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  Una Fotografía Encontrada de Antonio Vicente (F. Javier Bernal)
 

 

 

Una Fotografía Encontrada de Antonio Vicente

F. Javier Bernal

Era a mediados de los años s

Sentados sobre una mesa, dos adolescentes ávidos de conocer otros mundos y otra cultura a través de la lengua inglesa. También apoyado sobre la mesa de enfrente, un joven de apenas veinte años, con la tremenda vitalidad de quien acaba de poner en marcha todos los motores de su vida para un inconmensurable viaje planetario. En medio de los tres, sobre una silla a la que deliberadamente habían rehusado, un pequeño reproductor con una cinta de los Beattles en su interior:

¡Lo habíamos conseguido!

En efecto, a cambio de aprendernos la gramática básica que Antonio había escrito y encuadernado él mismo, accedió a regañadientes a dedicar algunas horas de la asignatura, a traducirnos las canciones de los Beattles y Simon and Garfunkel. 40 años después, no he olvidado ninguna de aquellas letras, ni las estructuras ni los esquemas de esa gramática en la que Antonio había sido capaz de condensar todas las claves de un idioma.

Entre frase y párrafo de los chicos de Liberpool, no desaprovechaba la ocasión para inocularnos los verbos auxiliares e irregulares. Así, sin apenas darnos cuenta, nos habíamos adentrado en la pedagogía de vanguardia, en contraste con la rigidez de plomo que aún se enseñoreaba por la docencia de la época.

Entre bromas y risas, con la curiosidad y candidez de un niño que lo quiere saber todo, nos preguntaba por las pequeñas cosas de la vida cotidiana, pero adoptaba la sabiduría de un anciano para responder a nuestros requerimientos más comprometedores, a pesar de lo cual, nunca conseguimos arrancarle una sola palabra que trascendiese los límites de la deontología del docente, únicamente consejos y buen ejemplo para conducirnos en la tolerancia. Tan solo en una ocasión, le oímos decir entre dientes, una frase que después he desbrozado en toda su dimensión: "Europa camina hacia la social democracia". Indudablemente con el transcurrir de los años he comprendido que no se trataba de una aseveración ideológica, sino que en realidad nos estaba hablando del estado del bienestar, ese con el que seguro ya estaba soñando para la institución a la que tanto amaba.

Más allá, sobre otra silla se hallaba una guitarra, sí una guitarra. Aquel final de trimestre mi compañero tuvo que cumplir una parte más del trato y cantar una de las canciones que Antonio nos había traducido...

¡Cantar en un aula!, ¡qué "irreverencia" para el momento!, sin duda aquel hombre transpiraba libertad por todos los poros de su piel. Sí, libertad y pasión por las cosas más sencillas, era un soplo de aire nuevo y humanidad, materiales humildes que van forjando la grandeza de esas personas capaces de poner en marcha proyectos universales.

Antonio fue sin duda el gran impulsor del renacimiento en el mundo de la ceguera, se fue a vivir a las estrellas dejando miles de huérfanos que hoy lloran su ausencia por las esquinas de España, suspirando por alguien a quien muchos no conocieron, y quienes sí tuvieron la fortuna, riegan con el afecto que conservan en su memoria, la rosa del recuerdo, la rosa de la esperanza en que algún día su omnipresente espíritu se encarne en un joven, intrépido y apasionado por la vida como él, y regrese para concluir, como el Gaudí de los ciegos, la magna obra, lo que en su mente fue siempre su "sagrada familia".

 

 

 

 

etenta. Por la ventana abierta del aula entraban olores, sonidos y el tacto de una brisa templada de atardecer, los flagrantes signos de la primavera que se mostraba exuberante como una diosa marina.
 
 
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