno allá por las calendas ya lejanas de finales del 55, y adonde volvería como tícher en los comienzos del 71 (¡que ya ha llovido, máxime en Galicia!). Lo mismo que en la feria, aquí cada uno cuenta según le haya ido en el negocio. La gente se pregunta, en plan morboso, qué centro será el próximo evacuado. Los que estamos en la banda prejubilar, prejubilosa o prejubilatoria deseamos que el nuestro respectivo eche el cierre en el momento oportuno, de modo que nos toque un buen pellizco, aparte la pensión correspondiente. Los que andan por los treinta y los cuarenta, lo tendrían más crudo. Pero estamos en una tesitura de "sálvese quien pueda", pues parece que nadie está dispuesto a bregar en favor del compañón. ¿Y qué puede esperarse socialmente con esos sindicatos amarillos, que en más de una ocasión han demostrado no poder hacer nada por un trabajador defenestrado si a un rabadán le sale de las gónadas (escróticas u ováricas da igual) hacerle la santísima a un cristiano? Luego están esas sagas familiares, de las que hay hasta tres generaciones de "colaboradores laborales". Cuando nosotros éramos alumnos, la cofradía oncénica contaba una generación por el momento. Casi nadie era vástago tiflógamo y cada cual buscábase la vida por su cuenta y razón (o sinrazón). Hoy día es obvio adónde se ha llegado. Para identificar a un macabeo, si preguntas quién es ese fulano, se te responderá de este tenor: ¿Conoces a Mengano? Pues su nieto... Quienes ni están allí gracias a nadie ni tienen un pariente protegido, acaso tengan más identidad, pero bastante menos entidad. Así se va fraguando con el tiempo toda una sangre azul de cegarrumen. Pero por otra parte están los neófitos, que constituyen la neocegarrumbre y acaparan los puestos de favor para consolidar el edificio con su fidelidad agradecida. Quienes se colocaron en su día por una oposición que, de lo malo, daba oportunidades a más de uno sin lamer el trasero al gerifalte ni ostentar servidumbre de partido, si no están hoy metidos en política, no son sino unos fósiles prehistóricos cuya extinción se espera ansiosamente. Una vez me decía un mozalbete, inteligente y muy contestatario, seguramente por echarme un pulso y ver si lo encajaba o me mosqueaba: ¿No crees que a los ciegos deberían, de una maldita vez, exterminarnos? Le dije que a mí plin del cataplín; pero quien con más furia se opondría no iba a ser la legión de la cieguidia, sino toda esa tropa videntaria que subsidiariamente come gracias a la existencia del montaje onceno, pues de no existir éste es muy probable que no tuviese dónde colocarse... Y más dijera si mejor hablara... Claro que en todas partes cuecen habas; pero en mi dulce hogar, a calderadas.

Este curso se han ido del chamartíneo Centro de Reclusos cuarenta y tantos jóvenes y jóvenas, entre ellos, el elenco más lucido. ¿Qué nos queda? ¡Menuda preguntita! Salvo honrosas y escasas excepciones, rebuch, zurrapa, purrela, morralla y balhurria multiaveriada. Pero en el fondo, ¡pobrecitos míos!; que Dios nos los conserve como sea, y así justifiquemos nuestra nómina. ¿Cinismo? Acaso adaptación al medio. Cuando en el instituto mis colegas se quejan de la depauperación a la que está llegando la enseñanza (con todo lo que aún queda por llegar), yo hago causa común, pero en el fondo pienso que a mí me pilla confesado cualquier aberración que se me ponga después de batallar por tanto tiempo con esa patulea de zagales de la zumboterapia y giliatría, que en mi andadura oncena me endilgaron.

Hemos vuelto de Cádiz, y fetén. Estamos ya en el día 31 del mes canicular al que dio el nombre en honor de sí mismo Julio César cuando puso en vigor su calendario, al que desplazaría el gregoriano quince siglos más tarde, cuando el papa epónimo de dicho calendario hizo correr diez días de un tirón justo cuando cascó la santa de Ávila, de modo que murió el 5 de octubre, si bien oficialmente lo hizo el 15, siendo enterrada el día 16. Hoy celebran, por tanto, su onomástica los Iñakis, los Nachos y los Íñigos, gracias a San Gimnasio de Loyola, patrón de deportistas y de atletas, que entregó su alma a Dios (y acaso al Diablo) tal fecha como hoy miércoles, del año del Señor de mil y quinientos y cincuenta y seis, tras de fundar aquella Compañía que menuda la guerra que iba a armar... Pero dejando aparte el santoral, en efecto, hemos estado en Cádiz la mar de chachipén, con un tiempo estupendo, casi fresco, y un saludable ambiente callejero. Y luego vaya bien que hemos jalado: marisco fresco y sabroso en el Puerto de Santa María, lugar natal de Alberti y Muñoz Seca; diversas suculencias en El Faro, famoso y exquisito restaurante; pescaíto frito y otros bocados ricos y sencillos sentados a la fresca nocherniega de una plazuela de la parte antigua (como era la del Tío de la tiza), o bien en La Caleta, pintoresco rincón en el que Albéniz se inspiró para su célebre página "Rumores de la ídem", etc., etc. Y luego lo barato que te sale todo con relación a los Madriles. Como llevamos visitando Gades cinco veranos ya consecutivos sin intención de que éste sea el último, Jana y un servidor estamos por comprarnos un pisito sito en la parte antigua de la urbe, que tendrá menos sol que la modenna y será más tristona en el inviernno, pero en verano está más despejada y menos concurrida por la chusma calzoncillesca y superbronceada, impregnada de sol y de potingues, de salitre playero y de bostezo.

Ya estamos en agosto, mes de Augusto, que no quiso ser menos que su predecesor sobre ese punto. Hoy 1º del mes, hemos comprado el CD Radio Golden, del Golden Apple Quartet, del que hablamos en nuestra última charla telefónica. Tienen su buena técnica, así como su versatilidad en cuanto a estilos; pero su humor carece algunas veces de la ingeniosa chispa que pretenden. Parecen emular a Les Luthiers hasta en su afán por caribeñizar y culebronizar sus letras chuscas. Deben ser de Bilbao o sus afueras; porque si no lo son, merecen serlo, aunque ese humor a golpe de brochazo se ha generalizado de tal suerte que excede toda ubicación geográfica. Ninguno de los grupos de ese tipo (King's Singers, Trinka, Swingles Singers...) tiene individualmente buenas voces, sólo que empastan bien como conjunto. Ya te lo grabaré por mediación del dilecto colega Dongui Etorri, lo mismo que el CD Beatles go Baroque, que también he mercado esta mañana. Es una virguería ciertamente. Más que de unas parodias musicales con efecto jocoso, se trata de paráfrasis beatlesianas en concepción estética barroca, hechas con ponderada seriedad; forzoso es que así sea, pues todo intento de imitar a Bach con espíritu frívolo y chancero daría el resultado de un aborto. Bach es la seriedad por excelencia, pues carece de humor, y eso se ve hasta en sus más festivas creaciones; pero también carece Dios de humor, y don Juan Sebástián es Deus in musica. Es curioso observar que en este disco los temas trabajados en estilo bachiano me resultan deliciosos, mientras que el tratamiento vivaldiano se me hace mortaldiano y firuliru. Dirás que no profeso devoción al Prete Rosso véneto. A mi ver, lo único que se salva de ese clérigo es lo que no parece de Vivaldi. Con todo, yo respeto a sus adeptos.

Hemos vuelto de Oviedo y La Coruña, segundo asalto a nuestras vacaciones. El tiempo ha sido bueno, es decir, fresco, y nos ha permitido comer bien, pasear a gusto y descansar al pelo. Hay que ver lo armoniosamente pulcras que son esas ciudades de provincia que han crecido de forma mesurada y cuya contextura demográfica no ha sufrido el desmadre inmigratorio. Sin embargo, con todo lo ajetreados e incómodos que sean los Madriles, no añoro las pequeñas poblaciones, puesto que estamos hechos al anónimo y a que no nos conozcan más allá de unos cuantos amigos y colegas. La vida provinciana está muy bien para quien tenga un clan en que integrarse y le preste la vida rutinaria... La catedral de Oviedo, de otra parte, sigue como Clarín nos la dejara, con sus austeros pórtico y fachada, sobre la que descuella, a mano diestra, su galana y erguida torre gótica, desde cuyo pináculo el canónigo magistral don Fermín de Pas miraba y dominaba la urbe de Vetusta. La catedral de Oviedo está asentada sobre una planta gótica tan llana y exenta de confusos recovecos, que un ciego puede hacerse clara idea de su forma con sólo recorrerla: su configuración de cruz latina, con su deambulatorio, sus tres naves, su capilla mayor y su transepto, amén de sus capillas laterales, que pueden transitarse fácilmente. De la Cámara Santa y sus leyendas, hablen otros por mí cuanto quisieren. Mas ¿sería la misma catedral (como Nuestra Señora parisién, a la que Víctor Hugo consagrara tan épico papel en su relato) si don Leopoldo no le confiriese un relevante puesto en su novela? Pero se forja así la realidad, conjugando la percepción empírica con lo ya conocido de antemano. Porque sin ir más lejos, y ciñéndonos a nuestro estrecho mundo de internado, no nos dábamos cuenta de los tics de un Batuel, de un Arteaga y otros más mientras un consumado imitador -como Eugenio González o vos mismo- no los evidenciase en sus remedos; entonces ya cualquiera de nosotros, imitadores de la imitación, podía resaltarlo fácilmente. Y es en este sentido en el que Wilde, el refinado irlando-sodomita, ha afirmado con frase proverbial que la Naturaleza imita al Arte. Hemos llegado al día 10 de agosto, fiesta de San-Lorenzo-a-la-parrilla -mar-chando, que es gerundio- en el Madrid castizo y zarzuelero. Debió de ser un santo españolísimo ese mártir oscense, achicharrado en la persecución de Valeriano, que tuvo la humorada cataplínea que refiere Gonçalvo de Berceo, al pedir le cambiasen de postura, que de ese lado estaba bien asado. ¡Ése era un tipo y lo demás es cuento! La musa madrileña, con su zumba acaso más jovial que irreverente, ha inspirado estas pícaras coplillas en Agua, azucarillos y aguardiente (que en Radio Afán a veces escuchábamos con los pitillos de la sobrecena): En cuanto el Santo vea - estas chiquillas, - asáo y todo salta - de las parrillas. [...] De barro un San Lorenzo - te he de comprar. Pa rezar. - Y pa que no volvamos - a regañar. - Y como el santo, - siempre a tu lao - quiero estar por tus ojos - achicharráo...

Coruña ha mejorado a ojos vistas desde la última vez, hace siete años, que estuvimos allá. La Torre de Hércules, cuyo entorno era antaño un tanto inhóspito, es hoy lugar ameno, cuyo acceso constituye un regalo paisajístico, y eso pese a la cáfila turística que lo atesta y lo infesta por demás. Su alcalde, Paco Vázquez, ha cobrado encomiástica fama de mafioso, de perito en chanchullos provechosos para su municipio (siendo el hombre más astuto y sutil que Gil y Gil). Cabría aquí decir con Celestina: A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo (que es la única política que cuaja en la España del sálvese-quien-pueda).

No quiero recargar más esta carta, que lleva ya camino de prolija. Igual que la otra vez, voy a grabártela, pero ahora en una cinta normalica y exenta de registros musicales, que han de ir en un soporte comm'il faut. Dale muchos recuerdos de mi parte al amigo Genito (a quien lo mismo que a Clarín "le nacieron en Zamora", si no recuerdo mal en tanto tiempo). Dile a ver si recuerda el episodio del Viernes Santo del 63 (más o menos por la época famélica de El misterio de las tres judías flotantes), cuando emplumamos a un camarerete de aquel Patio andaluz, templo de Baco, de la calle Arlabán, por devolver de veinticinco leandras y no de los diez duros que el Tanagua (según él, aunque vaya usté a saber) le había dado a cuenta de la ronda. Dile a ver si recuerda cómo fuimos a la comisaría del distrito: él, el Tanagua, Basilín y yo, con todos los detalles consiguientes. Lo digo porque no hace muchos días lo saqué a colación anecdotaria recordando aventuras del pasado.

Como te adelantaba por teléfono, te incluyo en esta carta un chascarrillo que he descubierto al cabo de los años, revolviendo papeles polvorientos, especie de mostrenca pincelada referente a una escena con motivo de las oposiciones para maestros, allá en noviembre del 74, escena en la que tú, como María (por ser parte implicada en el elenco de los opositores agraciados), estuvisteis presentes; ¿lo recuerdas?

Ayer, a las cinco y cuarto de la tarde, se presentaban en acción de gracias ante el Jefe Supremo de la ONCE, los opositores que han obtenido plaza. Yo no tenía en eso arte ni parte, ni nadie me dio vela en ese entierro; pero tenía a bien acompañar a mis colegas en la farsa aquella, y de paso ver la jeta al gerifalte. Así que nos cogimos un taxímetro y recalamos en el palacete vetusto y antañón donde radica la Jefatura de la cegarrumbre, sita en Ortega y Gasset (antigua calle Lista), número 18, esquina a Velázquez (en pleno barrio, pues, del prócer don José de Salamanca). Un cancerbero exento de librea sostenía la puerta con un brazo, mientras que con el otro -balanceándolo a guisa de anatómico incensario-, conforme iba llegando la asistencia, señalaba la sala receptora -vieja tarima cálida y lustrosa, crujido en kirri-karra, ajada alfombra que en su día tal vez fuera tupida-. La sorda algarabía de un comienzo aumentaba de tono y decibelios en un lento crescendo ma non troppo y en un proliferar de las colillas en que se incineraba la impaciencia. El tiempo iba pasando, pero nada. De pronto, al fondo del salón de marras, se abre una puerta con sonoro giro y surge un subalterno innominado que indica al cortejo de peregrinos que pueden pasar al opistodomos por orden del pontífice supremo. Cerráronse las voces, y allí sólo escuchábase el tímido fru-frú de pies sobre la alfombra. Formando un tren humano, articulado con mano sobre el hombro del vecino, fue pasando el cortejo en fila india a aquel Sancta Sanctorum y agrupándose a modo de abanico alrededor del sumo sacerdote. Un acólito añoso salmodiaba la relación de los afortunados que accederían al crujiente estrado a fin de recibir del oficiante el sacro espaldarazo bajo ritual del apretón de manos: --Alicia Santaolalla. --Servidora. --¿Qué tal? ¡Enhorabuena! --Muchas gracias. --Adela Casariego. --Servidora. --Muy bien; ¡enhorabuena! --Muchas gracias... Danza solemne de rancio ritual. --Santa Rita de Casia, - ruega por nosotros. Santa María Egipciaca, -ruega por nosotros... --Andrés Cabezón. --Presente. --¡Enhorabuena! --Gra... Cada mano giraba presurosa en órbita distinta sin lograr encontrarse con la otra. Intervino el acólito enlazando ambas manos, como un veterinario que enderezara el miembro despistado de un semental para reconducirlo hasta su fecundante aparcamiento. Santa María, - ora pro nobis. Santa Dei Genitrix, - ora pro nobis. Santa Virgo Virginum... --Vayan pasando por este otro lado. ¿Y usted quiere acercarse, por favor, a tirar unas fotos?... Turris Davidica, - ora pro nobis. Turris Eburnea, - ora pro nobis... --María Cabanova. --Servidora. --Por aquí, por favor... Consolatrix afflictorum, - ora pro nobis. Regina Unceta, - ídem de lienzo... --Y ahora el Presidente del Tribunal quiere dirigirles unas palabras.

Fernandillo-pillo-pillo -Presidente del quinquibunal de oposiciones en suplencia al señor don Ángel Foz, el titular ausente a la sazón por traslado forzoso al otro barrio y con carácter de ad perpetuitatem- lanzó sus brazos al frente y, enlazadas las manos que se autofriccionaban con fruición, abrazaba su andorga prominente. Carraspeo nervioso, mirada al alto techo y satisfecho: --¡Krr! Buenas tardes, señores. ¡Krr! Ante todo, krr, debo hacer constar el motivo de dolor que supone para mí y para todos vosotros ehh-la causa por la que me he visto forzado a desempeñar ehh-funciones de presidente del tribunal, ¡krr!, que ha dirimido la adjudicación de nuevas plazas a otros tantos profesores de la Obra; es a saber, ¡krr!: el inesperado óbito de nuestro tan querido y llorado Jefe de Enseñanza, don Ángel Foz Tena, ¡krr!, a quien el Ser Supremo haya acogido en su santo seno... A un flanco del cieguil quinquibunal, don Fernandillo Díez, alias Barandiarán (3ª persona del plural del futuro imperfecto, indicativo, del verbo barandiar, que equivale a 'trepar por la baranda') exputaba su verba afalsetada ante la cabizbaja concurrencia, con destemplada voz de marquesa caduca y catarrosa. --No me siento [¡mentira, so cabrón!] lo suficientemente digno [¡habráse visto hipócrita mayor!] para ehh-ocupar el escaño que ha quedado vacante [¡qué más querías tú!] al dejarnos por siempre nuestro ehh-honorable Jefe de Enseñanza, ¡krr!... La alopécica bóveda craneana del renqueante orador brillaba como bola de billar a la luz mortecina de la sala. --¡Krr! Las personas que desde este momento -proseguía la voz barandiarana emitiendo su alada alocución- quedáis incorporadas a la escala docente, ehh-sois la savia que nutre la esperanza de un mañana mejor y más fructífero, ¡krr! [¡bien te lo has preparado, maricón!] Mientras karrakarraka-blablablaba el chaparro, eunucoide Fernandillo, el cortejo quinquibunario formaba un escorzo de jetas desabridas. Del lado opuesto, Benito Martínez Losada, director del colegio pontevedrino -pie derecho al frente y manos atrás, ¡descanso, ar!-, rumiaba su frustrante papel de segundón alargando su céltica napia, tamaña cual feriado matasuegras que pendiese de los cuévanos de sus antiparras. --¡Krr! Con la conciencia tranquila de cumplir lo mejor que he sabido [con tu atrevida ignorancia] ehh-la misión que me ha sido encomendada, sólo me resta añadir [¡menos mal que ya acabas, qué pesado!], Ilustrísimo Señor Jefe de la Organización, que me tienes a tus órdenes, ¡ar!

Fernandillo-pillo-pillo dejó de refrotarse sus mantecosas manos de burrócrata obsecuente y adulador de las autoridades -la "superioridad" tan veneranda-, y el hueco de su silencio fue como la señal con que un traspunte diera la entrada al Jefe Nacional -mirada a ninguna parte, manos entrelazadas por detrás-, quien con plebeya indiferencia hizo sonar su gaita gangosa y destemplada: --Difícil en extremo me resulta dirigirme a vosotros en ocasión tan significativa, máxime cuando se me ha adelantado don Fernando-[ando-cagando] en casi todo cuanto pensaba deciros... El orondo aludido -alias Pachango- penduleaba su desnuda chola cabe la sobaquera del rabadán parlante, arrecho y satisfecho como piojo en trasero de monarca. El ilustre tribunal que me rodea [colocado a su vera por orden analfabético] de estas oposiciones me ha tenido al corriente en todo instante del desarrollo y marcha de las mismas. Mas no sería justo por mi parte que, en ocasión tan señalada, no rindiera mi más sentido homenaje a quien con su llorada muerte acaba de dejarnos para siempre. Sin eludir el reconocimiento de la meritoria labor desplegada por este tribunal, debo hacer constar que las oposiciones que, para satisfacción vuestra y orgullo de nuestra Obra, habéis logrado superar, han discurrido por los cauces que, de principio a fin, trazara y dispusiera, antes de separarse de nosotros, el señor don Ángel Foz, a quien Dios haya acogido entre los suyos [como a distinguido pecador de comunión diaria]. Entre tanto el fotógrafo -cuñado de un primo hermano por parte de madre de la sobrina política de una doncella (ya sin doncellez) del secretario particular del Jefe Supremo- enfocaba su objetivo, a modo de cañón de una escopeta, tratando de atrapar a los tribunos, en una imagen inmortalizante, que a la sazón poblaban el estrado. En consecuencia, no dudo que esta joven promoción [con excepción de alguna de 40] que, tanto de facto como de iure, ingresa en la escala docente de nuestros colegios, desempeñe su noble cometido con la capacidad y la solvencia que ha demostrado en las recientes pruebas. Vaya, pues, para todos mi felicitación y enhorabuena en nombre de esta Jefatura y en el mío propio [como amo del cotarro por méritos de guerra y con permiso de Gobernación]. Nada más. Un discreto aplauso de alivio recorrió la sala. El pícnico Pachango alzó su monda mollera por sobre las barbas del gran jefe para dejar oír su voz aflauto-rrequintada que dijo con afán turibulario: Los señores opositores desean retratarse contigo [¡Quién te lo dijo, mamón!]. Abandoné la sala del retablo como alma que lleva el diablo, no fueran a atraparme en una foto, sin comerlo ni beberlo, y me repantillé cómodamente en un blando sofá de la antesala, un sofá de ésos que hacen "fff" al sentarte y de pronto te ves patas arriba. El rito seguía su ritmo implacable, con aire solemne y absurdo compás. Cuclillas, puntillas, se agolpa el cortejo; las damas delante, los hombres detrás. Los doctos tribunos ensayan su pose en torno al regazo del sumo Caifás. A ver, atención, quietos, no se muevan. Chasquea el disparo y enciéndese el flash... En anárquica desbandada, cual rapaces a toque de recreo, salió la concurrencia dibujando un mohín de frustración en sus hastiadas jetas, ya que el vino español que todos esperaban no se atisbaba por ninguna parte; y así la comitiva no sería, por su mal, bebitiva al propio tiempo, pese al cebo amagado en el programa... Y aquí se acaba la farsa de aquel Fernandillo-pillo. Después habría otras farsas y otros Fernandillos-pillos, pillo, pillo-papillo-papillo, pillo, pillo-papillo-papán, parabarabán.

Bueno, basta por hoy de paridemas, de chorremas y de gilipollemas que, puestos a soltarlos, no paramos. Cuando llegue septiembre te daré un telefonema, y será por entonces cuando te eche esta epístola, pues antes he de imprimirla, y en mi casa carezco de impresora, pese a que Jana insiste en comprar una. Además tendré que ver al colega Dongui para la grabación de los CDs. Todito se andará. Muchos saludos a María, para quien va esta carta igualmente, y un abrazo muy fuerte para ti, con repique de palmadas omopláticas.

Postdata, codicilo, palinodia.- Errare humanum est; perseverare autem diabolicum. Oído y escuchado varias veces el círculo sonoro Radio Golden, retiro cuantos juicios reticentes y aun peyorativos haya emitido sobre los chicos de la Manzana Dorada. Están muy bien. Lo mismo es extensivo al disco de los temas de los "escarabajos de Liverpool", condimentados a la barroca.

Fecha y finiquitada la presente en Madrid, hoy domingo, a doce días del mes de agosto del año del Señor de dos mil y uno. Vuestro amigo, FERMÍN.

 

 

 

 
 
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