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  5ª Carta a antonio Almaza, Febrero 2011 (Fermín Tamayo)
 

 

 

Carta a Antonio Almaza

Fermín Tamayo

Madrid, a día 2, mes de las fiebres del año del Señor dos mil onceno. Querido y viejo amigo Antonio Almaza: ¡Con la de tantos hijos de Calcuta que, a fuer de jeringar a todo cristo, continúan vivitos y coleando, tenga que ser mi caro y buen amigo víctima de dolencias incordiosas! ¡Señor, qué injustamente repartido está este mundo inmundo y nauseabundo!, con todo y que el buen Leiniz lo conciba como el mundo mejor de los posibles; lo mismo que mis viejos compañones del Liceo Justina Batasuna -donde acabé mis días laborables, laboriosos, latosos y penosos- estimaban ilusos su oficina como el centro mejor de los docentes, y ríanse las gentes más decentes. Sin que me asistan pruebas al respecto, abriga mi sospecha que el tabaco lo estén envenenando últimamente, amén de ser nocivo de por sí. Porque en "aquellos tiempos del cuplé", o no se hablaba tanto del asunto, o no era tan letal la nicotina. El proletario "Caldo de gallina" creo que era un tabaco formidable, por lo que yo recuerdo de las veces que alguno me pasaba un cigarrillo y yo me lo fumaba con fruición, aun con algún picor en la garganta. El que palmó de un cáncer gutural, de entre los fumadores a lo bestia, fue el operista Giácomo Puccini. (Habrá más casos, pero los ignoro.) Antiguamente el polvo del tabaco se aspiraba más bien que incineraba. De ahí que -por el rapé o por el tabaco- provenga la expresión "echar un polvo", empleada en un sentido figurado, y por asociación con pulvis es, et in púlverem reverteris. Tal etimología, sin embargo, es más bien divertida que científica. Según don Sebastián de Covarrubias -Tesoro de la lengua castellana o española, de 1611-, fue el demonio quien descubrió el tabaco, puesto que sus efectos psicotópicos (no adopta ese palabro el erudito) permitían al hombre adivinar lo que tan sólo a Dios era factible. El franchute Moliere, en su Don Juan, hace decir al criado Sganarelle:

Digan lo que dijeren Aristóteles y todos los filósofos del mundo, nada hay comparable al tabaco. Es la pasión de las gentes honradas, y quien de él se priva no merece vivir. No sólo alegra y purifica las mentes, sino que también acostumbra a las almas a la virtud, y gracias a él se aprende a ser hombre de mundo.

Recordemos el coro de mujeres, en Los sobrinos del capitán Grant, del murciano Fernández Caballero, que ensalzan el fumeque en habanera: Si es en el hombre un vicio - el de fumar, - en la mujer es gracia - particular. - Y con un cigarrito, - ¡válgame Dios!, - una mujer chilena - vale por dos... Hay célebres mujeres en su historia modesta de los tres últimos siglos, adictas fervorosas al tabaco, como aquella virago George Sand, de un coño y un cerebro así de grandes. La reina Amalia Pepa de Sajonia, marida del monarca Carlos Tercio, fumaba cantidubi y de lo fuerte; cascó a sus 35 primaveras, bien que no fue por causas tabaquiles.

Hoy la iglesia católica celebra el día de la Virgen Candelaria, que no es sino una réplica cristiana de la fiesta pagana dedicada a Vulcano o Efesto, el ígneo dios ocupado en la forja metalúrgica. La palabra "candela" como sabes, viene del verbo "cándere" latino y guarda relación con "encender", formado de "in + cándere". Recuerda "la bombilla incandescente" ("que enciende internamente"), o el adjetivo "cándidus", que alude al "blanco deslumbrante", a diferencia de "albus", que significa "blanco" a secas. De aquí también la "toga candidata", veste de los romanos aspirantes a ciertos cargos públicos. El supino de "incéndere" da "incienso", término más reciente que "tus-turis" (neutro de la tercera), que en castellano antiguo daba "tus" (ejemplo, en el Cantar de Mío Cid, oración de Jimena), de donde viene el término "turíbulo": "incensario" o también "botafumeiro", o su derivación "turibulario": "que hace la rosca, adula o lisonjea"... Dejando a un lado la etimología y mi pedantería incorregible, dice el sabio Santiago Jorge Frazer, en La rama dorada, lo que sigue:

El Webster dice de Brigid que era la diosa del fuego y de la fertilidad y que ÷muchos de sus atributos pasaron a la santa cristiana del mismo nombre, también llamada María de los Gaélicos y Patrona de Irlandaî. Su fiesta conmemorativa a comienzos de febrero, día de la Candelaria (fiesta del fuego) y purificación de la Virgen, coincide con la fiesta del fuego y de la fertilidad en la pagana Roma a finales del siglo V, en que el papa Gelasio, no pudiendo suprimirla, la sustituyó: la purificación virginal (y material) y las candelas son el antídoto de la impura fertilidad pagana y antorchas de la Lupercalia, en honor de Pan, Fauno, Luperco, la Loba, etc.

Tal día como aqueste del año del Señor 52, siglo decimoñoño, la castiza y no casta soberana Isabela, segunda de su nombre, marchó a "purificarse" (¡qué ironía!) tras de la cuarentena de su parto por el que echara al mundo pajolero a su hija primogénita, "La Chata", la "Princesa" castiza y popular que da nombre a la vía madrileña de entre Plaza de España y la Moncloa. Cuando se trasladaba en su carroza con rumbo a la basílica de Atocha, la matrona fondona y disoluta fue objeto de trapera puñalada, a golpe de navaja de Albacete, que le endiñó el riojano fray Merino, sin que daño ninguno le infiriese, pues la punta del arma interesó el duro varillaje del corsé. Providencia se llama esa figura, que siempre obró en la hispana monarquía. Al preguntarle a tal clerigodonte, antes de propinarle el vil garrote, si había algún compinche en su atentado, el buen parroquidermo replicó, con brava riojanez y chulería: "¿Es que piensan ustedes que en España puede haber más de un tío como yo?" ¡Olé los socerdotes con redaños! ¿De quién sería fruto la criatura? -preguntábanse muchos en la Corte y dando a ello múltiples respuestas en las que estaba excluído el maridete, don Francisco de Asís, alias "Paquita", del que reza la musa popular: Paquito Natillas - es de pasta flora, - y mea en cuclillas - como una señora. El cáustico Ramón del Valle-Inclán pone en boca del ciego Felipito, en su esperpento La corte milagrera, este epigrama concebido en décima: No se lamen de canguelo, - desde Marfori a Roncali. - Sor Patrocinio, un alcali - sorbe por darse consuelo. - La reina zampa un buñuelo - con una copa de anís, - y don Francisco de Asís, - sacando la minga muerta, - al amparo de una puerta, - lloriquea y hace pis.

Y en esto hemos pasado al día 4, tras dejar en barbecho el de San Blas, con lo de la cigüeña falagüeña, más el año de nieves y de bienes. Haciendo remembranza -acaso histórica- de la curiosa fauna chamartícola, entre la que estaríamos inclusos, habría para hablar largo y sentado y para no acabar en no sé cuánto. Mirado a la distancia de los años -y habida cuenta de que la memoria es positivamente selectiva-, la sarta de auxiliares de internado que aguantamos y hubieron de aguantarnos, desfila en mi recuerdo con agrado. Podían ser más tontos o más listos, más bordes, más simpáticos o afables; pero no se me antoja que ninguno fuese de encallecida mala pasta. Hasta el curilla Arteaga me suscita una franca sonrisa al recordarlo, con todas sus manías pintorescas; con todos sus discursos incoherentes; con todas sus folklóricas salidas, cuajadas de hilarantes chascarrillos; con toda su blasfemia solapada reproduciendo algunas que alguien dijo, más ciertos brotes de cleptomanía; con todo su negocio "El baratillo", que hacía competencia desleal al del viejo señor Apolinar, chamarilero con puesto en el Rastro, vendedor de galenas, de tabaco, relojes viejos y otra mercancía en su chiribitil de portería. Porque al curilla Arteaga -la verdad- se le toreaba sin mayor problema. ¡Caramba, con lo bien que lo pasábamos haciendo chirigota de sus cosas, parodiando su chusca elocución que soltaba los viernes por la tarde, después de malcomer, en el teatrillo. Las noches de los sábados que el "páter" venía con nosotros en el metro para escuchar en el Conservatorio el habitual concierto que nos daba el Cuarteto de Cámara famoso de Antón, García, Meroño y Vivó, resultaba una amena compañía contando chistes y otras cuchufletas. Aparte de la lata que nos daba leyéndonos la vida de Don Bosco -a cargo de Hugo Wast, continuación-, nos leía otras obras, tales como: Cristo crucificado nuevamente, de Nikos Kazantzakis, Peñas arriba, de Chema Pereda, Robinson Crusoe, de Daniel de Foe, La incógnita del hombre, de Alexis Carrel, y otras de las que no recuerdo el título. Cuando por el verano chapoteábamos en el inmundo y reducido estanque de junto al torreón de la rotonda entre La Habana y Comandante Franco, el curilla decíame jocoso: "A ver, déjame paso, cachalote". Le gustaban las tías al gacholis, pese a lo cual andaba empecinado en ver mariconeo a cada paso; ¿tal vez por la experiencia de otros centros en los que hubiese estado anteriormente? La mucama treinteña Mariantonia era quien trajinaba en su guarida y la que le subía las comidas. El hombre comentó en cierta ocasión: "Ya sé que andan diciendo por ahí que yo con Mariantonia, patatín. ¡Qué cosa más absurda! ¿Cómo piensan que se pueda enredar con una chacha alguien con tres carreras, como yo, que en la calle consigue las que quiere?" ¡Bien dicho por el cura, sí, señor! Un respeto, señores, un respeto. No sé ante quien lo dijo, pero el caso fue que aquella redonda locución quedó como marchamo lapidario. Por mor de recalcar un hecho cierto, remataba su aserto de esta guisa: "¡Histórico, señores, y verídico!" Era otra muletilla de las suyas: "Y esto, señores, lo dijo nada menos que nuestro señor Jesucristo; que no lo dijo ningún cura gordo ni alguna monja histérica". La frase no tendría más intríngulis que una alusión jocosa de las suyas, mas lo del cura gordo imaginábamos que iría por el clérigo Batuel -con quien no se llevaba nada bien-; lo de la monja histérica sería por esa superiora catalana (de nombre Josefina, me parece), que estaba cuando el cura vino al cole; no por la marimacho de sor Torres, que apareció después por el cotarro. El viernes santo del 61 -era su primer curso con nosotros-, Canduela y yo intentamos escaquearnos de visitar los siete monumentos en otros tantos sitios del contorno, entre iglesias, capillas y oratorios. Nos echó el guante el cura y nos mandó ir donde habían ido los demás. "¡Pero, padre, si estamos mal vestidos! ¿Adónde vamos a ir con esta pinta?" "Eso a mí me da igual; lo que es por mí, como si van con el garrafo fuera". Y allá que nos largamos sin remedio y sin un puto duro en el bolsillo, con que al menos echarnos al coleto un vaso de tintorro en "El Paisano". El colega Canduela, sin tabaco, estaba el pobre que fumaba en pipa, sulfurado y jurando en arameo. El cura denigraba de las siestas: según su parecer, no hacían más que criar barriga y malos pensamientos.

¿Y qué decir del buen Julián Barreda, santo varón do quiera que los haiga, cuyos servicios desagradecían los ciegos que del hombre se valían; que soportó al cabrón del Fernandillo una tirada de años, aunque al cabo -y menos mal- cobró su recompensa ejerciendo de maestro en el colegio? Compartimos la mesa con Barreda en el descangallado comedero los dos últimos cursos -si no yerro-: Eugenio, Marigil, Aguado y yo. Aquilino Yagüino -el arriacense, alcarreño o guadalajarense- tampoco creo que era mala gente. Puede que el mal yogur le dimanase de sus problemas gástricos frecuentes. Su obsesionado temple policial hacía sospechar que se tratara de un detective que marró su oficio. Yo compartí la mesa con Yagüino el curso 59-60, y nos hacía afable compañía. En la conversación era cordial, sin pujos de altanera chulería, ni de sarcasmo hiriente, como en el caso de Arlanzón Higinio. El tal Yagüino vino de Alicante en el 57, como yo, y causó baja en el 61, cuando contrajo nupcias, porque entonces, como hasta pernoctaban en el antro, tenían que ahuecar al maridarse. Creo que era sastre de profesión. Contaban que un hermano de Aquilino se cepilló a una monja de Alicante, y como la empreñó, se desposaron. Un detalle fehaciente que demuestra la integridad del Aquilino Yagüe fue que, el año 60 o cosa así, se llevó a unos chavales al Retiro, donde les enseñó la mar de cosas. Luego probaron suerte con la tómbola, y a José Antonio Primo (no de Rivera, claro) -pupilo de la clase de especiales de don Facundo, otro santo varón- le tocó una nevera nada menos. Lo cual quiere decir que el "auxiliar" tuvo la honestidad indiscutible de no hacer el cambiazo del boleto y colar en su haber el frigorífico -pues era al cabo el único vidente y podía amañarlo impunemente-. El susodicho Primo era un sujeto de entre los pintorescos "especiales" de la variada fauna chamartícola. Al clérigo Batuel, tu caro amigo, el pibe le decía, entre otras cosas: "¿Tienes novia, Manuel?", o "Estás gordo, Manuel". El capo de las huestes facundinas era el mozo entrañable Andrés Tesoro, que imitaba a Juanito Valderrama y armonizaba cantos a 3 voces, como aquel que empezaba: Cherie je t"aime, cherie je t"adore - comme la salsa de pomodore, que en versión del rapaz decía así: "Verchi velete, bone Mustafá, - verchi velete, bone popoló". En la cuadrilla estaba un tal Macías, gitanillo paisano de Farina, quien tenía permiso de su padre para soltar blasfemias a su arbitrio; porque vamos a ver: ¿qué le había hecho a Dios el chico para que Dios le dejara ciego? Ergo, el caso caía por su peso. Sobre tu conjetura de que Yagüe fuese acaso pariente del general soriano y falangista, ¿qué quieres que te diga? Aunque no es muy frecuente el apellido, me parece que está muy extendido. En lo tocante a su etimología, proviene de la forma vocativa "Sancte Jácobe", invocación a Santi Matamoros.

Del pequeño Artiguillas, quedó impresa una escueta semblanza en su momento. Licenciado en "dereyo" -según él-, tenía escasos visos de ejercerlo. Ése duró tres cursos mal contados, pues le invitaron a que se largara debido a algún proceso judicial que tenía entre manos el "muyayo". Era un homosexual que en Zaragoza lo tenían fichado como tal; su traslado al asilo chamartícola -merced a los auspicios de un su hermano, al frente a la sazón de la famosa fábrica caramélica de la ONCE- acaso se debiera a algún problema que en su ciudad natal dejó pendiente. El "muyayo" contaba unas milongas sobre épicas conquistas femeniles, sacando "muyo peyo" y presumiendo de irresistible "mayo" seductor. A menda le cogió un paquete horrible, porque alguien le decía que Tamayo medía más de "peyo" que el "muyayo", que era peor que pisarle el pundonor. Vestía o bien un suéter remangado, cantándole la fina sobaquina con gorgoritos de ácido sahumerio- y pantalón ceñido por detrás -pilila de caolín o plexiglás-, o bien con un esmoquin de etiqueta, exhibiendo la negra pajarita como un trofeo de su "hinyado peyo". El "yiquio" andaba siempre a la cuarta pregunta y pedía prestado "a troye y moye", que siempre devolvía, aunque al momento lo volviera a pedir al mismo banco. Una de sus pasiones era el fútbol; cuando iba a algún partido al Bernabeu, se llevaba a algún chosco a la taquilla para sacar entrada sin la cola. Compraba un ejemplar del semanal "Marca" y se lo vendía a cinco alumnos, de modo que a cada uno se lo leía para luego pedírselo prestado y así poder colárselo al siguiente. Picaresca se llama esa figura. Pudiérase decir del susodicho lo que escrito dejó Pío Baroja de un par de personajes de La busca:

Rebolledo, padre e hijo, gastaban más ingenio para vivir miserablemente que el que emplean un par de docenas de autores cómicos, de periodistas y de ministros para vivir con esplendidez.

El hombre, sabedor de los apodos con que era designado entre nosotros, cuando iba a abandonar nuestro "palacio", se despedía todo compungido y en tono lacrimógeno de aquellos a los que profesaba más confianza: "¡Ay, ya os quedáis sin mayo y sin muyayo".

Chelís Pardales era otro zumbado, pero inocuo, lo mismo que otros muchos. En junio del 60 marchamos de excursión por Guadarrama y sus alrededores. Por la tarde recalamos en la plaza del pueblo, donde había unas mozas del lugar que pegaron la hebra con los choscos. De vuelta al autocar, decía el pardo: "Si no llega a ser porque iba con los ciegos, hoy echaba aquí un polvo a polla libre". En alguna ocasión amonestaba: "¡Joder, no digáis tacos!". Sus avisos en el comedero eran tales que así: "Cuidado que, a la entrada de la granja, hay unos cables que, si se pisan, pueden sacudir una fuerte descarga. Así que ánimo, chicos: el que quiera electtrocutarse, ya sabe adónde ir". Una vez, en el "cuarto de auxiliares", oía yo al Pardales comentando que un día de ésos iba a examinarse. Sorprendido, le digo todo ingenuo: "¿Y de qué se examina, señor Pardo?" "¡Bah!, del carnet de moto", respondió; con lo que me quedé tranquilizado. Allá por junio del 64 -curso en el que tú y yo causamos baja- nos tocó ir de excursión, entre otros puntos, a la Boca del Asno, lugar de la provincia de Segovia. Nos hizo un día oscuro y lloviznoso. En el racimo de los que formábamos varios choscos en torno a un "videntillo", el menda iba contigo, con Eugenio y otros dos más que no recuerdo quiénes. Estando el autocar en plena marcha, al Basilín le entraron serias ganas de evacuar la vesícula urinaria. El Pardales le dijo que tranquilo, que, cuando él le avisara, sacara la manguera por la ventanilla y tracatrá. El Basilín tiró de portañuela y, en cuanto el auxiliar le dio el aviso: "¡Venga, dale, Basilio; ahora o nunca!", el otro exoneró su bajo vientre en geométrica línea parabólica, al tiempo que un jolgorio muchachil gritábale a manera de ovación. Era que el buen Pardales había proferido su señal en el justo momento en que pasábamos por la plaza del pueblo no sé cuántis. O témpora, o mores, Lolaflores! Parece ser que al Pardo susodicho se le mató un hermano en accidente, de cuya joyería fue heredero el auxiliar del antro chamartícola. El hombre se volvió para León a fin de hacerse cargo del botín y poderse enlazar con su pareja. Mors túa, vita mea, Dorotea.

Hemos llegado al día 5, sábado, Santa "gueda bendita, de Catania, que es otro palimpsesto que la iglesia católica, apostólica y romana coloca sobre el culto a la mujer que el viejo paganismo celebraba. Cuando uno mira las presuntas vidas de esas santas, patronas emblemáticas, tiene la sensación de que las chicas están vestidas con el mismo traje. Todas son de familia noble, y vírgenes dotadas de belleza sin igual; mártires de una hostil persecución por los emperadores de la Roma de hacia el siglo III de nuestra era. Todas ellas han sido pretendidas por próceres políticos; pero ellas a todos les han dado calabazas, consagradas a Cristo como estaban. Muchas de ellas han sido conducidas a un prostíbulo a fin de mancillarse; mas han salido indemnes de la prueba. Varias han sido al fuego sometidas, coritas como Dios las trajo al mundo, pese a lo cual las llamas compasivas han rehusado causarles daño alguno, y un ángel pudoroso ha extendido un manto que les cubra su natura, o el cabello les ha crecido al pronto, convertido en tupido cortinaje. A algunas, antes de decapitarlas, les amputan los ojos o los senos, una modalidad de castración en que las colgaduras masculinas son sustituidas en la operación por las protuberancias femeninas. Por último les cortan la cabeza, con lo que se da fin a la película, que continúa en el martirologio y en la iconografía religiosa, en la que tales órganos cortados los ostenta la santa en una mano, o sobre una bandeja; ¡así de crudo! Lo que no les cercenan es el himen, porque no encajaría en el precepto de que fenezcan vírgenes las mártires. ¡Cuánta pornografía sublimada no encierran todas esas historietas, muchas urdidas por los santos padres que afectan elevada devoción a tan invulnerable castidad! Tales hagiografías panegíricas de la virginidad a toda prueba bien pudieran servir a muchos machos de estimulante erótico, ¿no es cierto? Comentaba una vez Manolo Cainzos (gallego y dominico por más señas, un tipo más de cuantos recalaban por mi antigua morada de soltero, compartida con otros camaradas) que en las buquinerías parisienses vendían como libros pornográficos obras del pudibundo moralista San Alfonso María de Ligorio (el fundador de los Redencionistas, o Ligorios, en el siglo XVIII), por ser tantos y tantos los detalles, en punto a tentación pecaminosa, que da de la mujer, que en realidad lo que hacen es poner cachondo al hombre. (De otra parte, ¿"Ligorio" no sugiere ciertas concomitancias con el ligue?) Los antiguos romanos no podían decapitar a una gachí doncella, a menos que antes fuese desflorada; que es lo que hizo un verdugo, el muy mendrugo. Así dice Vortaire; concretamente lo hace en su Diccionario filosófico. Gregorio Marañón, en su Tiberio, especifica más cuando refiere que el sátrapa y despótico Sejano, primer ministro del ecperador, cayó al fin en desgracia a tal extremo que hasta su hija menor fue ejecutada; pero como Junilla era doncella, la desvirgó el verdugo y a cascala. En el bíblico Libro de los Jueces se cuenta que Jefté, el juez y general galaadita, ha ofrecido al Señor en holocausto, si derrotaba a los ammonitas, a la persona que, al volver a casa, saliera la primera a recibirle. Pero hétenos aquí que esa persona es nada menos que su hija única. Tal sacrificio tiene algo de erótico por cuanto la mozuela está aún intacta. Visto lo irremediable del asunto (la promesa no admite vuelta de hoja cuando es Yahvé a quien algo se promete), ella pide a su padre como gracia le conceda una tregua de dos meses para ir con sus amigas por los montes llorando su lozana doncellez. Fácil es suponer en qué consista el llanto bimenstrual de la zagala... Al parecer, la santa cataniense es también protectora contra incendios, ya que más de una vez el volcán Etna, en presencia del velo de la santa, sacado de su tumba, ha desistido de erupcionar sus vómitos ardientes. No sé por qué la santa susodicha patrocina también el feminismo, o bien la exaltación de la mujer y su capacidad gobernadora; porque en Zamarramala, por ejemplo, el día en el que mandan las mujeres (me refiero, oficial y abiertamente, pues de facto gobiernan todo el año) es justamente el 5 de febrero, motivo por el cual se llaman ágatas quienes ostentan el bastón de mando. Mas si ese pueblo tiene su alcaldesa elegida en las urnas, ¿quien puñetas gobernará ese día?: ¿un hombre acaso?... En el País Vasco, donde el matriarcado campa por sus respetos, se celebra ese día desde antiguo y se entona una típica canción, percutida con palos, o makillas, compás de dos por cuatro y tres por cuatro. En mi época de joven estudiante, íbamos a cantar por las viviendas de vascos de Madrid que lo deseasen; sus donativos eran destinados para fines sociales y benéficos, con parte de los cuales se proveía al transporte y al avituallamiento, en vino y bocadillos, de los miembros del coro dirigido por Sagarna, a quien se le apodaba el musicóloco, porque estaba el gachó como una chota. La verdad, lo pasábamos dabuti entre cantos y tragos de tintorro; volvíamos a casa animadillos. El programa duraba 4 días, a razón de 5 horas por jornada, bien que no mucha gente lo cumplía en su totalidad, como era lógico; aunque íbamos a bordo de autocar, los sitios eran muchos y distantes: de la Puerta de Hierro a Mirasierra; de las Ventas a Puerta de Toledo, incluido el Ministerio de Exteriores, del que era titular por aquel tiempo un señor de Bilbao, Nando Castiella, y en cuyo amplio vestíbulo alfombrado, danzábamos a corro al son del txistu. Hubo un año en que no nos permitieron los de Gobernación hacer la fiesta: era el 69, en que las cosas estaban un tanttico complicadas con el dichoso estado de excepción... A todo esto, me voy a preparar para ir al Auditorio con mi socia. Está a 5 minutos de la queli, pero antes nos daremos un paseíto para estirar las gambas previamente al encajonamiento inevitable en la dura sentada de un par de horas. Aunque ignoro el programa, sé que actúa el pianista Cruistiano Zacarías. Te contaré mañana cómo ha estado.

Domingo, día 6 de los corrientes.- Ayer estuvo bien en el concierto la Orquesta de Cámara de Lausana, bajo la dirección "juampa-lomina" del pianista Cristiano Zacarías, que, a sus 60 tacos bien cumplidos, mantiene un tipo atlético y esbelto. Para empezar, Le tombeau de Cuperin, del ídolo de Albert, Maurice Ravel, Luego vino el Concierto 25 del salzburgués genial y escatofílico. No es, de entre sus conciertos, muy representativo que digamos. El chico nos brindó una propina escarlatina. En la 2ª parte, la Sinfonía en Do, de Georges Bizet, inspirada y ligera, como sabes. Los muchachos nos dieron dos propinas: la obertura de Le nozze di Fígaro y una breve gavota de alguna suite que a nada me sonaba.

A medida que fueron desfilando del centro los antiguos auxiliares, la plantilla suplente se nutría con mozos de la cuerda "chalesiana" que agenciaba el Arteaga. Creo que no era de esa cofradía Vicente Lamadrid y Benavides, otro tipo curioso que, a pesar de sus muchas fantochadas, era también inocuo y se le toreaba fácilmente. Decía ser yudoca, con lo cual era objeto de innúmeras rechiflas. En parodia del himno del Madrid -concebida tal vez por el Genito-, solíamos cantar: "De Lamadrid, De Lamadrid, - a luchar con Basilín, - defendiendo el cinturón..." Dejando la carrera de ayudante de ingeniero de montes, se pasó a magisterio y, en tercero, fue compañero nuestro en la Normal. Otro ajeno al elenco "chalesiano" -un fichaje del Pigue, quien logró introducirlo allí con calzador entre la galería de don Bosco- era aquel Escuder, de Zaragoza, un buen tipo y el más normal de todos, que no inspiraba chistes ni chacota. Estudiaba económicas el chico y me imagino que se largaría en cuantico acabara la carrera, pues tenía la novia allá en su tierra.

Otro santo varón y buen muchacho era García, burgalés de pro, que recaló en el antro consabido por el otoño del 59, estando yo en tercero bachillero. Traía pinta de ex seminarista -lo que era en realidad-, con pantalón gris claro y chaqueta gris oscuro. Era un hombre ilustrado aquel Gregorio. Manejando el latín como el que lava, podía traducir repentizando. No era clara su voz; pero con todo, leía bien las obras literarias. En 4º nos leía el "lazarillo". Sobrenadó en su vida laboral -sin meterse con nadie ni en follones- durante los cuarenta calendarios que allí pasó hasta su jubilación. "Gregorio" vale en griego "vigilante", aunque él no hacía honor a su onomástica. Creo que el hombre andaba arrejuntado con la moza trianera Mariló, tres años mayor que él si es de juzgar por la fecha de su jubilación. Creo que aún no obraba en nuestros tiempos entre las "auxiliaras" de las chicas. La mujer consiguió promocionarse y acabó su andadura laboral de rehabilitadora de los choscos.

El problema del "lvaro tolédico -tipo de mala leche condensada-, lo explica en gran medida su cojera. Ni la falta visual ni la sordera han sido objeto de choteo y mofa, mientras que la cojera sí lo ha sido. A todo esto me viene a la memoria lo que canta el Tuliqui en la zarzuela El amigo Melquía-des, a saber: Creo que de esta manera - no se nota la cojera, - y hasta puen premiarme por mi gallardez. - Tal vez -le contesta la Onofra y él prosigue-: Comprímase - pa que vean que bailamos yo y usté - sobre un cacahué... Un ciego puede lamentar su falta, pero vive carente de complejos. Un cojo, en cambio, sí los tiene, ¡y muchos! Quevedo, que era cojo, miope y feo, tenía una mala milk que se la pisaba y escarnecía inmisericorde al poeta y dramaturgo mexicano Juan de Alarcón, porque era jorobado. Aunque los jorobados han sufrido a menudo rechiflas despiadadas, no cobran fama de tener mala órdiga. Las personas supérstices pasan por su corcova los boletos de lotería en pos de buena suerte. Por lo que se colige de Plutarco, era en la antigua Grecia la joroba un castigo divino, donde dice:

...la mayoría se ríe si uno es calvo o jorobado. Y en general, es risible censurar y mofarse de cualquier cosa que puede devolverle la censura. Como León el bizantino, quien, habiendo sido injuriado por un jorobado, por la enfermedad de sus ojos, dijo: "Tú me echas en cara una desgracia humana, cuando llevas a tus espaldas la venganza divina.

Pero no nos desviemos del asunto. En la mitología y la leyenda, cobra significado la cojera. Dado que el pie es un miembro relevante, de vital importancia, su defecto connota unas carencias importantes, aunque también puede significar un castigo divino a quien lo sufre por su descubrimiento de un secreto, o por la adquisición de ciertas dotes. El patriarca Jacob se queda cojo tras vencer en la lucha al propio Dios y haber visto su rostro un solo instante. "Edipo" significa "pie hinchado", y es el nombre del hombre que conculca las leyes naturales al matar a su padre y unirse con su madre (aunque ignora el directo parentesco).

La cojera es un rasgo de los diablos, como "el diablo Cojuelo", por ejemplo, al que da vida Vélez de Guevara. Pero asimismo lo es de los herreros, magos que manipulan el metal en la fragua, pariente del infierno. Hefesto, el dios herrero de los griegos (de mayor entidad que el dios Vulcano, su homólogo latino) es cojo de igual modo. Ahora bien, en La Ilíada, Homero lo presenta conforme con su oficio de artesano y bien casado con la bella Caris. Responde con talante agradecido a Tetis cuando acude a visitarlo en su palacio olímpico, a pedirle fabrique una armadura para su hijo, el colérico Aquiles, que está dispuesto a pelear de nuevo ahora que Héctor ha dado muerte a su amigo Patroclo:

Respondió el ilustre Cojo de ambos pies:

--Respetable y veneranda es la diosa que ha venido a este palacio. Fue mi salvadora cuando me tocó padecer, pues vine arrojado del cielo y caí a lo lejos por la voluntad de mi insolente madre, que me quería ocultar a causa de la cojera. Entonces mi corazón hubiera tenido que soportar terribles penas, si no me hubiesen acogido en el seno del mar Tetis y Eurínome, hija del refluente Océano. Nueve años viví con ellas fabricando muchas piezas de bronce -broches, redondos brazaletes, sortijas y collares- en una cueva profunda, rodeada por la inmensa murmurante y espumosa corriente del Océano. De todos los dioses y los mortales hombres sólo lo sabían Tetis y Eurínome, las mismas que antes me salvaron. Hoy que Tetis, la de hermosas trenzas, viene a mi casa, tengo que pagarle el beneficio de haberme conservado la vida.

Bueno, creo que asuntos tan triviales no merecen tamaña erudición, ya que de ello resulta un texto kitsch. Vale por esta vez de remembranzas confeccionadas por el narcisismo y porque te entretengas un ratito. Aunque huelga decirlo, te deseo que se vaya menguando día a día la vital asistencia del oxígeno, y que tu autonomía respirante vaya recuperando su dominio. Saludos, un abrazo y hasta siempre. Firmatum: Ego-Firmus-Tamayotes.

 

 

 

 
 
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