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  Bienvenido, Míster Braille (Fini Sarrió)
 

 

 

Bienvenido, Míster Braille

(Una Luz en las Tinieblas)

Fini sarrió

 

El diagnóstico fue contundente.

El oftalmólogo dijo que desgraciadamente, no había solución, al menos, de momento.

Me habían diagnosticado miopía magna, una de las peores.

Lo primero que me vino a la mente, era cómo iba a leer, y el vacío más absoluto se abrió ante mí.

¿De verdad no podría leer, no volvería a tener un libro entre las manos, no volvería a estar horas enteras, tardes largas, noches rozando las madrugadas, enganchada a cualquier libro que me dijera algo, de verdad no vería amanecer, como tantas veces me sucedía, en las etapas frecuentes de un insomnio recalcitrante?

No podía creerlo, después de dejar caer la cabeza la levanté despacio, di media vuelta y tras una corta etapa de procesar el impacto, decidí ir al centro de rehabilitación de la ONCE, en Castell d'Arnau, en la Comunidad de Cataluña.

Una fría mañana del mes de enero, hace ahora 20 años, caminaba por el ancho y largo pasillo central del centro, el cual, por diversas razones, acabó siendo el centro de mi vida.

En ese momento, llevaba año y medio sin leer por mí misma, eran familiares y algún amigo desinteresado y amable, quienes se ponían algunos ratos, libro en ristre, a deleitarme con su lectura.

La sonrisa de felicidad, rara vez se borraba de mi rostro, lo que hacía que la persona que me leía, aguantara más, y mejor, el tirón y esfuerzo que suponía, estar varias horas seguidas leyendo.

En el centro, el segundo día de mi llegada, recorrí las estancias, la sala de refuerzos, los talleres, la sala de música y la de televisión, los jardines, aquello era inmenso.

Me presentaron a Ricard, mi joven profesor de braille, y al día siguiente, empezó mi aventura.

Las explicaciones de cómo formar una letra, una palabra, una frase, un párrafo, la emoción sin límites al leer por primera vez, la sensación magnífica, maravillosa, majestuosa, de sentir cómo los puntos daban forma a los pensamientos, cómo al adquirir soltura mis dedos volaban absorbiendo palabras, frases, textos que me decían todo a la vez que me llenaban de la dicha infinita de poder leer de nuevo...

¿Cómo explicar lo que supuso aquella imborrable experiencia, la de volver a leer, sin que las lágrimas de felicidad sigan bañando mi cara?

En una mañana aprendí lo necesario para ir en busca de la biblioteca, una estancia cálida, recogida, tranquila, un lugar donde meditar, pensar, relajarse, pero sobre todo, ante todo, un lugar lleno de magia para leer.

Varias estanterías repletas de volúmenes en braille, esperando ser leídos por dedos y manos ávidas y mentes sedientas de aprender, de conocer, de saber, de encontrar...

Cogí al azar un libro cualquiera, recuerdo que era Ciegas esperanzas, el del soldado en la otra orilla, un libro algo denso, pero que leí, y su lectura me hizo ver que no todo estaba perdido, que gracias al braille, volvería a vivir horas de alegría con un libro en las manos, volverían las tardes enganchadas a una lectura interminable, a las noches con sus madrugadas sin poder dejar de leer.

Para alguien que ama los libros, la lectura es como un oasis en mitad del desierto.

Bienvenido, míster Braille.

 

 

 

 
 
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