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  Lucky (Manuel Santos Greve)
 

 

 

Lucky

Manuel Santos Greve

Se acercaba el día de Los Reyes Magos. Desde que le dieron las vacaciones Luis no dejaba de preguntarle a su madre.

-Mamá, ¿cuántos días faltan para los Reyes?, me estoy portando bien, ¿verdad que sí? ¿Me traerán lo que les he pedido?

Luis, que había cumplido el 18 de Diciembre los ocho años, estaba firmemente convencido de la llegada de Los Magos de Oriente.

Efectivamente se portaba bien. Y pese a ser de los más jóvenes de su clase, hacía todos sus deberes y ayudaba a su madre en casa.

Todos sabían lo que le había pedido a Los Reyes. Lo repetía y repetía. ¡Él quería un perro!.

Tanto su madre, María, como Emilio, su padre, no sabían como quitarle al niño esa idea de la cabeza, antes de que la mañana del día 6 se encontrase con otros regalos, pero sin el deseado perro.

El apartamento para los tres, aun siendo pequeño exigía que María y Emilio tuvieran que trabajar para cumplir con las obligaciones de la hipoteca. Por las mañanas Luis se quedaba en el colegio, y la familia no se volvía a reunir hasta las 6 de la tarde.

Tener un perro en esas condiciones era imposible. Sin contar con los problemas de vacaciones y la obligación de sacarlo a la calle dos o tres veces al día.

A Luisito no le valían esos razonamientos. El quería un perro.

Y llegó la mañana del 6 de enero. Primero fue el buscar al perro por toda la casa, después la desilusión, y finalmente un llanto casi inconsolable.

Los niños, desean las cosas con tanta fuerza como los adultos. Lo que ocurre es que su capacidad de lucha es menor. Sus únicas armas son el llanto, la rabieta y la insistencia.

-Que sí, Luis, lo sé. Te haría mucha ilusión tener un perro. Y a mí también me harían ilusión muchas cosas, pero no se puede tener todo en la vida. Ahora no lo entiendes del todo, por que, tu deseo de acariciar un perro tuyo, no te deja ver los problemas que el animal nos traería a casa. De entrada, es probable que en vez de perro, tengas una hermana.

La llegada de una hermana pequeña, y llorona, no consoló a Luís en absoluto. Su madre se dedicaba a la niña día y noche. Además tuvo problemas durante semanas. A él le daba mucha vergüenza que lo comentaran sus padres, pero había vuelto a hacerse pis en la cama.

-*-

El tiempo transcurre, y cinco años después muchas cosas habían cambiado.

Luis ya había concluido la primaria y cambiaba de colegio. María había aprobado las oposiciones y entraba oficialmente a dar clases en el instituto. A Emilio, con su empresa, unida al carro de la informática, le habían ido las cosas muy bien. Isabelita, ya era una pizpireta niña de cinco años.

La entrada en la nueva casa fue un acontecimiento alegre para todos. La casa tenía incluso un jardín y una habitación de más.

La habitación se ocupó pronto. Doña Isabel, la madre de Emilio, se había quedado viuda y se fue a vivir con ellos. Todos salieron ganando con la llegada de Doña Isabel. La abuela era lista, dispuesta, cariñosa y se llevaba muy bien con Luis e Isabelita.

Poco tardó Luis en presentar de nuevo su reivindicación:

-Papá, ahora sí que podremos tener un perro, ¿verdad?

Uno de los grandes amigos del padre de Luis era ciego. Habían sido compañeros de habitación en el colegio mayor. Se llamaba José Galindo. Venían por casa de vez en cuando.

-Luis, esta tarde vienen el tío Galindo, - así le llamaban familiarmente - y la tía Amalia. Vienen a conocer la nueva casa. Procura tener tu habitación ordenada.

-¡Bien! - exclamó Luis, - seguro que él me ayuda a defender la idea del perro.

El tío Galindo efectivamente resultó ser de una gran ayuda. Cuando salió el tema del perro comenzó a describir con todo lujo de detalles el programa de la Fundación ONCE para el Perro Guía.

-Y ahora, en España, se está iniciando el programa del perro en adopción. Te entregan un perro para que lo criéis, y después, al año se lo llevan a las instalaciones de la ONCE en Móstoles. Antes, se hacía todo esto con carácter particular, y sólo en Palma de Mallorca. Te entregan un cachorrito, de 7 semanas, sano, y tienes que cuidarlo durante ese año, al cabo del cual, el perro ya tiene que volver a la ONCE para ser adiestrado y empezar su vida laboral. La experiencia nos dice que a las familias les duele mucho desprenderse del cachorro. Así que Luís, piénsatelo bien. Ahora ya cumplís las condiciones, gracias a tu abuela, que tanto te defiende. El perro podrá estar acompañado durante el día, y estoy seguro de que le daréis el cariño que esos animales necesitan en ese primer año.

Fueron unas semanas de mucho nerviosismo para Luis. Su padre se limitaba a decirle que lo estaba pensando. Su madre decía lo de siempre:

-Eso lo que tu padre decida.

Y el 18 de diciembre, la tarde de su cumpleaños, su padre apareció acompañado de un señor que Luis no conocía.

-Luís, te presento al señor Martínez. Trabaja en la Fundación del Perro Guía. Y viene a hablar con nosotros.

A Luis se le abrieron los ojos. ¿Sería verdad?

El señor Martínez rogó que se reunieran todos los componentes de la casa, insistió en que Isabelita también estuviera presente.

Todos estuvimos reunidos en el salón de la casa nueva. Mi abuela, sin decir nada, trajo unos vasos y varias Coca-Colas. Puso además una bandeja con patatas fritas y otra con almendras.

-En primer lugar, decirles que con la adopción del cachorro, iniciarán un período que será sin duda diferente para Vds. Les aportará muchos momentos agradables, pero se obligan también a muchas tareas adicionales.

El Sr. Martínez fue relatando los comportamientos que eran de esperar del perrito durante el primer año. Detalló las comidas e insistió en que según iba creciendo lo fuéramos acostumbrando poco a poco a sólo una comida al día, para al llegar a los seis meses, añadir el ayuno completo los domingos. La necesidad de sacarlo al menos tres veces al día a la calle y, por supuesto, la de recoger los excrementos. Y cientos de detalles más. Se quedó mirando los muebles y alertó, especialmente a mi madre, del deseo incontrolado que tendría de morderlo todo durante los primeros meses en que le estarán saliendo los dientes.

-Señora, si aprecia en especial algún mueble, sería cosa de que le protegiese las patas con algunos trapos liados alrededor.

Supe que mi padre se sintió casi satisfecho con esas sugerencias. Después de la mudanza a la nueva casa, mi madre estaba en la idea de comprar un nuevo sofá y otros muebles para el comedor, y no se cuantas cosas más que, ante la perspectiva de los emergentes colmillos del cachorro, se postergarían un año.

Insistió mucho sobre el castigo del perro. íNunca! se debe pegar al perro cuando se está haciendo mayor.

-Durante el tiempo que esté con Vds. será todavía muy joven para relacionar los golpes que recibiera, con su conducta. Él interpretaría sólo que los humanos le hacen daño, y se volvería asustadizo y agresivo. El perro guía no debe asustarse de nada, ni ser agresivo. Su misión será cuidar de su dueño y para eso debe mantener siempre la calma. Deberá vivir entre humanos, casi como sintiéndose uno de ellos.

El Sr. Martínez nos dio dos ejemplares de "La Cría del Perro Guía", y varios folletos de comidas y desparasitadores. Luego estuvo firmando los documentos de la adopción temporal.

Eran casi las nueve de la noche cuando el Sr. Martínez se despidió.

-¿Y cuando lo tendremos?, preguntó Luís, sin poderse aguantar.

-La próxima semana empezarán vuestros problemas. Tenéis que pensar en un nombre para él. No más de dos sílabas, y llamarlo siempre por ese nombre.

Todos participaron, pero al final, fue el propio Luís, el que propuso, y todos estuvieron de acuerdo, que se llamara Lucky, nombre tomado de sus clases de inglés, y que se pronuncia LAKY, y significa "afortunado, con suerte" yá que cumplía con la condición de ser corto y que no se confundiera con otras palabras.

-*-

Tengo tan vivos en mi memoria todos los recuerdos desde la llegada de Laky a casa, que ya no necesito acudir a las cosas que me han contado de aquellos días mis padres o mi abuela.

Aquel martes, cuando llegué del colegio y llamé a la puerta de casa, oí pasos precipitados, aun me parece oírlos. Mi madre y mi abuela trataban de darme la sorpresa, pero en cuanto vi sus caras, me dí cuenta que ya debían haberlo traído.

¡Y allí estaba!

Lo habían traído hasta con un arnés pequeño, como el que tendría que usar cuando fuese adulto.

¡Qué año fue aquel!

Laky despertó nuestro cariño. El hecho de que tuviésemos que devolverlo a plazo fijo nos hizo a todos apreciarlo más. Laky enseguida reconoció en mi abuela la persona que más merecía su cariño, y allá donde ella iba él la seguía detrás moviendo el rabo. Pero para jugar siempre nos prefirió a mi hermana Isabelita y a mí.

En cuanto volvía del colegio se lanzaba sobre mí, con la correa en la boca, para que lo sacara de paseo. A veces lograba, con el truco de la correa en la boca, que mi abuela e Isabelita volvieran a sacarlo una segunda vez. Había cerca de casa un jardín público donde los vecinos del barrio, por la tarde, sacaban a sus perros, y Laky con unos de ellos se llevaba muy bien y jugaba mucho. A otros perros, claramente los rehuía.

Mi padre, que antes buscaba excusas para ahorrarse el salir de excursión, ahora siempre que hacía buen tiempo nos llevaba a la casa que tenía el tío Galindo en Manzanares, y se daba paseos y carreras con Laky, hasta que los dos volvían con la lengua fuera.

El viejo sofá, que mi madre quería sustituir, se convirtió en su asiento favorito. Se sentaba allí para ver la televisión como uno más. Detectamos que su programa favorito era "REX, Un perro policía". Se ponía nervioso viendo los capítulos de la serie, y a veces se bajaba del sillón y se acercaba a la pantalla del televisor, como queriendo oler a ese otro perro de ficción.

Antes de lo que todos deseábamos, se cumplió el año.

Decir que yo lloré y que Isabelita lloró, es fácil de imaginar, pero mi madre y mi abuela andaban con los ojos enrojecidos por casa, haciéndose las fuertes, y explicándome que ahora tenía que irse a educarse y trabajar.

El Sr. Martínez había venido cada dos meses a visitar a Laky. Preguntaba cómo se comportaba, cómo jugaba con nosotros, y con las demás personas. Aconsejaba que lo lleváramos a sitios con muchas personas. Mi abuela insistió en ir, y yo fui con ella y Laky de la correa, a la manifestación "Pro Vida". Además, el Sr. Martínez le ponía las vacunas y lo miraba igual que me revisaba a mí el médico del colegio.

En esta última visita, el Sr. Martínez nos dio las gracias a todos, le entregó unos papeles a mi padre y, tomando a Laky por la correa, le dijo:

-Vamos Laky. Ya ha llegado el momento de tu formación y de empezar a trabajar. Despídete.

Laky nos miró a todos, y siguió al Sr. Martínez, como si supiese que se tenía que ir, pero con la misma pena que nos dejaba a nosotros.

¡Qué año fue aquel!

Cuántas veces hemos repasado las fotos, Laky con Isabelita, Laky conmigo. Laky con papá, Laky abrazado a la abuela. Mamá poniéndole la comida a Laky. Hasta una foto que me hizo mi padre, sin yo saberlo, recogiendo la caca de Laky en la calle, con cara de asco.

-*-

Terminada la EGB, empecé el Bachillerato. Y, sin problemas, el segundo curso estaba terminando.

-*-

¿Porqué pasan, las cosas que pasan? Se buscan culpables. En lo que pasó se intentaron buscar culpables. Pero realmente no los hubo. Fue el azar el que hace que lo menos imaginado y lo menos deseable pueda ocurrir.

Los periódicos y las noticias de toda España se hicieron eco de la tragedia.

La explosión en el laboratorio de química del Instituto Santa Gadéa. Dos fallecidos, cuatro heridos graves y dieciocho leves.

Por lo que parece ser, el miércoles de Semana Santa, coincidieron en la entrega los proveedores, "Productos Químicos Torreta" con los deá "Priesgo", uno se había retrasado cuatro días en la entrega y el otro casi dos semanas. Todas las cajas habían sido llevadas por el conserje hasta el Aula de Física/Química, ya que por razones de seguridad el Laboratorio estaba cerrado con llave.

Las cajas apiladas en el aula fue lo que encontraron los alumnos el primer día de clase después de las vacaciones de Semana Santa.

Aquello despertó la curiosidad de más de uno que empezó a mirar de qué se trataba. Otros quisieron mirar también. Una caja se cayó desde la parte alta de la pila, y algo sonó ha roto dentro. Unos se retiraron y otros se acercaron más. Y, en concreto, ya no se sabe más.

Según las informaciones de los peritos, fue una combustión de fósforo blanco la causa inicial. Se produjo una nube tóxica de humo blanco e irritante que lo cubrió todo. Con el pánico de los alumnos, el apilamiento de cajas se derrumbó. Y surgieron las llamas y las explosiones.

Como es natural, los transportistas habían descargado las cajas cerca de la puerta, con lo que las explosiones y el incendio dejaron a los alumnos encerrados en el aula.

-*-

Lo primero que noté fue la mano de mi madre. Y que era de noche.

Siguieron meses de recuperación.

Mi madre, mi padre, la abuela e Isabelita me acompañaban muchas horas en el hospital. Pero les notaba que se quedaban sin palabras. Y yo tampoco deseaba hablar demasiado.

El que más ánimos me daba era el tío Galindo.

-Escucha Luis, dentro de poco ya te habrá soldado el hueso de la cadera y podrás andar sin problemas. He estado hablando con el traumatólogo y me lo ha confirmado. La radiografía muestra una soldadura excelente. Por lo demás sólo te queda ese pequeño detalle de la destrucción del nervio óptico derecho y de la quemadura de la retina del ojo izquierdo, que te han dejado como a mí. Ahora tendrás que aprender a llevar una nueva vida. Con tus 18 años tienes juventud suficiente para rehacerte.

Lo primero será empezar a aprender a leer. Te aseguro que en menos de un año serás un excelente lector. También tienes que aprender de nuevo a manejar el PC. Te he traído un cuaderno con las letras en relieve, en el alfabeto normal y el Braille. Ve practicando. Ve pasando los dedos suavemente por encima. En las primeras páginas tienes las letras en orden alfabético, y ya después hay palabras. De la mitad del cuaderno hasta el final sólo es Braille. Te vendré a visitar la próxima semana.

Me resultaba difícil de asimilar. Era ciego, ciego, ciego.

Pronto pude andar. Mi hermana estaba ahí siempre que la necesitaba. Ya tenía 14 años. Y como yo no podía verla, a ella, el hablarme de sus cosas, no le avergonzaba. Pienso que me consideraba como un ser de otro planeta. Me tenía al tanto de los chicos que le gustaban y de los celos que sufría por que les hacían caso a otras.

-Toca, me decía, ¿Ves? lisa como una tabla. Y pronto voy a cumplir quince años.

Poco a poco las ganas de vivir me fueron renaciendo, y al tiempo toda la familia se fue normalizando.

El día que volví a Manzanares, a visitar la casa del tío Galindo, fue especial para mí.

-Sólo me falta Laky para que estemos todos. - Dije -

-No te creas, - me dijo Galindo - que eso entra dentro de lo posible.

-¿Qué me dices? ¿No me dijiste que Laky estaba con una ciega de la ONCE, y que dijo que ella no dejaba a Laky por nada del mundo?

-Efectivamente, pero parece que es ella la que va a dejar éste mundo. La internaron la pasada semana, y lamentablemente al intervenirla la han abierto, cerrado, y ya la han pasado a cuidados paliativos. El Sr. Martínez se ha hecho cargo de Laky y está en el Centro de Boadilla del Monte. Ahora el centro de formación de Perros Guía está allí. Pero ahora no es Laky el que necesita formación. Eres tú el que debe aprender a ser dueño de un perro guía. ¿Estás dispuesto?

-¡Por supuesto que sí!

Aunque mi familia me venía sirviendo de lazarillo, y ya en los recorridos cortos me valía sólo con el bastón, el poder disponer de Laky era dar un gran paso a mi independencia. Podría ir yo solo al centro de la ONCE.

Laky me reconoció enseguida. Y se empeñó en principio en que jugáramos como hacía años. Poco tardó en darse cuenta que yo era su cliente. Aprendí mucho de él. Él sabía llevar ciegos, y yo estaba aprendiendo a serlo. Estuvimos haciendo prácticas varias semanas. Galindo contribuyó a mi formación de ciego urbano dándome unas clases prácticas de orientación en el metro. Empezamos yendo los tres desde el metro de Alfonso XIII a Moncloa y vuelta. Después aprendí a bajarme del vagón y cambiar de dirección.

-Hay trasbordos en que es muy difícil orientarse. Es preferible evitarlos, haciendo el recorrido por otras estaciones. Las estaciones de Sol y Avenida de América son las peores. Y en el momento en que pierdes las referencias debes pedir ayuda. De ahí ni Laky te puede sacar. Los autobuses también tienen su técnica. Ya irás practicando.

Los tres años siguientes fueron excelentes. Terminé la carrera de derecho, y deseaba enfrentarme al reto de vivir con independencia de la ONCE.

-Aún eres muy joven, - le dijo Galindo - empieza a estudiar los casos que se nos presentan aquí, que no son pocos, y en unos años decides.

Quizás por que fue el primer caso que tuve, el divorcio de un matrimonio, aquello inclinó mi carrera.

Dos años después, en una revisión ocular rutinaria conocí a Marta Aldecoa. Era cirujano ocular. Algo de mi caso le interesó por que me citó para dos días después.

-Luis, véngase el jueves por la tarde, pero vaya a verme al Hospital de la Moncloa. Allí tengo mejor instrumental que aquí. Quiero ver su caso más detalladamente.

Mis dos ojos estaban perdidos, cada uno por una causa distinta. Después de mirarme ambos ojos y hacerme pasar un mal rato, Marta me cogió las manos.

-Luis, sin prometer nada, por que es casi un experimento, creo que puedo intentar devolverle algo de vista.

Aquellas palabras cayeron sobre mí como una revelación sobrenatural. ¿Ver? Aunque sólo fuera luz.

La idea de Marta era simple en su exposición. Extraer la retina del ojo perdido por el corte en la explosión del nervio óptico, y trasladar el tejido retiniano al otro ojo, el de la retina quemada.

Fueron semanas de preparación y consultas. Lo pasé francamente mal. Sólo la esperanza de volver a ver luz me animaba a seguir.

Finalmente la intervención me obligó a estar casi inmóvil durante un par de semanas.

Al final me quitaron la venda de los ojos. ¡Y vi luz!

Y no sólo luz, ¡También movimiento! Sombras que se movían, que indicaban que había personas a mi alrededor.

-Luis, déme sus manos, - me dijo Marta - y ahora escúcheme: Va a llegar a tener casi el siete por ciento de visión. Eso es poquísimo, pero es la diferencia entre la nada y casi todo. Pasará de ser un dependiente a volver al mundo de los independientes. Independiente para la vida del mundo urbano. Con las córneas nuevas, que le hemos trasplantado, ha mejorado su imagen. Se puede quitar las gafas negras. Ahora tiene Vd. un aspecto estupendo. Podrá vivir una vida normal en el mundo de los videntes. O casi normal. Deberá seguir leyendo Braille, oyendo el ordenador, y ahorrándose los programas de la televisión, pero podrá moverse libremente, sin perder la orientación. Y podrá prescindir del perro lazarillo.

Las palabras de Marta resultaron ciertas en todo, o al menos en casi todo. No quise de ninguna manera deshacerme de Laky. Seguía saliendo a la calle con él. Empecé a darme cuenta de cuanta atención ponía en cuidarme. Creo que se dio cuenta que yo algo veía, pero no bajaba la guardia.

Galindo me ayudó durante esa etapa de independización. A ir paso a paso y a volver a aprender, a acostumbrarme a la visión. A cómo aprovechar ese siete por ciento de la mejor manera.

Me pude instalar en un apartamento cerca de casa y vivir solo. Allí, Laky yo llevábamos una vida casi feliz. Mi hermana venía muy a menudo a verme. Ella también decidió estudiar derecho y ya proyectábamos el despacho que íbamos a montar para separar parejas.

-Luis, - me dijo un día mi hermana, - noto raro a Laky desde hace un tiempo. No lo veo tan despierto como antes.

-No debe extrañarte, le está pasando algo que yo conozco muy bien. Se está quedando ciego. Para él, no es una tragedia tan dura como para los humanos. Ellos viven en su mundo de olores y el órgano de la vista en un complemento. Sabe que estás detrás de la puerta por que te huele desde que te acercas por la escalera.á Ahora, cuando salimos los dos a la calle, nos complementamos. Él me indica donde tengo que recoger sus necesidades y yo le digo cuando podemos cruzar las calles. Somos cada uno el lazarillo del otro.

-¿Qué harás cuando se haga mayor y no pueda andar?

-¿Te acuerdas cuando pasó el año y se llevaron a Laky de casa?, pues casi igual. Afortunadamente los perros son nuestro modelo para vivir el "Carpe Diem". Para ellos sólo existe el presente. El futuro se lo encuentran cada mañana. Dentro de un año o así, será el momento. Una noche, se dormirá y ya no se despertará.

Pero ya no concibo la vida sin perro. No se ama a un perro concreto. Se ama al perro. Mientras esté soltero será así. Quizás en un futuro me lo plantee de otra forma.

Y paradójicamente, tanto a mi hermana como a mí, expertos y exitosos abogados divorcistas, nos llegó el momento, y nos casamos.

-*-

Mis hijos tienen ya 9 y 11 años y están pidiendo un perro. Debería llamar al señor Martínez, quizás puedan proporcionarnos un cachorro.

Madrid, 20 de Octubre de 2009-10-20

 

 

 

 

 
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